Golpeo las letras de mi teclado con la felicidad pintada en mi cara.
Empecemos con la foto de la llegada a meta en la mejor compañía posible: mi mujer y mis hijos han venido a verme de sorpresa. Terminar un medio Ironman es un importante paso en la vida de un triatleta. Va a ser difícil transmitir en palabras lo vivido en Caravaca el 30 de Mayo de 2015 pero voy a intentarlo.
Hay poco secreto en el deporte: el entrenamiento da sus frutos y la cabeza hace el resto. Voy, afortunadamente, bien servido de ambos. Llego pleno de fuerzas y con la seguridad de estar en un pico de forma envidiable, mi preparador está contento, yo más. De nuevo hay pique con compañeros de equipo, Fran Parra está pletórico y con ganas de revancha después del Festrijump (crónica aquí) por lo que el día se pone caliente y no sólo por la temperatura. Los nervios hacen el resto, no recuerdo haber estado así antes de la salida en ninguna prueba.
En el pantano del Argos, donde vamos a nadar, hace un calor importante, comemos un buen tupper de pasta antes de comenzar, vemos a muchos conocidos en la salida: comentarios, buenos deseos, ambientazo. Los elite protegen sus bicis del sol y los mortales nos ponemos crema para evitar quemaduras, así acabé en Jumilla por olvidarme hacerlo.
Dan la salida con puntualidad británica a las 14 horas. Me coloco justo detrás de la primera fila, con la idea de coger unos pies durante el tiempo que pueda. Por delante 1.900 metros en una sóla vuelta (se agradece), por lo que mejor ir delante aunque sin apretar mucho, que el día será largo. Alcanzo las boyas sin problema, hay muchos menos golpes que en los sprint u olímpicos y la natación se hace hasta placentera. El neopreno ayuda, teniendo en cuenta que me he propuesto no mirar el reloj en todo el tramo, intuyo que voy bien. Quizá incluso muy bien, y eso que no he podido seguir de manera cómoda a nadie, el agua está muy turbia y al final decido ir a mi ritmo.
Alcanzo la boya del fondo y encaro la vuelta buscando la referencia del dique del pantano. Sigo nadando a un buen ritmo, adelantando unidades, concentrado en la eficacia de las brazadas, no quiero malgastar ni un gramo de fuerza. De pronto me doy cuenta de que no hay nadie alrededor, cambio de lado al respirar para asegurarme mirando hacia allá pero nada, estoy más sólo que la una. Por un momento pienso que me he desviado mucho, no hay otra posible razón, hasta que decido parar y levantarme un poco para tener mejor visión. Al fin localizo un grupo muy delante, de unas 30 personas y a unos 200 metros, que resulta ser la cabeza. Pero la sorpresa viene cuando miro hacia atrás y veo que soy el primero del resto, la punta de una flecha que se ensancha hacia detrás. No me lo creo, estoy tirando del grupo más numeroso. Uno de los momentos de más subidón que nunca he vivido en una carrera.
Los últimos metros se pegan bastante, parece que hay corriente en contra y ya casi saliendo del agua me adelantan varios participantes. Salgo algo desubicado y con un flato tal que me obliga a hacer totalmente andando la transición hasta la bicicleta.
Arranco el segundo sector centrado en la respiración, el flato se pasa poco a poco y puedo ser consciente de lo que me queda por delante dando pedales. Nada menos que 90 kilómetros sin un palmo llano y casi 1.500 metros de desnivel positivo. Algunos conocidos que ya han hecho algún Half e incluso Ironman durante los días previos me han aconsejado que en la bici no apriete nada, que reserve todo lo que pueda, que se hace muy largo y cuando la cuelgas, todavía te queda la carrera a pie. Con ese martilleo en la cabeza pasan los kilómetros y me adelanta mucha gente. Yo también adelanto unidades, esto es muy largo y hay para todos. Lo que está claro es que voy varios puntos por debajo de mi ritmo normal de entrenamiento, concentrado en no dar ni una pedalada más fuerte que otra. Espero que los consejos sean fructíferos.
Los primeros 45 kilómetros son matadores, con subidas continuas, pasado el alto de Los Álamos me confío pensando que hay bajada, pero es un rompe piernas muy simpático hasta el 60 aproximadamente, en el que sí comienza un descenso divertido hasta la meta, aderezado con rachas de viento en contra. Veo a Antonio, el Presi, animándome en una curva, ha pintado en la carretera nuestros nombres… ¡Tremendo! Le pregunto por mi hermano y su respuesta es la típica de los ganadores: «¡¡Parra te mete 8 minutos!!» Joder con Parra, pienso yo.
En la memoria, para siempre, las rectas interminables del Campo de San Juan, acompañadas por una lluvia intensa y corta, toboganes y frío repentino que nos rodea. Muy épico todo. Menudos paisajes más preciosos, que disfruto tranquilamente mientras pedaleo. Veo muchos abandonos, la climatología nos está pasando factura. No me quito a Parra de la cabeza, menudo animal, me habrá metido 5 minutos en el agua y otros tantos en bici… Quizá estoy reservando demasiado. Pero el caso es que hace muchos kilómetros que no me adelanta nadie, todos debemos estar reservando, quiero pensar.
