Galopando en BlaBlaCar.

Antonio tiene un caballo. Antonio viaja mucho en coche. Antonio no controla mucho de tecnología así que su mujer le gestiona BlaBlaCar, esa aplicación móvil para compartir viaje. Nos ponemos en situación. El domingo será el Día del Padre. Estoy en Sevilla de trabajo todo el fin de semana y tengo comprado un billete de avión para volver a casa a media tarde. No hay otra opción para llegar antes, ni tren ni autobús. Así que saco el móvil del bolsillo, olisqueo un poco y resulta que tengo suerte. A las 8:20AM saldrá el BMW-X1 de una chica dirección Murcia. Hora prevista de llegada: 14:30. Toma ya, perfecto. Reservo una plaza en ese coche y de paso mesa para comer con mi familia y celebrarlo.

Confirmo por whatsapp con la chica y me dice que hay otra viajera que también quiere llegar a comer, así que seremos puntuales. Un poco más tarde pregunta si no me importa que en lugar de ella el viaje lo haga su marido. Me sorprende, soy novato en BlaBlaCar pero respondo que ningún problema, yo sólo quiero llegar a comer, añado.

El domingo por la mañana confirmamos de nuevo por whatsapp hora y sitio. Y entonces comienza el show. Aparece Antonio en una tartana. Una tartana de hace veinte años con remolque. Un remolque de animales. Y un caballo dentro. Nos presentamos y le pregunto a qué velocidad podemos ir con semejante composición vehicular. Me dice que a 90 o 100. Vaya tela Antonio, a esa velocidad tardaremos una eternidad en hacer los más de 500 kilómetros que tenemos por delante. Y no llegaremos a comer. Pues sí, me dice, ha habido un cúmulo de imprevistos. Lo siento. Parece sincero. Para acabar de arreglarlo la otra chica llega tarde porque por error la convocaron a las 9:30.

Por fin salimos y en las innumerables cuestas del camino no pasamos de 50. Metro a metro me voy desesperando. Pero no se vayan todavía, aún hay más. Tenemos que parar en Granada a recoger a otros dos viajeros. El rodeo es monumental. Y no, no vienen hasta Murcia. Uno se queda en Puerto Lumbreras y otro en Alhama. Cuando el cabreo rebosa mi vaso mental, se derrama y entonces me calmo, tomándomelo a coña. Cancelo la comida y con mi mujer acordamos una merienda-cena. Antonio propone que saquemos los pies por debajo como los Picapiedra para llegar antes. Risión. Estoy seguro de que es un buen tío, pero no se puede jugar con el tiempo y la vida de la gente. Aunque pagué por adelantado pondré una queja en BlaBlaCar. Errores o imprevistos, los que hagan falta. Mentirijillas las justas.

Rascando resulta que tenemos amigos comunes y encima hemos quedado como casi colegas. Seguro que coincidiremos algún día, a caballo, en bici o tomando cañas. Llego a casa a las cuatro de la tarde, mis hijos me reciben con regalos y se me olvida todo. Mi mujer llora a carcajada limpia. Convertimos en cena la comida del día del Padre y arreglado. Tampoco fue tan grave. Quizá me calenté de más pero no me gusta que jueguen con mi tiempo ni me tomen por tonto.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 22 de Marzo de 2017

En el cielo más que en la tierra.

No había cumplido cinco años cuando mis padres me subieron a un avión por primera vez. Como podéis imaginar no recuerdo nada de aquel vuelo inaugural aunque sí tengo grabado para siempre cómo fui yo solito a Madrid en un tren con ocho. El revisor pasaba cada cierto tiempo a preguntarme qué tal iba la cosa. Debía verme poco, la verdad, correr entre los vagones era más divertido que mirar por la ventana. Eran otros tiempos. En Chamartín y sin móvil me recogería mi madrina. Recolecté varios ejemplares de esos libros que antes regalaba Renfe. «El as de bastos» se titulaba, cómo olvidarlo. Me sirvió de regalo a mis mayores durante una larga temporada. A fuego también tengo en el cerebro las frases que sonaban por megafonía durante el recorrido: «Señores viajeros, próxima estación Alcázar de San Juan», «Ladies and gentlemen next stop…», «Monsier voyageurs prochaine gare…» y «Meine damen und herren…» Siempre me ha sorprendido por qué «estación» en alemán no se me grabó. Cuatro idiomas nada menos. Globalización. Un tren moderno y cómodo. El mismo, literal, que tenemos todavía para ese trayecto en el que tantas veces desayuno. Podría haber dejado en los ochenta un mensaje a mi yo del futuro y aún estaría bajo la espumilla de algún asiento.

