Y esa luz.

Siempre hay alguien que de un tortazo nos devuelve a la tierra, nos pone en contexto, consigue que olvidemos las tonterías que nos rodean y hace que, de un plumazo, sintamos lo que debemos sentir, dejando de lado aspectos superfluos de nuestras vidas.

Hace cuatro días el directo a la mandíbula nos lo dio un chaval, a unos metros de donde estábamos, que decidió suicidarse colgándose de un balcón usando para ello sus propios pantalones. Así como suena. Más crudo escribirlo casi que vivirlo, la velocidad de los acontecimientos en directo supera cualquier película. Lo hizo en mitad de la noche, justo cuando por su lado pasaba la procesión del Viernes Santo de Yeste, en un completo silencio que alguien rompió a grito pelado pidiendo un médico. Mi cuñada, embarazada, enfermera y mujer fuera de serie, salió disparada a echar un cable. Afortunadamente, nos contaba luego, todo quedó en un susto. Misión fallida.

Nosotros salíamos a dar un paseo tras la cena en familia, para ver las rurales, entrañables y religiosas procesiones locales, por unas calles muy estrechas y muy a años luz de Los Salzillos de Murcia, con S y Z, en las que por falta de gente que cargara los tronos me vi arrimando el hombro, nunca mejor dicho, en el Santo Sepulcro, dicen que el más pesado de los que desfilan. Antes de los 40 voy a hacer todo aquello que siempre he criticado. Se trata de una urna de madera y cristal que cobija a un Cristo tumbado. Yacente. Muerto. Espejo de ese chico que quiso quitarse de en medio. Centímetros abajo el armazón es atravesado por dos largas varas, cazadas con pequeñas cuñas para impedir holguras que cayeron peligrosamente varias veces durante el recorrido. Tuvimos que ajustarlas a golpes usando los estantes como martillo. Centímetros arriba un montón de kilos. Un montón de Fe. Y en los extremos dos lazos abrazan como pueden un almohadón intentando amortiguar el peso que cuatro únicos costaleros esquinados sienten en el lomo. Sentimos. Sufres al sentir cómo resbala y la madera se te clava en los huesos. Ser el más alto e inexperto causó estragos en mi espalda. Íbamos dando relevos por parejas, cruzando un pueblo que ya es mi pueblo, mirando de reojo, complicidad y sorpresa a mi mujer en cada recodo. Mis hijos no daban crédito. «Papá, ¿te duele?» Me preguntaban medio en gestos medio en susurro. Pues sí, duele, pero más dolía pensar en el chaval que nadie se quitaba de la cabeza.

Y esa luz. Del cielo estrellado iluminando las calles apagadas. De la pasión de los feligreses que tenía a medio metro. De la que quizá vio el muchacho al final del túnel. Del trono encendido con bombillas de alto consumo deslumbrándome.

De la Luna llena.

Deslumbrándonos a todos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tom
ás
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Art
ículo publicado en La Verdad de Murcia el 30 de Marzo de 2016

Es una pena.

Es una pena que nuestros teléfonos ya no tengan botones. Y que tengan más memoria que nosotros que ya no recordamos los números de nuestros amigos ni los de nuestros familiares. Los números de teléfono tenían algo especial, no eran una sucesión de cifras cualquiera, decían algo. Sonaban. Siempre. Pero ya no los tocamos, ya no los sentimos. Ya no suenan, ya no hablan. De hecho ya ni son nada porque nadie se acuerda de ellos. El pitido de los nuevos smartphones al rozar sus pantallas planas no hace más que recordarme que olvidé qué teclas pulsaba cuando te llamaba. Hemos vivido cómo los prefijos pasaban de ser el viaje a otros mundos a eliminar de un plumazo cualquier atisbo de lejanía. Incluso para llamar al vecino tienes ahora que añadir el 968, el 967 o el 91. Un cambio radical en nuestras vidas. Y lo soportamos.

