Formación continua

De todas las clases que he impartido en mi vida (por encima ya de la centena) pocas como aquellas en que consigues involucrar al público. Sea por el motivo que sea hay veces en las que quizá tú estás inspirado, ellos están entregados, o vete tú a saber por qué, pero la cosa fluye y se convierte en mágica. En algunas sesiones formativas se llega a establecer una intensa conexión entre profesor y alumno que habitualmente desemboca en un triunfo a dos bandas que puede por momentos invertir incluso los papeles. Recuerdo haberlo sentido bastantes veces en la carrera y me muero del gusto cuando ahora puedo ser culpable de algo parecido en las personas que se me ponen delante a la hora de exponer.

La experiencia, permitidme la presunción, hace acto de presencia en las clases que imparto: Coge el volante y decide qué carreteras tomar, cuáles evitar y dónde parar a repostar, permitidme la metáfora. Formar es un viaje y así suelo tomármelo. He tenido la suerte de tener enfrente a auditorios de todo tipo: gerentes, niños, jóvenes, desempleados, profesionales, empresarios o una mezcla de todo. He tenido salas con centenares de personas o sesiones particulares y personalizadas con sólo dos alumnos. Aún me tiemblan un poco las manos y las piernas cada vez que comienzo, cada vez que me presento, cada vez que miro por primera vez sus caras.

Pero entre todas las audiencias mi preferida sin duda son los profesionales de cualquier sector concreto, esos que saben el alfa y el omega del mismo, lo conocen absolutamente todo del día a día de su desempeño laboral, siendo verdaderos doctores en lo suyo. Y en nada más que lo suyo. Los sacas de ahí y están desnudos totalmente. Cualquier profesión colegiada sirve de ejemplo. Los dentistas, por elegir un colectivo que conozco bastante, son una clara muestra. De dientes para adentro no tienen rival. Y todo el mundo, lógicamente, espera eso de ellos cuando al ponerse en sus manos. Pero de gestión, comunicación o marketing ni idea. Cambia dentistas por abogados, arquitectos o cocineros. Y es este público el que posiblemente mejor asimile los conocimientos impartidos, puesto que podrán aplicarlos al día siguiente en su trabajo. Son, además, de lo más agradecido.

Todos tenemos enormes carencias en aquellas facetas que por cualquier causa no nos interesan lo que debieran, no nos hemos parado a analizar o directamente no nos renta dedicarle el escaso tiempo del que disponemos. Y así debe ser.

Por ello y por siempre, viva la formación y vivan los formadores. Aquí el que escribe está estudiando continuamente. ¿Y tú?

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
20 de febrero de 2019