Tras dos temporadas completas de emisión podríamos decir, metafóricamente, que romMurcia se nos ha hecho mayor, ha alcanzado la mayoría de edad, es autónoma y se vale por sí misma. La primera radio exclusivamente online de España es ya mucho más que un proyecto. Dos años de durísimo trabajo en los que me he puesto de barro hasta las cejas.
Hemos alcanzado cotas de notoriedad y difusión impresionantes. Es conocida por mucha más gente de la que yo mismo conozco, y ya es decir. Tiene muchos anunciantes que han apostado por algo diferente para sus campañas. Y lo más importante, tiene una audiencia fiel y superior en número a lo que nos podríamos haber imaginado en nuestros mejores sueños.
Es el momento ideal para que yo, uno de sus padres, haya decidido dejarla volar sola. Una decisión tomada unilateralmente y de forma cordial, como no podía ser de otra forma. Le he dado mucho, me ha dado más y estaré para siempre eternamente agradecido.
Dejo romMurcia convencido de que seguirá su trayectoria meteórica, llegando a donde se proponga, consiguiendo más reputación, más anunciantes y más oyentes. No tengo dudas, confío y quiero que así sea. El equipo que se ha formado será solido, comandado por la persona que tuvo un sueño y me quiso hacer partícipe. Él sabe que me he dejado la piel. Y yo sé que él se ha dejado incluso más. Los sueños si se persiguen, se alcanzan, y romMurcia está en el camino correcto.
Dejo #TuitOClock, el programa que sacó la espina que tenía clavada de dirigir un espacio propio, desde que comencé a trabajar en los medios allá por 2002.
Dejo compañeros de trabajo, colaboradores, clientes y amigos. Pero bueno, no me voy a otro planeta, seguro que nos tendremos cerca. Seré su primer oyente en la próxima temporada.
En el rascacielos de mi vida acabo de llegar a la planta 37, quiero pensar que aún queda mucho edificio por arriba. El ascensor que me ha traído hasta aquí se cierra, produciendo cierto dolor, al tiempo que una sensación de orgullo poco transmitible con palabras. Frente a mí hay varias puertas, algunas ya semiabiertas, con gente que, desde su interior, me invita a entrar.
Otras están cerradas y posiblemente tendré que llamar al timbre.
No me va a temblar el pulso.