Es una pena que nuestras cuentas corrientes ya no tengan pesetas. Muchos de nosotros necesitamos varios años para dejar de pensar en ellas a la hora de cualquier precio en euros. Otros morirán en el intento. ¿No había otra equivalencia más complicada que 166,386? Qué mala leche los alemanes y su sencilla paridad 1 a 2. Con las pesetas ser millonario estaba a nuestro alcance. Pero nos fastidiaron bien. Pagos mensuales en un billete. Con los euros todo iba a ser más barato y más mejor. Pero quedan pocas cosas no hayan duplicado su precio. Monedas grandes que se redondean hacia arriba. Monedas pequeñas que no sólo sirven para rellenar huchas. Morriña de los cinco duros. Y de nuevo lo soportamos.

Es una pena que nuestras matrículas ya no tengan señalada la provincia de procedencia. Tuve un Seat Panda negro de cuarta mano, con placas M – IT. Algunos me decían que no fuera con él a Barcelona. Algunos ponían sus propias pegatinas cantonales. Algunos matriculaban sus coches en ciudades que tenían iniciales divertidas. El juego estaba servido. Y para juegos el de jugar con tus hermanos y esas letras en los viajes eternos. Compáramelo con las tres actuales seguidas de cuatro números. No hay color. Encima ya no sabemos quiénes son los forasteros de nuestros pueblos. Nos han destrozado otra vez. Y hemos vuelto a soportarlo sin rechistar.

Nos quieren igualar a Europa en cosas banales, pero nos han quitado lo realmente importante de la vida. Nuestros botones, nuestras pesetas y nuestras matrículas. Estos gobernantes nos llevan locos. Ya lo decía uno de mis grupos favoritos: «Correr a ciegas es como retroceder, aquí no queda nada claro.»

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 6 de Abril de 2016

Fecha original de publicación:6 abril, 2016 @ 21:34

Racataplá

La Semana Santa es un tambor con tornillos que se te clavan en el muslo. Tiene la piel suelta y está manchado con restos del año pasado, guardado sin limpiar con suerte los parches no están rajados al volver a sacarlo de su funda. El Miércoles Santo llega siempre de sorpresa, a veces lloviendo y con frío, a veces con sol abrasador y manga corta. Bendita Luna llena. Curioso cambio de hora. Me levanto por la mañana con tembleque en las manos y nervios en el estómago. Hellín tiene la culpa. Durante tres cuartas partes de mi vida he repetido hasta aburrir que hoy es mi día preferido del año y que no me lo perderé nunca. La Semana Santa es mucho más que procesiones.
Comenzar el día con un café en el Monterrey. Subir López del Oro hasta Las Valencianas, rodear el parque y subir hasta la Plaza, atravesar el Rabal plagado de gente con el racataplá zumbando rítmicamente en tus oídos, marcado por algún bombo que organiza el caos. El sonido te perseguirá varios días hasta en los ruidos más mundanos. Saludar a los amigos de La Bajera, tomarte algo en La Farándula, recordar a Manolo el Bambu. Y dejarse llevar, tocar hasta alcanzar ese punto que sólo se entiende con los palillos quemándote los dedos, la túnica negra, el pañuelo al cuello y sintiéndote al mismo tiempo parte del todo que te rodea y aislado del mundo, hasta que llega ese momento efímero de penumbra tras ponerse el sol, de noche pero con luz, la mítica hora azul. La hora de escapar a casa porque una retirada a tiempo es una victoria. Pero no te retiras. Y al día siguiente no has ganado. Estás perdido pero contento.
Han sido cerca de veinte años seguidos hasta que fallé por un viaje de trabajo al otro lado del charco. Y lo pasé mal, incluso tomando mojitos en el Caribe. Hay nostalgias irremediables. Ahora, con los pelos de punta mientras escribo, asumo que hoy echaré de menos tocar en Hellín. Nos vamos a quedar en Murcia como ya hicimos hace dos años. Decidimos romper los planes, pasar aquí las fiestas y nos encantó la experiencia. Veremos con la urbe apagada la Procesión del Silencio del Jueves Santo en la que salí alguna vez en esa adolescencia sembrada de contradicciones. Esa edad en la que no sabes si tienes convicción o simple curiosidad, esnobismo o pasión, egoísmo o imitación. La fe no se hereda, se gana a pulso. Como dice Franco Battiato: «Viva la juventud… que afortunadamente pasa.»
Me va a doler no estar hoy en la Ciudad del Tambor. Y eso que las tradiciones están para seguirlas. Aunque las tradiciones también están para cambiarlas.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 23 de Marzo de 2016

Instrucciones para gobernar un país.

