Un paso mágico

Un paso mágico

Cuando entré a formar parte del grupo de patrocinadores del UCAM Murcia Baloncesto, hace tres temporadas, debo reconocer que conocía bastante poco del club y eso que siempre he sido seguidor del basket en general, además de ser el primer deporte en que me federé y competí a nivel amateur en las ligas municipales de Madrid durante algunos años, e incluso ya patrocinábamos con la empresa varios equipos locales de la región.

Nunca pensé dar el paso de colaborar con un equipo de la primera división profesional de ningún deporte, también debo reconocerlo pero, como todo en la vida, el esfuerzo da sus frutos y con el ímprobo trabajo que desarrollamos en la agencia, unido a la insistencia y el cariño de Antonio y José Miguel por parte del club pudimos por fin permitirnos afrontar la inversión publicitaria que supone dar un paso de este calibre. Un paso mágico.

Recuerdo como si fuera ayer la rueda de prensa de la presentación con Felipe y Julia, siempre atentos y profesionales, en la que pedí que me acompañara un tal Tomás Bellas, del que no sabía más que llevaba mi número 7 a la espalda y que ha acabado convirtiéndose en buen amigo y con el que tengo la suerte de seguir compartiendo buenos momentos personales. No imaginaba en ese momento que acabaría yendo a todos los partidos de todas las temporadas, sacando tiempo de debajo de las piedras para ir enganchándome a un equipo que iba dando tumbos deportivos en una travesía en el desierto de la ACB que lo tuvo a las puertas de los playoffs, con papeles discretos en la Copa del Rey y la Champions League, pero sentando las bases de lo que este año ha acabado saliendo a la luz, con el trabajo de unos excelsos gestores técnicos, deportivos y creativos como son Sito, Alejandro y Juan Pablo, una memorable temporada en la que hemos disputado la Final Four de Belgrado y nada menos que la finalísima de la Liga Endesa al todopoderoso Real Madrid, después de eliminar con enormes dosis de épica al Valencia y al Unicaja Málaga, nada menos.

Un equipo, liderado por el incombustible, excelente persona y eterno capitán Nemanja, que ha movilizado a toda una ciudad, ha ilusionado a toda una región que ha llenado continuamente el Palacio de Deportes, que ha vibrado con la calidad y los cojonazos de Rodions, Dustin o Dylan, por nombrar tres de todos los guerreros que se han partido la cara, incluso literalmente estos días y que ha sabido degustar el buen baloncesto que nos espera a los murcianos a partir de ahora. Un club en el que desde el primero al último ejecutan a la perfección su papel, un abrazo enorme desde estas líneas para toda la familia Mendoza y cómo no, para Lucas, Jose Manuel, Mariano, Carlos, Tozé o Estefanía, entre tantos otros.

Personalmente me siento feliz de haber enganchado a mis hijos, a mis hermanos y a mi padre, que se han hecho todos fans de este UCAM Murcia que es también una familia, realmente, de la que todos nos sentimos parte. Orgulloso también de haber contagiado a otras empresas amigas y clientes a unirse al barco de los patrocinios que tanto aportan a la sociedad y al deporte en todos sus estratos, también muy contento especialmente de que me haya recibido con los brazos abiertos el selecto club de patrocinadores/animadores con el que hemos disfrutado de inolvidables viajes y memorables previas: José Luis, Víctor, Miguel, Enrique, Julio, Juan Antonio, Iñaki, Ángel, Juan Carlos, Alberto, Emilio, Raúl, Ramón, Fran, Ginés, Antonio, Marcos…

Me va a faltar algo estos meses de descanso sin la rutina de los partidos, sin los nervios de la competición, sin las previas, sin los viajes y sin ese gusanillo que te recorre el cuerpo cuando sientes que eres parte de algo mucho más grande que tú, compartido con la gente a la que quieres y que de vez en cuando, además te da una alegría. Como si hiciera falta, que no la hace, pero a nadie amarga un dulce, qué demonios.

Estoy contando los días para la temporada que viene, para volver a nuestro pabellón, para dar abrazos y choques de manos a tanta gente con la seguir sumando momentos inolvidables y pasos mágicos que juntos, saben todavía mejor.

El último baile

Antes de que Andrés Montes y Antoni Daimiel renovaran la manera de ver el baloncesto NBA para la audiencia española de este siglo, hubo una figura llamada Ramón Trecet que a los del pasado nos sacaba de la cama a deshoras con su “Cerca de las estrellas”. Suelen venirme a la mente habitualmente esos rótulos sobreimpresionados a prácticamente pantalla completa con el nombre de los contrincantes, marcadores y tiempo de juego. Qué arte gráfico el de los 80.

Pasaban por nuestras televisiones de tubo a intempestivas horas los míticos equipos y jugadores con los que forrábamos nuestras carpetas y queríamos imitar en los recreos mediante rudimentarios concursos de mates y triples: Lakers, Celtics y Pistons, principalmente. Había otros, sí, pero en mi opinión estaban lejos, muy lejos. Quizá los Atlanta Hawks y como mucho Utah Jazz. Pero por encima de todos estaba el irrepetible Michael Jordan y sus Chicago Bulls. Más aún para un crío de 14 años como tenía yo en su primer anillo.

Netflix ha lanzado “The Last Dance”, un documental que trata magistralmente todo esto, desde diversos ángulos narrativos, con el deporte como hilo conductor pero aderezado con todo lo que no ven las cámaras a pie de cancha: dramas familiares, problemas personales, envidias, celos, anécdotas, peleas, dinero, desgracias propias y ajenas, lucha de egos y muchos complejos orbitando alrededor de la enorme figura nacida en Brooklyn. Y yo sin saberlo cuando el año pasado me compré su gorra en NYC.

Sorprende en primer lugar que este infinito metraje de abismal calidad a nivel relato haya estado oculto todos estos años, hablamos de un periodo de tiempo que principalmente abarca desde 1991 a 1998, aunque los saltos necesarios para entender ciertas tramas laterales pueden llevarnos muchas décadas atrás. Se trata de una delicia visual, no solo por la calidad y definición en sí unas las imágenes grabadas hace treinta años, sino por la inmensidad cinematográfica de escenas, tomas, planos y secuencias, dignas del mejor director actual, que dibujan a “His Airness” afrontando su último baile con tanto paso firme como tropezones. Diez capítulos que valen su peso en oro, mostrándonos qué diferente es lo que se vive dentro y se siente fuera de la cancha. Una joya como pocas en los últimos años. Solo por estas diez horas merece la pena pagar un año entero de esta plataforma de streaming.

Aún temblando tras disfrutar la última entrega, lanzo esta moraleja: Qué bueno debe ser saber cuándo será tu último baile. En cualquier faceta de la vida.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
20 de mayo de 2020