Acabamos de entrar en un nuevo Estado de Alarma y he sido consciente, como un fogonazo instantáneo, de que los meses transcurridos desde marzo hasta hoy han sido especialmente maleables. Un tiempo elástico galopando entre nieblas.
Cada uno percibe el paso del tiempo a su manera y de diferente modo aplaca los efectos positivos y negativos que con su transcurrir nos van rodeando. Llegan las edades de tu vida a distintos momentos y a través de los estándares que nos han impuesto con segundos, semanas y trimestres encorsetamos lo vivido: Esto dura un minuto, aquello son dos meses, o eso terminará en un año. Poniendo coto cerebral con los argumentos mentales necesarios para entender una dimensión que se nos escapa entre los dedos por su relativa forma de afectarnos.
Cada uno cuenta el tiempo a su manera, aunque lo notamos especialmente a través de lo que más observamos: nuestro cuerpo, nuestros hijos y nuestros padres. Una cana aquí, una arruga allá, un achaque, un retraso, una paga, un susto, una responsabilidad que viene, otra que se va, dolores que no había, preocupaciones con las que ni soñabas. Hacerte viejo significa encajar poco a poco las piezas de ese puzle que traías bajo el brazo mientras, entre gritos y bises, tus ojos veían por primera vez la luz.
Cada uno evoluciona en el tiempo a su manera. Dicen que la vida es como una tela bordada, la primera parte la pasas por el lado bonito, intuyendo el proceso creativo de una especie de dibujo, disfrutando. La segunda parte de tu vida por fin entiendes cómo están entretejidos los hilos, la parte fea, la necesaria, atando cabos.
Desde que me lo monté por mi cuenta laboralmente guardo los tickets de gastos en una funda de plástico transparente. Una funda por año, a principios de enero vacía y a finales de diciembre a punto de reventar. Es algo así como mi otro reloj, el que marca los periodos fiscales, otra necesaria invención social que, como un grano de arena, cae y pesa a partes iguales sobre nuestras cabezas. O no. Ver en el cajón tantas fundas juntas, de diferentes grosores, es viajar y revivir. Y no hace falta mirar los conceptos, este otro reloj no tiene manecillas.
Seguro que tú también tienes uno de estos otros relojes. Cuéntamelo.
Será un placer conocer otras formas de medir la complejidad del tiempo.
Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
28 de octubre de 2020