Es reconfortante ver cómo la verdadera política se abre de nuevo hueco en España. Desde principios de los ochenta no hemos vivido otra cosa que alternancia de arrastre de unos y otros: jefes de gobierno poco capacitados obligados sin criterio por minorías aprovechadas, conducidos sin escrúpulos por ministros mediocres y bendecidos sin sentido por jefes de estado caducos.

En unos días se cumplen tres meses desde que votamos en las últimas elecciones generales. Un acto en el que volcamos nuestras ilusiones y del que salimos escaldados, como suele pasarnos siempre que nos emocionamos demasiado en algo sobre lo que no tenemos el control absoluto. Los principales actores de nuestro panorama político han dado rápidas aunque poco sorprendentes muestras de incompetencia, de soberbia o de ambas cosas, dejando a la luz su dejadez, su impotencia, su chulería, su egoísmo. Nos hemos ganado esta estampa grandiosa, especialmente apta para adictos a la estrategia y vamos a divertirnos viendo su continua incapacidad de demostrar un mínimo de entendimiento en este Conecta-4 en que se ha convertido el Congreso de los Diputados. Baile de salón con incesante intercambio de parejas. ¿Me permite, señoría?

A veces fantaseo imaginando lo fácil que sería para un equipo de gestores afrontar el cuello de botella que estamos sufriendo, un grupo formado por personas acostumbradas a luchar a diario con aquellos que no piensan como ellos y a los que, milagrosamente, no tachan de enemigos sino de constructivos y diferentes puntos de vista. Unas personas que piensen en la distante y necesaria «bigger picture», como se suele decir en inglés, y no en la zanahoria, al alcance claro, que tienen en las narices. Perspectiva, se llama. Objetividad.

Hace poco se publicó el último Barómetro del CIS. Tiene cuarenta y cinco páginas, como un relato corto de esos que suelo devorar leyendo. Alguien me dijo hace tiempo, no recuerdo cuándo ni dónde, que merece la pena echarle un ojo de vez en cuando a este tipo de publicaciones y yo, que soy un mandado en lo que a informarse se refiere, he sacado tiempo y lo he examinado tranquilamente. De todas las preguntas que comprende la encuesta en general, que son casi setenta, me quedo con esta: ¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España? Ordenados por orden de importancia los principales inconvenientes que los encuestados sufren son estos: El paro, la corrupción y el fraude, los políticos en general, los partidos y la política, los problemas de índole económica, los problemas de índole social, la sanidad y la educación.

Vaya, esto son unas instrucciones en toda regla para el Presidente del Gobierno que nos viene. O no, quizá no venga, quizá no haga falta. Noventa días después de las elecciones va a ser difícil convencernos ahora de que lo necesitamos para algo.

Nacho Tomás – Un tuitero en papel
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 16 de Marzo de 2016

¿Comunicar o saturar?

La comunicación empresarial es uno de los pilares fundamentales en la supervivencia de las marcas hoy en día. Muchos gerentes no lo asumen y siguen obsesionados únicamente con los planes de negocio, flujos de caja, financiación, contabilidad, recursos humanos. El mercado es furioso, voraz e instantáneo. Los consumidores más de lo mismo. No es fácil destacar entre la multitud. En este mismo instante, con puntuales excepciones, hay cientos de competidores que ofrecen exactamente lo mismo que tu compañía. Olvídate de la estrategia del océano azul, con la globalización no es más que un charco.

