Mil y un errores.

Si te pusieras a contar las veces que te has equivocado en la vida necesitarías todas las páginas de este periódico para describirlas y te faltaría espacio porque, tenlo claro, en tu vida ha habido muchos menos aciertos que errores. La clave posiblemente está en la dimensión de los mismos. Y en eso quizá la balanza oscile en sentido contrario.

Si te pusieras a enumerar las patas que has metido en tu existencia tendrías contenido de sobra para fabricar mil columnas como esta, tantas que sobre ellas se podría sostener una inmensa cúpula en la que sonarían con eco infinito las carcajadas que a toro pasado tú mismo soltarías al recordarlas.

Si te pusieras a pensar en las primeras malas impresiones que te has llevado de montones de personas y canciones que ahora forman parte imprescindible en tu vida merecerías estar solo, sin música y sin amigos porque apuesto a que hay poca gente en el mundo que se confunda más que tú en esas iniciales situaciones.

Si te pusieras a recordar los patinazos que sin ruedas has cometido nos tiraríamos toda la mañana, la tarde, la noche y el año riendo entre lágrimas y homenajeándolos como se merecen. Muchos de ellos han estado a punto de costarte la crisma metafórica y literalmente. Pero aquí estás, mala hierba. Aquí estamos.

El grito que sobró. La puerta que no debiste abrir. El abrazo que faltó. La llave que no debiste usar. La canción que no sonó. El viaje que no hiciste o el que no tuviste que haber hecho. El puente que no tuviste valor para cruzar. La mirada que no debiste evitar. El himno que no cantaste. El charco en el que no te atreviste a chapotear. La piedra que no quisiste sacar de tu zapato.

Pero en lo que no te equivocarás nunca es en la intimidad más visceral, en la propia fe de tu ética, en lo que más profundamente sientes, en la educación que va en tus genes impidiendo hacer daño, faltar al respeto o quedar en evidencia. Al menos de un modo intencionado. Porque te sobra clase y te falta maldad. Porque todos somos buenos si encontramos el ángulo correcto desde el que mirarnos. Si encontramos el espejo adecuado.

Y porque tú eres yo (y somos nosotros) no te voy a dejar contar, enumerar ni recordar cada uno de tus mil y un errores. Porque volverías a repetir todos ellos. Porque deberías cometerlos de nuevo. Gracias a ellos eres hoy lo que eres. Somos hoy lo que somos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 22 de Febrero de 2017

La historia (siempre) se repite.

Tras dos horas corriendo nos detenemos de golpe. Jadeos. Caras de sorpresa. Las botas se hunden en el barro. Siento el calor de los cuerpos de mis compañeros, alrededor, tan acojonados como yo. No sabemos el motivo, parados en medio de la nada. Nadie se atreve a preguntar por miedo a hacer ruido. La noche es tan negra que no nos vemos ni las manos. Dos estrellas. Tres a lo sumo. Nubes. No hay Luna. Viento helado. Lluvia. Ruido de perros ladrando en la distancia.

Estamos en 1915, plena Primera Guerra Mundial, aunque en este momento no lo sabemos. ¿Quién iba a imaginarse que un rifirrafe veraniego entre serbios y austrohúngaros iba a derivar en la mayor carnicería humana de la historia? Millones de pobres jóvenes muertos a manos de otros jóvenes mientras cuentan batallitas viejos comandantes. Senderos de Gloria. Nos mandan al matadero sin compasión. Hay días que mueren decenas de miles de chavales. Cien años después seguirán encontrando nuestros huesos los campistas de la zona. Alemanes, ingleses, franceses y rusos se llevan la peor parte. Y nadie se inmuta. ¿Nos daremos cuenta con el paso del tiempo? No, el ser humano olvida rápido. Gracias Archiduque, gracias Kaiser, gracias Rey, gracias Primeros Ministros, gracias Generales.

