No es fácil hacerse adulto. Primero aprendes a andar, a hablar, a relacionarte. Te dan de comer, te limpian, te llevan de un sitio a otro. Más tarde comienzas a pensar por ti mismo, a moverte, a seleccionar. Llegan los amigos, las ideologías, las costumbres, la rebeldía. Luego te estabilizas, aceptando como tuyos algunos de los conocimientos adquiridos, moldeados para que se adapten a tu forma de ser, otros sirven justo para lo contrario, para saber que nunca irás por esa senda. También hay otros prismas, otras perspectivas. Somos evolución, pero también somos firmeza. De lo que no hay duda es que para convertirte en un ser maduro antes debes pasar por la adolescencia.
Los resultados de las elecciones son un fiel reflejo. Se trata de una preciosa situación que acarrea una gran responsabilidad política para nuestros representantes, a los que les toca estar a la altura. Una ocasión única de que España sople una vela más, apagándola, mirando hacia delante, que siga cumpliendo años esta democracia del sur de Europa (con perdón) todavía tan joven. Son buenas noticias para todos, el bipartidismo no está muerto, los nuevos partidos no están desaparecidos. Los primeros tienen una vida extra, los segundos están aún en pañales. A su alcance seguir creciendo, mirándose en el espejo de sus mayores para imitar sus virtudes y prevenir sus defectos.
Ni en las redes sociales ni en los medios de comunicación está la verdad. Ni en nuestros corrillos de amigos ni en los grupos de whatsapp los auténticos resultados. El domingo votaron más de 24 millones de personas. Piensa por un momento en la brutal muchedumbre. La inmensa mayoría de esta gente tiene serios problemas a diario que vuelcan únicamente en familia más cercana, si es que la tienen. Cero amplificación. No les afecta el Brexit ni la prima de riesgo, ven otros programas de televisión, tienen diferentes ídolos, son otras sus series preferidas, leen libros que nunca comprarías. Sus votos son tan válidos como el tuyo y confían en que sus complicaciones serán resueltas por los partidos que han elegido.
Criticar el voto del vecino es ruin. Es mezquino. Es estúpido. Y es injusto. Que no entendamos los motivos es un motivo suficiente en sí mismo para intentar descifrarlos. Tampoco entiendo la física cuántica ni la fe religiosa y por ello no me considero capaz ni autorizado para ponerme a reprobarlas. Dejemos de mirarnos el ombligo.
Nuestro país está evolucionando y más vale que los votantes lo asumamos. La situación electoral actual es un regalo que nos ha dado la historia y estoy seguro que sabremos disfrutarlo. Lo cual no quita que la Ley Electoral de nuestro país necesite una revisión con urgencia.
España es adolescente. Está aún creciendo. Y madurando. No es fácil hacerse adulto.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 29 de Junio de 2016
Fecha original de publicación:29 junio, 2016 @ 11:20