Hasta hace unos años las posibilidades para comunicar a nuestro alcance eran pocas, casi todas asociadas a la publicidad, casi todas caducas, burocráticas, vetustas, administrativas incluso. Y todas eran off line, por supuesto. En 2004 nace Facebook y ni tan siquiera Mark Zuckerberg es consciente de la revolución. Ya desde finales de los 90 el correo electrónico y las páginas web sustituyeron las comunicaciones dentro de la empresa y poco a poco se comenzó a mirar también hacia fuera. Seguro que recuerdas cuando lo máximo que podías hacer por llegar a tus clientes potenciales era enviarles un fax o mandar al comercial.

La cantidad de redes sociales hoy a nuestro alcance es inmensa. Pero cuidado, estar en todas partes es tanto como no estar en ninguna. Tómate tu tiempo, piensa, analiza y actúa. Parémonos a recapacitar cuáles son las adecuadas y en cuáles podremos ofrecer contenido de relevancia, actualizado con la frecuencia necesaria, sin saturar y con cabeza. Olvídate de sincronizar las cuentas, el público de Twitter no se parece al de Facebook y no tiene nada que ver con el de Linkedin. Acompaña esta mezcla con una web y blog en condiciones, dale el tiempo necesario y listo. No hay más secretos.

Sí, las redes sociales han revolucionado la comunicación empresarial, pero saber cómo éstas funcionan a nivel técnico no significa que sepamos usarlas a nivel comunicativo. Cuando me piden recomendación de algún libro que explique el tema siempre respondo lo mismo: «Apunta, Fundamentos del Marketing, de Philip Kotler, año 1980.» Risas, en esa época no había ni internet, argumentan. No, y ahora no hay conocimientos básicos del tema en cuestión, respondo. Hace falta fondo, de algo servirá formarse 5 años en una Universidad tocando todos los extremos del amplio mundo marketiniano. Y luego lo aplicamos a las redes sociales, a una campaña física en el punto de venta o a elaborar un flyer.

Hay quien se sigue presentando en este mundillo con el número de seguidores en Twitter como apellido. Entras a ver su perfil y todo es vacío, publicando lo mismo que el resto del rebaño, carencia de relevancia e individualidad. Ah, y tiene miles de seguidores porque sigue al doble. Triste y común. Debemos tener cuidado con ellos, son humo, son estafa.

 

 

Nacho Tomás – Un tuitero en papel
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 9 de Marzo de 2016

Pablo

Pablo salió de trabajar el 7 de octubre. Volvía a casa en bicicleta como cada día cuando su vida se detuvo. Un coche se lo llevó por delante. Seguro que en su cara había una sonrisa un segundo antes del accidente. Estuvo varios días en coma y cuando despertó nos miró, despistado, y sonrió de nuevo. Joder, la mejor sonrisa de nuestras vidas. Después volvió a dormirse envuelto en negrura y unos dolores que no se los deseo a nadie y esta vez pensamos que ya no volvía. O que volvía otra persona distinta a nuestro hermano pequeño.

Pablo abrió los ojos de nuevo, con kilos de menos y problemas de más, decenas de fracturas y heridas por el cuerpo. Horribles las que se veían, preocupantes las que se intuían, incomprensibles las que permanecían ocultas. Quería soltarse de la cama del hospital donde pasó más de un mes. Fueron noches eternas muertos de miedo en un estado constante de inconsciencia y pánico. Dicen que en esos momentos se recupera la fe, no he tenido nunca la suerte de sentirla, pero sí tuve sentimientos raros, especiales. Como cuando murió mi abuela Aurora. No he ido nunca a misa pero paso por el cementerio a hablar con ella siempre que puedo. Qué raro es el ser humano, qué anomalías tenemos en la cabeza.

Pablo se quedó sin trabajar, sin entrenar, sin estudiar. Tuvo que dejarlo todo por obligación: su trabajo, su carrera universitaria, sus scouts y su triatlón. Su vida. Pero la vida no se le iba a ir, no le tocaba porque lo que le toca es recuperarse paso a paso e ir retomando sus rutinas. Cuánto las echamos de menos cuando las perdemos. Puedo reconocer que algunas visitas al hospital eran medicina para nosotros, íbamos a animarle y salíamos animados, algunos somos tan débiles que se nos rompe un simple menisco y nos hundimos. Ahora tiene otro trabajo, ir a rehabilitación física y mental a diario. Trabajo duro, tajo que amarga y del que sale airoso cada día con esa sonrisa que nos desmonta, aunque le cueste escuchar, aunque le cueste ver, aunque le cueste andar.

