Hace justo doce meses escribía aquí mismo la última columna de 2017 con la idea de agradecer lo vivido en el año en que cumplí cuarenta y que sin duda fue uno de los mejores de mi vida. Llegamos de nuevo al final de la recta que nos marca el calendario y me propongo revisarlo, a modo de balance, tomando nota de los errores y preparándome para el salto, en pocos días, a un nuevo espacio y periodo con la lista en la mano, tachando, como si fuera la de la compra, lo que ya tengo en la despensa y apuntando lo que me falta, si es que realmente es necesario para mi subsistencia.
Acaba un año en el que de nuevo hemos construido y hemos destrozado, hemos fallado y nos han traicionado, hemos tenido suerte y hemos sido desgraciados. Hemos escuchado a los que hablan sin saber y no hemos oído a los que realmente saben porque no les dejamos hablar. Hemos acertado y la hemos cagado. Hemos frustrado planes concienzudos y hemos triunfado en los imprevistos. Hemos luchado, hemos perdido y echado a perder. También hemos ganado.
Hemos tenido estrés y hemos perdido el tiempo. Hemos vivido momentos para el recuerdo e instantes para olvidar. Hemos crecido y hemos mirado arriba. Nos hemos estabilizado y hemos mirado atrás. Hemos valorado. Hemos sufrido y hecho sufrir. Hemos madrugado y trasnochado. Hemos huído, hemos fluído, hemos caído. Hemos molestado y ayudado. Hemos inspirado y copiado. Nos hemos mordido la lengua, nos hemos sacado (algunas) piedras del zapato, hemos comido y bebido. Hemos mentido, hemos dicho no cuando era sí y sí cuando era no. Hemos leído, escuchado, hablado. Hemos sentido.
Por todo y por ahora. Segunda parte: Brindis.
Ha sido un año en el que hemos tocado techo, pero el techo como el suelo en otros momentos, siempre se aleja. Brindo porque no sepamos nunca dónde acabará estando. Por esa magia. Brindo por los espejos. Pero sobre todo y siempre brindo por nuestras familias y nuestros amigos. Por los que se han ido y por los que han venido. Por las promesas cumplidas y las olvidadas, por los objetivos cambiados. Por los pasos en falso y las correcciones personales. Por conocernos un poco más cada día, por priorizar y por no hacerlo. Por empatizar y por dar. Por pedir. Por aprender de las capacidades que tienen todos los que nos rodean. Por la utilidad y el desescombro. Por un millón de viajes, por un millón de series, por un millón de cervezas. Por hache o por b. O por ene. Por el blanco, por el negro y por el naranja. Por el seis, el ocho y, sobre todo, por el siete. Por los equipos. Por las verdades.
Brindo por mirar a los ojos y a los lados para sentir que, un año más, estamos sanos y bien acompañados.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
26 de diciembre de 2018