Las cosas han cambiado, del suelo subimos al cielo y ahora es más barato volar a Dublín desde casi cualquier punto de España que ir en AVE de Zaragoza a Málaga. Tengo en el móvil diez billetes de avión para las próximas cinco semanas. Mañana a Pamplona (curso con Gestión Dental Integral para dentistas navarros), el jueves que viene a Sevilla (Junta Directiva y comisiones de trabajo de la Red de Ciudades por la Bicicleta) y a la Ciudad Condal iré dos veces antes de Semana Santa (clases de Comunicación Online en la Universitat de Barcelona). Faltan vuelos aquí, pensarás, pero tiene su explicación. Para ir a la capital andaluza desde Murcia sale más barato y rápido surcar los cielos desde Alicante haciendo escala a la ida en Palma y a la vuelta en Ibiza. Rara combinación pero intento evitar las infinitas horas en trenes sin enchufes que parecen sacados del Pony Express.

Volar curte, hubo una temporada en que, por la falta de costumbre, cogí de nuevo miedo a hacerlo, pero aterrizar en el mítico Sondika, ir a Badajoz en un autobús con alas y hélices, llegar a París horas después de los atentados de la sala Bataclan, volar a Berlín y Ámsterdam en menos de un mes o cruzar seis veces el charco hizo que el pavor volara, nunca mejor dicho, lejos de mi cuerpo. Eso sí, las turbulencias siguen dándome un intenso dolor de barriga, ese que no se te va hasta que no aciertas a descifrar si las caras inexpresivas de las azafatas (azafatos) transmiten tranquilidad o están tragando saliva. Os paso un sencillo truco: si siguen vendiendo lotería de Ryanair, es que no hay nada que temer.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 8 de Marzo de 2017

El tiempo en la vida de barrio.

Cuando vivía en Madrid el tiempo era diferente. Estoy escribiendo esta columna y aún no tengo claro si me cundía más o menos que ahora. Vamos a analizarlo.

Cuando vivía en Madrid tardaba más en llegar a la boca de metro más cercana a mi casa de lo que en Murcia tardo en plantarme en la silla de la oficina. Y luego el viaje propiamente dicho: un par de transbordos y otra caminata tras salir de nuevo a superficie en el barrio de destino. «Correr y atravesar mil vidas grises de gente gris», que diría alguien.

 

Cuando vivía en Madrid comía de tupperware encima de la mesa del despacho porque era inviable pensar en salir a comer fuera. Prohibitivo económicamente en tu primer trabajo e inviable por el tiempo que necesitaría para ir y volver. Los horarios de trabajo eran interminables, entrar de noche, salir de noche. Eso sí, hice algunos de mis mejores amigos.

Cuando vivía en Madrid se me iba en alquiler cerca de la mitad del sueldo, en transporte otro pico. Y qué decir del tiempo perdido. Eso sí, leía mucho más que ahora. Paseos bajo tierra. También escuchaba más música. Y qué música.

El tiempo ahora en Murcia ha cambiado. El tiempo en la vida de barrio es llevar a los hijos al colegio de la mano en cinco minutos cruzando únicamente dos pasos de cebra, utilizar transporte privado sólo cuando es estrictamente necesario y poder salir con quince minutos de antelación para llegar andando a paso ligero a una cena en cualquier punto de la ciudad. El tiempo en el barrio es que el panadero te lleve el pan a la puerta de casa,  que un cliente te regale una bolsa de tres kilos de naranjas o pasar una tarde entre semana en el centro. Que los camareros te pongan el café con leche fría en vaso grande con sólo un contacto visual, que la vecina te pida recoger del cole a sus hijos porque se le ha complicado un asunto. Y viceversa. Esto es vida de barrio. Con sus enormes ventajas. Y algún «inconveniente» como tardar veinte minutos en recorrer los doscientos metros de distancia entre Santo Domingo y la Catedral.

Sí, en Madrid hay una inmensa vida cultural, gastronómica, nocturna y lo que quieras. Está bien cuando eres joven.  A nuestra edad no sales de tu barrio, que es más grande que casi cualquier capital de provincia. Y no te mueves. Vida de barrio, entonces. Prefiero ir de vez en cuando y disfrutar la capital con billete de vuelta.

Para vivir en un barrio de Madrid prefiero mi Murcia. Mi barrio y mi gente.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 1 de Febrero de 2017

Los zarpazos del Tigre Celta.

