El futuro de las ciudades

El gran astrofísico Stephen Hawkins decía que la inteligencia no es más que la habilidad de adaptarse al cambio. Y si ha habido en la historia una época de cambios profundos tengo serias dudas de que alguna pueda compararse en intensidad a ésta que tenemos hoy frente a nuestros ojos.

Toca evolucionar por dentro, por fuera, empresarialmente, conceptualmente. Va a cambiar la música, el arte, el cine, la cultura y los medios de comunicación. Está cambiando nuestra cohesión familiar, nuestra forma de trabajar y de relacionarnos. Y también van a cambiar nuestras ciudades. O más nos vale.

Es probable que la movilidad sea inicialmente la primera de nuestras acciones recurrentes afectada. Me temo que el teletrabajo, que tan buenos resultados está demostrando, vaya perdiendo protagonismo en algunas empresas con ciertos jefes y empleados obsesionados con el presencialismo, conocido archienemigo de la productividad.

La contaminación, que actualmente se encuentra en mínimos históricos, podría volver a repuntar con una fuerza inusitada provocando, como está ya demostrado, devastadores efectos multiplicadores en la letalidad del Covid-19. Antes de volver a subirte a tu coche el próximo día que vayas a trabajar, piensa si pudieras realizar ese mismo trayecto andando, en bici o en transporte público, los tres grandes olvidados. Esos gestos cotidianos que deben repensarse alejándolos de la anterior inercia.

Sé que no siempre es algo sencillo o fácil en el inicio, por ello es un momento clave para que ciudadanos y  entidades públicas locales, regionales y nacionales miren fijamente hacia delante y nos los pongan a todos más fácil. Desde la Red de Ciudades por la Bicicleta hemos lanzando un plan de choque consistente en los siguientes puntos, que te invito a leer con tranquilidad y afán constructivo.

Ampliar las redes ciclistas, reabrir los sistemas de alquiler, coordinar los semáforos para priorizar peatones y ciclistas, conseguir ciudades 30 y hacer respetar los límites de velocidad, facilitar espacios de aparcamiento seguro, impulsar los servicios de ciclo-logística, puesta en marcha de ayudas para la compra de bicicletas, actualización de la normativa, planes locales y regionales de impulso económico de este sector, formación vial en las escuelas e institutos y, como guinda y si fuera posible, nombrar una figura responsable de la coordinación interadministrativa de todo lo anteriormente expuesto.

Porque la bicicleta no contamina, no hace ruido ni provoca accidentes graves, es flexible y no ocupa espacio público, que tan necesario y escaso ha demostrado ser en nuestras urbes estos días, totalmente desbordadas de gente saliendo a la calle. La bicicleta además genera salud física y emocional, es económica y, en estos momentos y aunque duela decirlo, facilita el distanciamiento físico.

Es la hora de la bici. ¿Te apuntas?

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de mayo de 2020

Lo que nunca olvidaremos

Habían pasado escasos veinte años cuando contra todo pronóstico se volvió a repetir la situación más dantesca vivida hasta entonces en la Historia. La Primera Guerra Mundial acabó en 1918, involucrando principalmente a países europeos, provocando millones de muertos civiles y militares, dejando naciones al borde de su bancarrota o desaparición y consiguiendo un destrozo de proporciones bíblicas a todos los niveles. Pues en 1939 la cosa se puso en marcha de nuevo. Pero a peor. La Segunda Guerra Mundial enfrentó a los mismos y otros muchos más estados en la contienda, generó infinitamente más bajas (que ya es decir) y originó unas secuelas en forma de consecuencias sociales y económicas que perduran hasta nuestros días, casi un siglo después.

Porque está comprobado que el ser humano olvida todo, lo cual por un lado es una bendición, pero por otro también es capaz, como lo expuesto arriba, de repetir lo patético. Quedémonos hoy con lo primero: Antes o después todo esto que estamos viviendo pasará, como siempre sucede y siempre ha sucedido. El pasado se deja de lado y seguimos a lo nuestro con mayores o menores destrozos interiores y exteriores, persiguiendo un futuro que desfila ante nuestros ojos mientras suelta la mano a la mente y los recuerdos.