Esta mañana no aguanté más y convencí a tres soldados para escapar de nuestra trinchera. No, no somos héroes. Seremos cobardes y conservaremos la vida. Sabemos que hacerlo hacia nuestra retaguardia es muerte segura a manos de los superiores. He visto con estos ojos cómo mataban a un crío imberbe mientras corría llorando. Ejemplo para el resto. Decidimos huir hacia adelante. Por las noches la batalla se relaja. No hay prácticamente movimiento. Llevamos años estancados en el frente. No se avanza un metro. Estamos tan cerca que olemos el tabaco de los enemigos, casi más amigos que nuestros propios amigos. Es el momento. Saltamos. Corremos. Nuestros compañeros nos miran sorprendidos pero no dan la voz de alarma. Lo hemos conseguido. Atravesamos el bosque cercano y descansamos a tomar aliento. De repente nos ciega un fogonazo, nuestra antigua trinchera ha saltado por los aires. Más tarde sabremos que un compañero la voló harto de la situación. Vivir con más miedo a tus jefes que a los obuses contrarios no puede ser sano. Duele ver el dantesco panorama. Vomitamos. Lloramos. Pero estamos vivos. Llegamos por detrás a las líneas contrarias, avanzamos hacia su zona de acampada con los brazos en alto. Nos reciben con vítores los soldados rasos. Los sargentos con esposas. Como nosotros con los que hacen lo mismo en sentido inverso. La cárcel es mejor que la trinchera. La escabechina continúa unos meses.

Por fin se firma una paz que se supone eterna, pero tan débil que treinta años después se reproduce el conflicto. Igual o peor. Nuestros hijos combatirán en la Segunda Guerra Mundial y también huirán de su trinchera. Y gracias a ello conseguirán tener nietos como el que escribe ahora mismo esta historia.

Que se repite. Siempre.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Febrero de 2017

Goyas, Oscars y cine, mucho cine.

No puedo asegurar a ciencia cierta cuál fue la primera película que vi en el cine. Por más que me devano los sesos siempre dudo entre dos momentos muy concretos de mi infancia. El estreno de «Regreso al futuro» con los derrapes incendiados del Delorean, en la Navidad de 1985 en el cine Centrofama de Murcia, con mi madre o la reposición de «Dumbo» y sus pompas cuadradas, en un año indeterminado en el Teatro Victoria de Hellín, con mi padre. Desde aquellos momentos, con unos tiernos 7 u 8 años siempre he estado en mayor o menor medida enganchado al cine. ¿Y quién no?

Como en otros muchos aspectos de mi vida soy una persona con gustos heterogéneos: «Casablanca», «Blade Runner», «El club de la lucha» o «Top Secret». ¿Para qué encasillarse si puedes elegir «Lunas de hiel», «Cinema Paradiso», «Trainspotting» o «La naranja mecánica»? O temas tan distintos como los tratados en «Love Actually», «American History X» o «La princesa prometida».

El cine es maravilloso. Consiguió que «El Señor de los Anillos», la adaptación de uno de mis libros preferidos, estuviera a la altura de lo que mi cabeza tenía dentro. Consiguió que con «Memento», «El truco final» o «Interstellar», Christopher Nolan entrara de pleno derecho en mi lista de personajes idolatrados. Consiguió que «Los Santos Inocentes», «El día de la bestia», «La lengua de las mariposas», «La gran familia española» o «Hable con ella» sean obras maestras del cine mundial y lo discuto/defiendo con quien quiera.

Del mismo modo que la piratería no acabó con la música, no lo hará con el cine. Sólo provocó un cambio (vale, quizá cataclísmico) en su industria que por cierto estaba, y sigue estando, bastante desequilibrada para los artistas. Sí, artistas. Los que crean arte. Contar una historia no es tarea fácil al alcance de cualquiera.

El cine es variedad y como tal se debe respetar que sus creadores luchen por lo que creen que es justo. Y que lo hagan siempre que quieran, eso faltaba. Y qué mejor escaparate que las galas de entregas de premios. Lo hacen en los Goya y lo hacen en los Oscar. Lógico, a veces tienen más audiencia estos eventos que las propias películas. Ellos tienen todo el derecho del mundo a quejarse, lo que no impide que a algunos les sobre arte y les falte eso, lógica. Sobre el asunto de las subvenciones podríamos hablar profusamente en otra ocasión. Sólo comentar que el cine no es la industria que más dinero recibe en España, ni mucho menos. Investigad sobre el automóvil, por ejemplo.