Pablo nos ha demostrado muchas cosas en estos cinco meses: la entrega de la familia, el poder de la amistad, el apoyo de los compañeros, la profesionalidad de los médicos, la implicación de las enfermeras, el ejemplo del resto de enfermos recordándonos que siempre hay un pozo más profundo. Pablo tiene un don, devuelve más de lo que le recibe, sigue riendo cada día y la lección que nos está dando cada instante no se aprende en ningún sitio. Dice que la vida le ha dado otra oportunidad pero se equivoca, la oportunidad es la nuestra de tenerle desde 1993.

Vamos Pablo. Yo de mayor quiero ser como tú.

 

Nacho Tomás – Un tuitero en papel
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 2 de Marzo de 2016

El fútbol que recuerdo.

Hubo una época en que estuve bastante enganchado al fútbol. Era del Valencia, como mi padre, y tuve la suerte de disfrutar los que sin duda fueron sus mejores años. Saboreaba las alineaciones, las tácticas y las remontadas. Sufría con los jugadores que se nos iban a otros equipos, con los cambios de entrenadores e incluso me hice socio de una peña valencianista en la que veía casi todos los partidos, lo de enchufarlos por internet aún no se estilaba. Copa, Liga, Champions… Qué gran época para el club del murciélago: Mendieta, Ilie, Aimar, Kily González, Gerard, Albelda, El Burrito Ortega, Angloma, Baraja, Ayala… ¡El Piojo López! Todavía conservo camisetas, tazas y bufandas blanquinegras conmemorativas de alguna de aquellas hazañas.

Íbamos a Mestalla en los partidos importantes, momentos épicos si además coincidía con Fallas, lo cual no era raro. Recuerdo con cariño comer pipas con los ojos como platos en el estadio mientras goleábamos 6-0 al Madrid en semifinales de Copa del Rey, el 5-2 contra la todopoderosa Lazio o el 4-1 al Barça en rondas consecutivas de aquella Champions que nos hizo creer lo que no éramos. Os podéis imaginar lo que nos dolieron las dos finales contra el Madrid y el Bayern en París y en Milán y el premio de consolación conseguido en Goteborg, donde estuve en persona desgañitándome cuando nos trajimos de vuelta la Copa de la UEFA frente al Olympique de Marsella en el Estadio Ullevi, con un frío polar aunque era Mayo. Mayo en Valencia, claro. El dolor de perder aquellas dos finales apagó la llama de mi entusiasmo. Luego vino la crisis de valores y deportiva, no la económica, que lo manchó todo. Más tarde llegó España y su estilo de videoconsola ganando el Mundial (el último partido de fútbol que he visto entero) y fue como esa mejoría antes de la muerte. Mi forofismo futbolístico falleció discretamente, herido de gravedad algunos años antes.

Sigo disfrutando con una buena jugada o con un golazo y a veces veo algún resumen, pero soy incapaz de tragarme un partido de principio a fin. Ya no es lo mismo. No entiendo las críticas a Messi por el penalti del otro día ni a Cristiano Ronaldo por chulo, para mí el deporte es superarte, pero también humillar al rival siempre que puedas dentro de la legalidad y la ética, hasta la meta o el pitido final y al acabar salir de cañas con él. Algunos amigos murcianistas me intentan convencer de que el fútbol es mucho más, de que ganar no importa, de que si los colores tal o de que si el escudo cual, que la afición no tiene nada que ver con un estadio vacío. O lleno pienso yo. En el fondo quizá nunca he entendido este deporte. En el fondo quizá siento envidia de no poder sentir lo que ellos siguen sintiendo.

 

Nacho Tomás – Un tuitero en papel
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 24 de Febrero de 2016