Parecía que no iba a llegar nunca pero ya lo tenemos aquí. El final de 2020 está a la vuelta de la esquina y, como a un clavo ardiendo, pensamos agarrarnos al que viene en un gesto ninja que evite lo pasado y nos plante con triple mortal, tirabuzón, corbata y traje de estreno, frente a 2021. Como si fuera posible el plumazo, carpetazo, borrón o cuenta nueva, pelillos a la mar y aquí no ha pasado nada. Porque si te pones a evaluar los daños con los que dejamos atrás este año más nos vale tirarnos al pacharán, los mazapanes y a esta Navidad por fascículos y a distancia que nos ha tocado vivir.
Nos queda la salud, diremos, que no es poco, la vacuna como premio gordo de una lotería que nunca toca ni falta que hace, tocar queremos a nuestra gente, tomar aire (y echarlo) sin sentirnos culpables, sin mirar de reojo ni gesticular raramente porque el tío que va delante amaga un estornudo. Que a nuestros hijos les sonrían algo más que los ojos. Qué faros. Iluminando en círculos lo que en trescientos sesenta grados nos ha rodeado, viéndolo pero sin tocarlo, sintiéndolo cerca, al alcance de unas manos hartas de gel hidroalcohólico y que no pueden agarrar más que zarpazos estúpidos al aire.
Se va un año en que, crueldad extrema, hemos tenido que contar nuestros amigos, hemos controlado los impulsos y nos hemos recogido por fuera, nos hemos sumergido en vídeos de conciertos y echado las manos a la cabeza por lo que éramos y no valorábamos, echando de menos hasta las cosas que no nos gustaban y entendiendo por fin que quejarnos de lo que no teníamos era tanto o más egoísta que menospreciar lo que de serie traíamos bajo el brazo.
Es hora de sacar la balanza, de borrar y mirar adelante, de vídeo llamadas, sufrir en silencio, de servir a otros, ofrecerte, de cambio de cepas, entregarte, de ser egoísta y generoso (créeme que se puede), de emborracharnos envueltos en papel higiénico, aplaudirnos, resistiré, incomunicarnos, tocar la guitarra. Hora de hacer postres, comerlos y regalarlos, hora de test lentos, criticar sin daño, de todos en casa, todos fuera, de todos juntos pero separados, de familias y burbujas, de puñeteras estadísticas, de PCR, balcones y de valoraciones desde lejos, de ir sin moverte al colegio, al instituto o al trabajo.
Por un 2020 siete veces mejor que 2021. Lo encaro agradecido, dejándome la piel en lo que creo y tratando con ternura las vidas que toco, como si todas tuvieran que acabarse a media noche: no pienso cambiar la cantidad de cosas buenas que me han pasado en la vida por tratar con respeto y educación a la gente.
Ojo, que el próximo puedes ser tú.
Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
23 de Diciembre 2020