El conductor de autobús que nos llevó desde Dublín a los acantilados de Moher lleva dieciséis años viviendo en Irlanda. Nació en África, vivió en el norte de España y conoció a su mujer irlandesa en Francia. No hay duda de que algo de bagaje internacional tiene. Además le gusta la historia del país, lo que sirvió para ir amenizando continuamente el largo trayecto que supone atravesar Irlanda de costa a costa. Ruta en la que puedes sentir hasta qué punto puede algo ser verde y ver la gran diferencia entre ambas riberas. Por ejemplo en el clima: si ya en Dublín hace frío (al menos para un murciano como yo) en Galway y la orilla atlántica se te hielan los dedos y eso que aún estamos a finales de otoño. El acento es otro problema, piensas que puedes defenderte fácilmente en inglés hasta que te cruzas con un taxista que murmura balbuceando algo parecido al élfico. Y claro, un misunderstanding lo tiene cualquiera.

Los zarpazos del Tigre Celta - Nacho Tomás - Un tuitero en papel - La Verdad de Murcia

Irlanda, famoso por sus cervezas y whisky, no vende alcohol fuera de pubs y supermercados. No puedes tomarte una birra mientras comes un «fish and chips», al parar en un área de servicio de la carretera (Barack Obama Plaza se llamaba la nuestra, el ex-presidente tiene antecedentes irlandeses) o en la cafetería de un lugar turístico. Alguien me dijo al pasar por una preciosa aldea costera: «Es un pueblo de bebedores con un problema de pesca.» Puedo ahora comprenderlo. Mención especial merecen los pubs de la zona de Temple Bar, Grafton Street o, si tienes la suerte de tener amigos viviendo allí, Fade Street y otras calles menos famosas y quizá más auténticas. Para nosotros, que somos viajeros gastronómicos ansiosos de probar los platos locales, disponer de un apartamento propio (y barato) nos permitió ir al supermercado y preparar nuestro propio desayuno y sándwiches irlandeses. Menuda cocinera tengo.

No hay viaje en el que no nos apuntemos a un free-tour (visita gratuita y guiada por la ciudad) para hacernos una idea inicial que sirve de fenomenal orientación para decidir luego qué museos o lugares explorar más profundamente. Además, los guías se ganan siempre una buena propina, al menos por nuestra parte. Me llamó la atención la enorme cantidad de bicicletas por las calles, quedándome con las ganas de moverme en alguna, otra vez será. Preguntando a todo aquel con el que entablé una mínima cercanía intenté resolver sobre el terreno mis ancestrales dudas y hacerme una imagen lo más real posible sobre el conflicto entre católicos y protestantes, unionistas e independentistas, los puntos de vista de monárquicos y republicanos, las razones de los irlandeses del norte y del sur, las diferentes políticas liberales, socialistas y conservadoras llevadas a cabo en la isla, el triunfo del Tigre Celta con el que a zarpazos consiguió el milagro económico o su curioso sistema social y público, con un bajo desempleo, alto salario medio pero mucha gente durmiendo en la calle. Creo que aclaré mis ideas pero, como siempre, cada uno barre para su casa. Reveladora esta frase respecto al Alzamiento de Pascua de 1916: «Fue como ver la sangre fluir a través de una puerta cerrada.» Seguiré investigando, descifrar la historia no es sencillo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 30 de Noviembre de 2016

Fecha original de publicación:30 noviembre, 2016 @ 10:39

A París en bicicleta.

Cuando desde Villes Cyclabes me escribieron para participar como ponente en COP21 no acababa de creérmelo. Preparé una pequeña charla titulada: «Spain, a different way of cycling» que iba a ser presentada dentro de la Conferencia de Alcaldes, una de las muchas actividades paralelas de la gran cumbre del clima. Cuando ya tenía el viaje prácticamente cerrado recibí la mala noticia de que, al igual que otras muchas acciones, sería lamentablemente cancelada.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Torre Eiffel 2

Poco después, no creo en el destino pero mira, se pusieron en contacto conmigo desde Iberdrola, querían que participara en su acción #Just2challenge, un ambicioso proyecto que se propuso ir en bicicleta eléctrica desde Bilbao a París para concienciar sobre el cambio climático, apostando por limitar el incremento de la temperatura global por debajo de los 2ºC. Un núcleo de trabajadores de la compañía realizaría todo el trayecto (1.200kms) y algunos invitados, como ha sido mi caso, nos uniríamos en diferentes momentos.

