Juanan es un tío guapo. Pero no guapo normal, no. Es guapo de cojones. Tiene unos ojos azules que debieron enloquecer a Ceci, su chica que, preñadísima, nos acompañó en el reto que Carlos, de Ecomensajeros, organizó para nosotros. Y se marcó estas fotos, menuda artista estás hecha.
El lunes 13 de Junio a las cinco de la tarde hace calor, unos 39ºC según los termómetros del Barrio del Carmen, el lugar donde los mensajeros en bici más simpáticos del país realizan su trabajo diario. En cuanto llego y veo el porte de mi rival sé que me han engañado como a un chino. Este tío está fino. Está fuerte.
Salimos hacia Los Ramos charlando, me cuenta en qué consiste su trabajo, se pasa el día encima de la bici repartiendo paquetes y cartas por la ciudad. Hace calor, mucho, aunque lo peor es el viento que nos golpea de lleno en cuanto giramos a la derecha en el cruce del Cabezo de la Plata.
Esta zona es como el desierto de Atacama (nunca he estado pero me ha venido a la cabeza), mira las fotos. ¿Sí?
Hablamos de más cosas, me cae bien Juanan. La carretera se empina y las cuestas del puerto se me están pegando. Le pregunto si lleva pulso y me dice que 160. Yo estoy a 170, una burrada para un entrenamiento.
Ahonda mi miedo cuando afirma que lo suyo es subir. No me extraña, pesa sesenta y pocos kilos. Y menudas patas, muchacho. Me lleva frito.
A la cima del Cabezo de la Plata me ha sacado casi un minuto. Llego al PM destrozado, menos mal que ha parado a beber agua y comer algo, se me abren los cielos. Bebo algo fresco que nos dan desde el coche de apoyo, mis bidones parecen agua para infusión, si llevara un saquito de té se hace seguro.
Comenzamos la bajada y la bici me hace extraños, llevo demasiado perfil en ambas ruedas para este día de aire. Tengo que aflojar. Aún así en el llano de La Tercia me acoplo y recupero el tiempo perdido. Este terreno es el mío, aquí los kilos ayudan. Le espero para compensar. Juanan, vamos empate.
La subida al Garruchal es dura pero el viento a favor ahora acompaña, alcanzamos la cima juntos y volvemos a parar a hidratarnos. Ahora sí que pica el sol. Somos lagartijas. Hablamos de culebras. Hablamos del secarral que vemos hasta donde alcanza la vista. Y pensar que hay guiris que viven por aquí. Bajamos tranquilos, el viento juega malas pasadas y la carretera está bacheada.
Por fin llegamos a Algezares, el semáforo se alía con nosotros para tomar un último respiro antes del final de la etapa. En mis patas más de 50 kilómetros contra los elementos y contra las patas de Juanan. Arranco tranquilo, me pongo tras él y espero su ataque. Pero no, no ataca, vamos vacíos. Veo el momento, antes de la primera curva de entrada en el recinto de la parte baja del Santuario. Me pongo de pie, no quiero mirar el pulso pero de reojo veo 190. Ni en las pruebas de esfuerzo he subido tanto.
Oigo a Juanan detrás, jadeando. El viento es de nuevo criminal, impidiendo avanzar al ritmo que se supone deberíamos por el trabajo realizado. La recta antes de la última curva sopla a favor y veo que me escapo un poco hasta que, de nuevo giramos y la bofetada es demoledora. Voy a poco más de 10 kilómetros por hora y el corazón se me sale por la boca. Aún así me vienen fuerzas de a saber dónde y aprieto un poco más. Pico de 194bpm, el mayor que recuerdo en mi vida deportiva.
Juanan ha sido un durísimo rival, de verdad que cuando estábamos por el Cabezo de la Plata pensé que me limpiaba la capaza. Ha sido un placer colaborar a este EcoReto que me ha lanzado la buena gente de Ecomensajeros y que todo el mundo conozca su labor por el fomento de la bici.
Nos vemos en la próxima.
¡Gracias!