En plena época del social media, bombardeados con propuestas por tierra, mar, aire e internet, pienso en las tarjetas de visita. Y pienso en ellas porque tengo una pila con 500 esperando a ser correctamente organizadas. Muchas de ellas son llamativas, y no lo digo por lo que ofrecen o proporcionan, me refiero, simplemente a esas tarjetas diseñadas con el Paint, con una foto desenfocada, con tres tipos de fuente diferente, con las letras torcidas, esas que están mal recortadas, con colores estrambóticos o imagénes prediseñadas. No me considero ningun pijeras en el asunto pero es una lástima cuando una persona te gana en la distancia corta, que el recuerdo que te lleves a casa sea una horterada de proporciones bíblicas.
Creo que es mejor pecar de simple que de rebuscado. He visto tarjetas que vosotros no creeríais. Tarjetas con 20 logotipos, 6 direcciones postales, 4 números de teléfono, 7 páginas web y, en cambio, sin email. Uso tarjetas desde siempre, y espero seguir haciéndolo durante muchos años e intento que sean acordes a lo que pretendo transmitir con ellas. Creo que se trata de una inversión más que necesaria y siempre, repito siempre, merece la pena.
Las considero la extensión de uno mismo, así que, al igual que nunca tendrás una segunda oportunidad de causar una primera buena impresión, aprovecha el momento y deja huella..