(NOTA:Vídeo en alta velocidad de la llegada en avión a París. Aproximadamente 10 minutos de vuelo reducidos a 40 segundos. Si tienes miedo a volar, este vídeo te lo quitará.)

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Beaugency

Compartiendo charlas, experiencias y utopías con personas de Brasil, Escocia, Estados Unidos, México y España, valorando los diferentes puntos de vista sobre la contaminación, la movilidad y la sostenibilidad. Vuelvo a casa con la intención de comenzar a aplicar esos pequeños gestos que se convierten en grandes con la repetición. Y con la bicicleta como punto central de la estrategia. Como comenté en el post del proyecto:

“No será la única ni la más importante, pero seguro que la bicicleta es la herramienta que tenemos más a mano para luchar contra la contaminación.”

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Tirando en grupo

Tuve el inmenso placer de pedalear en equipo durante dos etapas completas, la de Beaugency a Rambouillet, por el Valle del Loira y la siguiente y última, hasta París. En total 180 kilómetros en una preciosa y utilísima bici eléctrica de 24 kilos de peso.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Pedaleando con Chema Martinez

Por convicción personal no encendí el motor ni un sólo segundo, así que imagina lo que es tirar de un artefacto pensado para ser asistido por su batería. ¿Soy tonto? Es muy posible.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Valle del Loira

Compartí una etapa con Chema Martínez, campeón de Europa de 10.000 en el año 2002 y subcampeón de Maratón en 2010. Una de esas personas que saben que se deben a la gente que les admira, haciendo de su vida un placer y contagiando a los que tienen la suerte de cruzarse con ellos.

Nacho Tomás - #just2challenge - París

Ya le conocía como atleta, ahora puedo decir orgulloso que le conozco como persona y no hay metales para calificarle.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Objetivo Paris

Llegamos a Rambouillet con 123 kms en las piernas y claro, estando con él, había que salir a acompañarle un rato a correr. Problema: por primera vez en mis viajes, olvidé las zapatillas de deporte. Solución: buscar una tienda y comprar unas de urgencia. Encuentro un Intersport y me decanto por un modelo de 12,95€ que me saque del atolladero.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Zapatillas de 12€

Ando como si llevara raquetas de nieve, son cómodas pero muy rígidas, qué más da. Chema se adaptó al ritmo del más lento, alargando su clase, e incluso se hizo una foto con nosotros y la subió a su cuenta de Twitter e Instagram. Lo dicho, un grande. Más todavía cuando al terminar me dice: «Nacho, ¿nos hacemos un sprint tú y yo?» No podía con mi alma pero a ver quién se niega a semejante oferta. Lo dicho, 500 metros apretando que me supieron a gloria. No los olvidaré nunca.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Con Chema Martinez corriendo

Al día siguiente afrontamos la última etapa, saliendo de Rambouillet con el objetivo de llegar a Paris para entregar el manifiesto al embajador de España en Francia, Ramón de Miguel, con el que me hice la foto friki del viaje.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Con el embajador

Para el recuerdo el momento en el que vimos aparecer la Torre Eiffel en el horizonte, a unos 15 kilómetros de distancia, a la altura de Versalles. A mí se me pusieron los pelos de punta, imagina a mis compañeros que habían comenzado el reto en Bilbao.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - De turismo

A la mañana siguiente aproveché para salir a correr bien temprano, de nuevo con las zapatillas más baratas del mercado, y de paso hacer turismo por París, mira que he estado veces en la capital francesa pero cada visita es diferente. Opera, Madeleine, el Sena, Sacre Coeur (en el que viví un momento místico oyendo cantar de madrugada a los monjes de la basílica)…

Nacho Tomás - #just2challenge - Trotando por París

…Notre Dame, Torre Eiffel, Montmartre, Centro Pompidou, Arco del Triunfo, el Louvre… en menos de 24 horas recorrí la ciudad entera paseando, en bici y corriendo.

Gracias al equipo de Iberdrola: Gonzalo, Mónica, Curro, Ignacio, Carlos F-G, Felipe, Chris, Amy, Carlos G, Homero, Elizabeth, Carlos S, Joaquín, Diego, Paco, Jon, Andoni… por hacerme parecer uno más. He conocido gente interesantísima con los que con suerte compartiré nuevas ideas, proyectos, eventos e ilusiones.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Saboreando la victoria

Salgo del hotel bajo una fina lluvia, hace frío y mientras espero que llegue el UBER que me trasladará al Aeropuerto de Orly veo a un mendigo que va descalzo, me acerco y sin pensarlo le regalo las zapatillas.

Ya dentro del avión me quedo un buen rato pensando mientras despegamos.