Para terminar me encantó cómo Dani Rovira inició la gala. Callando bocas de trolls tuiteros. El año que viene más.

Lo veré, quizá con palomitas.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 8 de Febrero de 2017

El tiempo en la vida de barrio.

Cuando vivía en Madrid el tiempo era diferente. Estoy escribiendo esta columna y aún no tengo claro si me cundía más o menos que ahora. Vamos a analizarlo.

Cuando vivía en Madrid tardaba más en llegar a la boca de metro más cercana a mi casa de lo que en Murcia tardo en plantarme en la silla de la oficina. Y luego el viaje propiamente dicho: un par de transbordos y otra caminata tras salir de nuevo a superficie en el barrio de destino. «Correr y atravesar mil vidas grises de gente gris», que diría alguien.

 

Cuando vivía en Madrid comía de tupperware encima de la mesa del despacho porque era inviable pensar en salir a comer fuera. Prohibitivo económicamente en tu primer trabajo e inviable por el tiempo que necesitaría para ir y volver. Los horarios de trabajo eran interminables, entrar de noche, salir de noche. Eso sí, hice algunos de mis mejores amigos.

Cuando vivía en Madrid se me iba en alquiler cerca de la mitad del sueldo, en transporte otro pico. Y qué decir del tiempo perdido. Eso sí, leía mucho más que ahora. Paseos bajo tierra. También escuchaba más música. Y qué música.

El tiempo ahora en Murcia ha cambiado. El tiempo en la vida de barrio es llevar a los hijos al colegio de la mano en cinco minutos cruzando únicamente dos pasos de cebra, utilizar transporte privado sólo cuando es estrictamente necesario y poder salir con quince minutos de antelación para llegar andando a paso ligero a una cena en cualquier punto de la ciudad. El tiempo en el barrio es que el panadero te lleve el pan a la puerta de casa,  que un cliente te regale una bolsa de tres kilos de naranjas o pasar una tarde entre semana en el centro. Que los camareros te pongan el café con leche fría en vaso grande con sólo un contacto visual, que la vecina te pida recoger del cole a sus hijos porque se le ha complicado un asunto. Y viceversa. Esto es vida de barrio. Con sus enormes ventajas. Y algún «inconveniente» como tardar veinte minutos en recorrer los doscientos metros de distancia entre Santo Domingo y la Catedral.

Sí, en Madrid hay una inmensa vida cultural, gastronómica, nocturna y lo que quieras. Está bien cuando eres joven.  A nuestra edad no sales de tu barrio, que es más grande que casi cualquier capital de provincia. Y no te mueves. Vida de barrio, entonces. Prefiero ir de vez en cuando y disfrutar la capital con billete de vuelta.

Para vivir en un barrio de Madrid prefiero mi Murcia. Mi barrio y mi gente.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 1 de Febrero de 2017

En un solo segundo.

Hoy hace tres semanas. Un despiste tonto. Un momento de distracción mientras hablaba con un compañero. Coger el bidón de agua. Evitar un bache de la carretera. Rozarme con la rueda de delante. Perder el control de la bicicleta e irme directo al bordillo. Casco roto. Bici rota. Inconsciencia.

Recuerdo perfectamente la pedalada a partir de la que ya no era dueño de la situación, ese instante en el que piensas: «Nacho, te la vas a dar.» Y te la das. Otras muchas veces te salvas in extremis y con el corazón a mil por hora retomas el ritmo, respiras hondo y consigues continuar. Pero esta vez no. Esta vez todo se puso negro hasta que vi las botas azules de Quique. Pregunto por él, sólo tiene unos rasguños. Menos mal. Me duele la cabeza. No coordino bien. Vuelvo a indagar. No hay sangre. ¿Y mi bici?

Dicen que estuve metido en un bucle de preguntas un buen rato. Para mí son solo unos segundos, pero me cuentan que la ambulancia tardó bastante en llegar. Momentos turbios. No sé bien qué ha sucedido. Todo pasa siempre tan rápido. Trozos negros. Miedo a lo desconocido. Ahora el dolor crece sobre todo el hombro derecho y la pierna izquierda. Quizá me he roto la clavícula y el fémur. Ganas de vomitar. Escupo al suelo. No puedo ni levantar la cabeza. Me tranquilizan entre todos. Mil gracias.

