Todos solemos usar frases hechas para intentar definir las cosas que nos suceden, tirando de tópicos involuntariamente sin pararnos a pensar en la profundidad que habitualmente transmiten los dichos o refranes de los que el castellano está plagado. ¿Quién no ha dicho alguna vez aquello de “ese día me cambió la vida”, y la vida, sin embargo, siguió igual que antes? No escribo esto con afán crítico, más bien con intención de elegir cuidadosamente las palabras que usamos, sirviéndonos así mejor del amplio léxico que a nuestra disposición tenemos los que usamos la lengua de Cervantes.
Hace pocos días se cumplieron tres años de un tropezón (iba a escribir escalón, pero no) que sí cambió nuestras vidas (y de qué manera), especialmente la de Pablo, nuestro hermano, hijo y amigo, cuando aquel fatídico accidente le dejó en coma. Ya lo he contado muchas veces y me sigue costando tragar saliva cada vez que me viene a la cabeza: un coche le pasó por encima cuando volvía de trabajar en bici camino de su casa.
Han sido tres años de infinitas pruebas, dolores, operaciones, llantos, depresión, rehabilitación, enfados, secuelas y frustración. Pero también han sido tres años de superación. De comportamiento ejemplar, de lágrimas de alegría. De victoria y por encima de todo, de una sonrisa contagiosa como ella sola. Tres años de objetivos cumplidos y de objetivos anulados. Para eso existen, para cambiarlos. Siempre lo hemos dicho, ¿verdad Pablo?
Con una incapacidad total revisable cada cierto tiempo, no puede trabajar de lo que trabajaba antes pero sí en otras cosas (la buena noticia es que le han quitado la absoluta que le impediría prácticamente hacer cualquier cosa) se debe enfrentar ahora a su nueva vida. Se ha ganado la adaptación curricular en la Universidad, donde estudia Trabajo Social, y se ha metido entre cejas acabar la carrera lo antes posible. Está realizando un curso de fotografía y, será que le veo con ojos de hermano mayor, pero le está cogiendo el punto al asunto deportivo. En su blog, con su voz, puedes ver sus progresos.
Se ha sacado el carné de conducir, ya tiene coche propio y no depende de nadie para moverse. Tus familiares te lo agradecemos, Pablo. Como guinda, se ha apuntado a mi gimnasio y me temo que en menos que canta un gallo me va a dar sopas con onda. Qué gusto, pijo.
Ya sabes su historia, si te lo encuentras por la calle y te sonríe será tu día de suerte, lo de Pablo no es de este mundo.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
31 de octubre de 2018