Nacho Tomás - #just2challenge - París - Pedaleando

 

 

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Amsterdam, la capital fácil.

Fácil es la primera palabra que me ha venido a la cabeza al recordar nuestro viaje.

Avión. Un hotel en Herengracht, Centraal Station, paseo en barco por los canales recién aterrizados, la calle Rokin, bicicletas, mapas mal doblados en los bolsillos, cervezas con una pareja de italianos cantando Vasco Rossi y Franco Battiato, andar, una cena en un argentino, dormir como troncos, bien abrazados, desayuno en una típica cafetería holandesa, Prinsengracht, alquilar unas bicis, la plaza Spui, una visita guiada, la Plaza del Dam, el molino Van Slote, el Begijnhof, comer patatas fritas, andar, canales grandes, una visita al Dampkring Coffeeshop, recorrer la ciudad y sus afueras dando pedales, Singel, visitar el barrio rojo, Van Gogh Museum, la calle Damrak, arenques en salmuera, el Mercado de las Flores, atar las bicis a una verja, tranvías, canales pequeños, café para llevar, la plaza Museumplein y las letras de I amsterdam, rodear la cadena al sillín de la bici, más cervezas, el barrio Jordaan, puentes, sentir/sufrir el Barrio Rojo, cenar tailandés, dormir a pierna suelta. Avión.

Todo esto se puede hacer en un fin de semana.

Álbum de fotos de nuestro viaje a Amsterdam

 

 

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La Sierra del Segura, desconexión total a tiro de piedra.

A menos de dos horas de Murcia y más o menos lo mismo desde Valencia, Alicante o Madrid tenemos la suerte de encontrar la Sierra del Segura (Sierra de Albacete), un enclave rural que por momentos te traslada a lugares tan distintos como el Atlas marroquí, la Sierra de Gredos o la Selva Negra.

He recorrido casi todos los municipios que conforman esta zona, en la que cuando te pierdes haciendo deporte te transportas a otro mundo, desconexión real, total, necesaria. No soy un experto en fauna y flora, aunque he visto plantas y animales únicos aquí.

En verano tienes ríos, en invierno tienes nieve, en otoño chimenea y en primavera los valles. Para disfrutar todo el año. Tienes de todo, te guste lo que te guste: deporte, micología, arte rupestre, cultura popular, senderismo, alfarería, gastronomía, vistas que quitan el hipo, encierros, cine…

Vamos a dar un repaso a algunos pueblos, te invito a acompañarme:

 

Elche de la Sierra: Alfombras de Serrín, o cómo una improvisada travesura de niños se ha convertido en tradición.

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Yeste: La Feria de Tradiciones, no puedo ocultar que por razones familiares, es una de mis preferidas. Mezcla perfecta de comida, oficios, animales y amigos.

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Socovos: Los aficionados a la arqueología tienen su espacio en la Sierra del Segura. Visita obligada al «Museo de los Fósiles», que realmente es la casa de un vecino, José Antonio Martínez, donde podrás contemplar 10.000 fósiles de diversos invertebrados de hace miles de años.

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Nerpio: Arte rupestre en estado puro, un viaje en el tiempo cuando tus ojos s cruzan con las manos de un cavernícola. Piénsalo, es maravilloso.

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Riópar: Qué puedo contar de un pueblo que tiene de uno de los sitios más bonitos del mundo: Riópar Viejo. Las mejores vistas de madrugada que puedas imaginarte.

 

Liétor: Cuando pienso en Liétor pienso en encierros, correrlos es una maravilla, mientras disfrutas de sus calles y sus gentes.

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Letur: Quizá uno de los pueblos más bonitos que he visto nunca, perdido entre la nada, con mil esquinas que recorrer y un charco en el que darte un chapuzón si llegas con calor.

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Molinicos: Si te gusta comer setas (micología) has llegado a tu destino, con La Casa del Nízcalo como referencia. Cuidado con ellas, ¡son peligrosas!

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Bogarra: La ruta de las esculturas es obligatoria, mezclando los diseños del hombre y de la naturaleza.

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Ayna: ¿Quién no recuerda a los míticos Saza y Resines en «Amanece que no es poco»? También llamada la Suiza Manchega.

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Paterna del Madera: Los senderistas encontrarán aquí una joya, con las rutas «VerdeNace».

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Más información en los siguientes enlaces:

Y si esta visita virtual no te ha dado ganas de visitar la Sierra del Segura, echa un ojo a www.sierradelsegura.com donde acabarán de convencerte.

 

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