Pasan los años y sigo sin tener del todo claro si me gusta o no la Navidad. Por un lado hemos crecido y la ilusión, irremediablemente, se pierde. Por otro lado están los hijos, y con la suya compensamos, casi totalmente la que se nos ha ido.
Unido a la ilusión viene la responsabilidad y aquí no hay discusión: Necesitamos mejorar.
Feliz Navidad. O no.