Algo común que afecta a todos los eventos es cómo ha ido evolucionando su disfrute, participación e implicación en los últimos tiempos gracias al auge de la tecnología en general y las redes sociales en particular. Hace veinte años nadie podía imaginar que hubiera tanta gente mirando un espectáculo en vivo a través de su móvil. Me refiero a gente que está físicamente en un concierto o en un campo de fútbol, pero no lo mira de manera directa, sino a través de su pantalla. No me malentendáis: está claro que dedicar unos segundos de las dos horas que dura un espectáculo a grabar y compartir una pequeña parte con tus amigos o conocidos en redes sociales es hasta de agradecer para aquellos que no han podido acompañarte y las procesiones de Semana Santa no escapan a esta evolución.
De hecho, la forma en la que estas nuevas formas de comunicación afectan a una celebración religiosa que se lleva celebrando desde hace siglos son más interesantes si cabe por su disonancia, por su paradójica separación, a la vez que cercanía. Hoy se celebra la Semana Santa por parte del público de una manera diferente, ya sea en vivo o desde tu pantalla, experimentando esta festividad de un modo radicalmente distinto: se pueden ver en vivo procesiones de todo el mundo, compartiendo a su vez las tradiciones locales con cualquier persona de otra punta del globo, llegando así a otras audiencias más amplias y diversas.
Las propias cofradías han comenzado no hace mucho a utilizar de manera cada vez más diestra y efectiva las redes sociales, casi todas disponen de canales propios en Instagram, Facebook e incluso Twitter donde suben sus fotos y vídeos, especialmente en estas fechas, permitiendo conectar mejor y más personalmente con su audiencia, con experiencias visuales e inmersivas tanto para la gente local como para los turistas. Quién sabe si estas nuevas herramientas comunicativas podrán servir para captar nuevos feligreses, algo que se antoja clave viendo la noticia de esta misma semana sobre el aumento del laicismo del 8 al 40 % en España desde 1980.
La otra cara de la moneda puede mostrarse con el posible impacto negativo de la tecnología en la Semana Santa, a través de una hipotética pérdida de la esencia y el significado de la festividad pues podría cambiar la forma en que se celebra en el futuro, rompiendo ese ancestral y profundo sentimiento que no parece ser tan intenso con una pantalla de por medio. Se antoja pues fundamental mantener un equilibrio entre tradición y modernidad, y eso está en manos de las generaciones bisagra entre nuestros abuelos y nuestros nietos: nosotros.
He visto las imágenes de la Virgen del Rocío ardiendo en plena procesión en Vélez-Málaga y se me han puesto los pelos de punta especialmente con esos dos chavales llorando e intentando apagar el fuego. Unas imágenes que hace veinte años no nos habrían llegado más que por leyenda, por esa tan preciosa forma de comunicar que son las historias contadas entre padres e hijos. Pero entonces no habrían despertado desde la distancia esa sensación prehistórica que han despertado en mí.
Y en cualquiera que las haya visto, tenga las inquietudes religiosas que tenga.
Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Abril 2023