En el tramo final de la bicicleta me da vueltas en la cabeza una idea fija, no soy consciente de que por delante tengo todavía una media maratón. Yo, que sólo he corrido tres en mi vida me enfrento a la cuarta con casi 2.000 metros nadados y 90 kilómetros en bici. Llego a la segunda transición, en la que totalmente por sorpresa escucho un «¡PAPÁ!» que me vuelve loco. Mi mujer y mis hijos han venido desde Murcia, les doy un beso a cada uno mientras me pongo las zapatillas de correr y me lanzo a por la primera de las tres vueltas al circuito de este tercer y último sector.
La carrera a pie es compleja, un recorrido de 7 kilómetros con una gran bajada y una gran subida que imposibilitan llevar un ritmo de crucero adecuado. Estoy muy fresco, dentro de lo que cabe, y la primera vuelta rondo los 4:30, que se escapan un poco en la subida aunque dentro de lo normal. Por primera vez en mi carrera deportiva tengo que parar a hacer pis, no me aguanto y pierdo un tiempo precioso. Pienso que es debido al control total en la bici, no he debido sudar lo suficiente para expulsar los líquidos.
Me cruzo con mi hermano, tiene mala cara, y a ojímetro estimo que irá el séptimo, un resultado muy bueno para cualquier persona, pero no para él, que el año pasado en su estreno, acabó quinto. Me cruzo con Oscar (el Chero) que sí tiene buena cara (al final acabó segundo de su categoría nada menos) y, cómo no, también me cruzo con Parra, en esta primera vuelta me saca unos 2 kilómetros, algo totalmente insalvable aún contando con los ánimos de mi hermano Pablo.
La segunda vuelta sigo bien, las piernas ya pesan un poco pero no estoy cansado, veo de nuevo a mi mujer y mis hijos, que me animan en la entrada del estadio… esto parece la televisión, ¡qué barbaridad! Los tiempos se mantienen, me veo fuerte. Es una recta infernal, en la que abarcas con la vista perfectamente los 3 kilómetros que ocupa, me centro en las caras de los participantes, muchos andan, otros están directamente en el suelo descansando o retirados, pobrecillos.
Vuelvo a cruzarme con Oscar, Jorge y Parra, pero esta vez noto algo raro en su cara, me huelo que va capuzar. Entro de nuevo al estadio y lanzo un beso a mi mujer. Mis hijos me acompañan unos metros, supera esto Gomez Noya.
Han pasado 14 kilómetros corriendo y las piernas comienzan a pedir auxilio, van casi 5 horas de ejercicio intenso. Es la última vuelta, hay que echar el resto. Los ritmos suben, lógico, aunque sigo por debajo de 5 min/km. A lo lejos veo a Parra, que ha comenzando a andar (luego me comenta que ha ido alternando durante un tiempo), le doy alcance, una palmada en la espalda, mucho ánimo y le adelanto con un sonrisa interior tamaño XL.
Todo marcha bien hasta que de repente, la pierna derecha se bloquea, se ha puesto en huelga. Decido no parar y acelerar un poco, me pasó lo mismo en el kilómetro 38 del Maratón de NYC y conseguí salvarlo con esta acción pero ahora vez es diferente, no se me va el dolor. Miro hacia atrás. Nacho, piensa, fuera pánico. Decido dar pasitos cortos y rápidos, confiando en que de esta forma pase el mal momento y sí, parece que tras un kilómetro interminable en el que ritmo se descalabra hasta los 6:30 min/km las aguas vuelven a su cauce. Temeroso, hago el resto de recorrido hasta meta muy tranquilo.
Cruzo la meta feliz y satisfecho, he podido con un medio Ironman, que fácil suena al leerlo, qué sencillo escribirlo. Me abrazo a Jorge, mi hermano y preparador. Veo a mis hijos y mi mujer, que se han pegado 150 kms en coche sólo para verme unos minutos. Orgulloso de mis compañeros de equipo como Manuel el Grillo, que lo ha pasado muy mal por culpa del asma, y Fran Parra, sin él seguro que no mejoraría cada día. Los piques sanos son salud mental.
Organización perfecta desde el primer momento, así da gusto. Muchos voluntarios, jueces, puntos de avituallamiento, espectadores… Una prueba totalmente recomendable.
Durante toda la competición me he alimentando a conciencia, 4 geles y 3 barritas, además de mucho líquido, clave en pruebas de larga duración. En NYC tardé 3 horas y 42 minutos, que se me hicieron mucho más largas que estas 5 horas y 37 minutos. Curioso.
Al final estos son los tiempos oficiales:
- Natación 1.900m – Tiempo: 0:32:48 – Posición: 39
- Bicicleta 90km – Tiempo: 3:12:14 – Posición: 57
- Carrera a pie 21km – Tiempo: 1:45:24 – Posición: 75
- Tiempo total: 5:37:18 – Posición: 52 de 235
Gracias muy especiales a Antonio López por dejarme las zapatillas de baño (menuda cabeza la mía), Joel, mi hermano Pablo y Antonio, el Presi, por el apoyo logístico y porque me han dado alas cuando más falta me hacían.
Me quedo con la sensación de que podría haber recortado 10 o 15 minutos en bici solo apretando un poco, aunque quizá me habría pasado factura en la carrera a pie.
Nunca lo sabré. O quizá sí. Quizá el año que viene. Y espero que lo vuelvas a leer.