Escribo esto recién llegado a casa de hacer la compra mensual y me siento en el teclado algo afectado tras dejar el carro en cuarentena y cargado hasta los topes en la puerta. Solo vi caras tristes por la calle, gente separándose unos de otros, algo irreal en este país de los abrazos (esta ciudad, esta familia), qué difícil la distancia social aquí, queridos compañeros de viaje mundial. El guardia de seguridad de la entrada nos va dejando pasar poco a poco, los compradores nos evitamos en los pasillos, los cajeros y reponedores se lavan las manos compulsivamente, todos somos sospechosos. Afortunadamente no hay desabastecimiento y adquiero sin problemas prácticamente todo lo que iba buscando. Lo que no esperaba encontrar era este escenario de realidad distópica y peliculera. Cuesta creer que estamos realmente viviéndolo.

Pero todo mejora a las ocho de cada tarde, la España de los balcones dando la vida, organizándose de manera ejemplar, sacando magistralmente partido a los dos metros cuadrados más cálidos de cada casa en estos tiempos. Aplaudiéndose unos a otros, saludándose y deseándose un buenas noches, hasta mañana, mucho ánimo, un día menos.

Sobreviviremos a esto, conseguiremos una vacuna, saldremos del aislamiento y renaceremos económica y socialmente.

Pero nunca olvidaremos la distancia, el miedo y sentimiento de culpabilidad. Eso se queda.

Pero eso no mata. Y lo que no mata nos hace más fuertes.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 de marzo de 2020

Generación Coronavirus


NOTA:
Leer con la siguiente música de fondo: “Host of Seraphim – Dead can Dance” (LINK)


¿Cuántas veces habíamos sentido hasta hoy que algo sucedido en nuestra vida nos había cambiado profundamente? ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos que esta o aquella situación nos hizo crecer como persona, nos dolió como nunca, nos pasó por encima? Qué cosas, ¿eh?

Echando la vista atrás parece que cualquiera de aquellas historias se pierde en la niebla del recuerdo, pasando a un escalón menor de importancia en comparación con lo que estamos viviendo en nuestras carnes estos días, momentos de irrealidad que parecen sacados de una película, calles vacías a las que volver llenándolas, familiares y amigos a los que se nos acumulan los abrazos que les debemos, cervezas que se calientan pendientes de tomar en compañía, un Sol que pagaríamos por minutos, paseos que ahora valen oro…

De repente, porque el leñazo ha sido de tal magnitud y velocidad que aún estamos en shock, estamos obligados a priorizar, todo pasa a un segundo nivel. Ni en el mejor de nuestros sueños pensaríamos en estar encerrados en casa con nuestros seres queridos, aprovechémoslo, teniendo comida y compañía, pudiendo rescatar antiguos hobbies y haciendo en familia todo lo que no teníamos tiempo de hacer antes, porque trabajábamos tanto que necesitábamos demasiado ocio para compensar. Ha parado el ruido que no nos dejaba escucharnos a nosotros mismos. Es nuestro momento.

La metáfora perfecta de estar a distancia, asomados al balcón aplaudiendo a unos sanitarios que se están comportando a su habitual y altísimo nivel, saludando a gritos a los vecinos del barrio, apoyando a unos políticos que súbitamente cogen unos galones que no esperábamos, bravo por ellos. Bravo por todos. Bravo por nosotros que hace cuatro días estábamos planeando el típico futuro ajenos a todo. Bravo por nuestros hijos que siempre van por delante, disfrutando más que nadie de esta situación, y por nuestras mascotas que tienen claras las prioridades. Es tiempo de valorar lo que realmente merecía la pena de lo que teníamos, de lo que seguimos teniendo, de lo que no hacía falta. Hemos podido parar todo y no ha pasado realmente nada. La crisis de valores que teníamos deja en mantillas a la económica que viene, ya tendremos tiempo de echar números, de sufrir las inclemencias laborales, empresariales y todo lo que nos espera.

Recibo con los brazos abiertos la filosofía de la distancia, las creaciones culturales y el baby-boom que nos viene, ojalá, recibo encantado la nueva organización y la futura generación Coronavirus: personas nacidas de esta cuarentena, nuevos modelos de empresa y pensamiento generados tras este aislamiento, los niños del Coronavirus, los empresarios del Covid-19, la nueva sociedad.

Que venga, lo torearemos como siempre.

Saldremos reforzados y espero que cambiados.

A mejor y en mejor compañía.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
18 de marzo de 2020