Hay pocos aeropuertos en España con la mala fama de Bilbao. Se trata de una pista encajonada entre colinas, golpeada habitualmente por los típicos vientos del norte del país. He llegado volando a este lugar muchas veces en los últimos años pero nunca había vivido lo que sucedió volviendo a casa el pasado miércoles.
Ya en la ida, cosas de la cabeza, me planteaba muchas cosas respecto a la vida que llevamos estos que viajamos tanto. Me levanté a las 4 de la mañana en Murcia, para llegar con el coche al aeropuerto de Alicante, tomar un primer vuelo a las 7 dirección Barcelona y desde allí el definitivo a la capital vizcaína a tiempo para la reunión de las 11. Palizas habituales como estas hacen que valore las cosas que tenemos, lo que debemos hacer para conseguirlas o mantenerlas y las recompensas/sacrificios en juego. Y no sólo con aviones, los machaques son continuos en cualquier medio de transporte cuando tienes trabajo en todo el país y vives en Murcia. El precio a pagar por estar en el paraíso. Un paraíso desconectado logísticamente del mundo, todo sea dicho.
Pero volvamos al aeropuerto de Bilbao. A mi alrededor personas como tú y como yo, con sus ordenadores, sus agendas, sus cafés para llevar, sus auriculares y sus importantísimas llamadas telefónicas en sus últimos modelos de smartphone. No ha salido el sol y ya vamos todos a mil por hora. Algo desencaja. Algo no es auténtico. Quizá sea impostura. Quizá sea inercia. Quizá sea cualquier cosa mientras sea algo de lo que somos conscientes. O inconscientes. Aceptarlo es el primer paso. El segundo podría ser ponernos serios con esto: Trabajar para vivir o vivir para trabajar. ¿Los autónomos somos héroes o “emosidoengañado”?
No es la primera que a mitad de un vuelo a diez mil metros de altura siento que tengo los pies más en el suelo que nunca. Mis lecturas aéreas han pasado de un extremo basado en el modelo que podríamos llamar neoliberal o post industrial, centrado en la productividad, economía, finanzas y auto realización (explotación) a otro que aboga por más tiempo para uno mismo, más salud y desconexiones temporales, menos trabajar, más familia, menos estrés, más deporte e incluso menos planificación y más tirar de instinto, que con tantos años de experiencia puede que no sea del todo malo. Cambio de enfoque, balanceo del peso de tu propio cuerpo de una pierna a otra, como cuando estás demasiado tiempo de pie esperando algo.
Qué necesario repensarnos de vez en cuando. Revisarnos de vez en cuando. Repesarnos. Repasarnos.
Pero es que en el fondo nos gusta. Y ya se sabe que palos con gusto…
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
13 de marzo de 2019