Mi hermano Pablo me acompaña al hospital mientras suenan las sirenas. Destino caprichoso. Paso por la puerta de mi casa y pienso en que quizá se despierten sobresaltados escuchándome sin saber que soy yo el que va dentro. Me mareo. Una bolsa. Llegamos al Hospital y se hace la luz. Milagrosamente me recupero al contacto con los médicos, las enfermeras y el resto del personal. Son ángeles. Verdaderos ángeles. Me tranquilizan. Varias placas. Un scanner cerebral. No hay lesiones de gravedad. Todo parece muscular. En ese momento ni me imagino las tres semanas que me vienen por delante.

Lola, una abuela de 90 años me alegra la estancia en urgencias. Era carnicera. Qué larga es la vida, dice. Era feliz. Ella sí está mal. Injusticias.

Hoy hace tres semanas y sigue doliéndome. Se van yendo los moratones que aparecieron despacio. Voy dopado de calmantes para aguantar los rampazos nerviosos que todavía suben desde el cuello a la mandíbula o bajan desde los hombros a la espalda. Pero continúo trabajando. A veces pienso que no sé hacer otra cosa. Desde casa o con viajes. Las bajas de los autónomos duran horas. El día después de la caída me moría por volver a entrenar. Ya tengo la bici arreglada y el casco nuevo.

Hoy hace tres semanas y sigo sin hacer nada de deporte. Nada de nada. Y lo más curioso de todo es que no tengo ningunas ganas. Doctor, ¿es grave?

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 25 de Enero de 2017

 

Dictadores en miniatura.

Que levante la mano quien no se haya metido con sus compañeros de colegio alguna vez en la infancia. Tirando de memoria y sólo en mi clase de tercero de EGB me vienen el gordo, la gafotas, el empollón, el pelota, la tonta, el dientes de conejo, la llorona y el curica. Alguno de esos era yo, lo pasé mal e imagino que mis amigos por aquel entonces, algunos lo siguen siendo, también.

Era una situación común en todas las clases, cada uno tenía un mote, lo asumía y usaba los de los demás como arma defensiva cuando era atacado. La cosa no pasó a mayores. O al menos que sepamos porque antiguamente las noticias no volaban. Antiguamente lo que pasaba en el cole se quedaba en el cole o como mucho llegaba a casa con tus hermanos o padres si es que sacaban tiempo y ganas para hablar contigo. También había otros casos más complejos, como los mini delincuentes que pululaban a la salida o en los recreativos en busca de pelea, de robarte el bocadillo o la paga semanal. A esos les teníamos más miedo. Pero con una salvedad, ellos tenían a su vez miedo a los profesores, a los padres y en caso extremo a la policía. A los gamberros se les advertía, a los reincidentes directamente se les expulsaba. No parecía complicado. Los maestros eran respetados por la familia al completo. Las explicaciones, en el remoto caso que fuera necesario, se pedían a los niños. Nunca al docente.

Parece ahora que las tornas han cambiado. No es raro encontrar canallas en miniatura con poder supremo sobre sus progenitores. Hacen y deshacen a su antojo. Y lo que es más curioso, organizan incluso las vidas de sus padres. Debe ser complicado lidiar con papás sobreprotectores y alumnos altivos. Normal. ¿Cómo van a mostrar luego un mínimo respeto a los demás compañeros si ningunean de ese modo a los que por naturaleza o lógica deberían obedecer y al mismo tiempo admirar?

Una chica se suicidó hace unos días con tan sólo 13 años. Trece. Me ha entrado un miedo visceral a que esto pudiera sucederle a mis hijos. Un miedo casi prehistórico. Pero es que también siento pavor a que ellos puedan ser capaces de provocar cualquier malestar en otros niños. Instruir en familia con alabanza y compromiso es totalmente compatible a hacerlo con espíritu de superación y compañerismo. Como padres tenemos la gran responsabilidad, además de disfrutar de nuestros hijos, de educarles en el respeto a todos sus compañeros o estaremos tuertos fabricando pequeños dictadores capaces de convertir esta preciosa vida en un lugar lleno de odio, amargura y tristes historias infantiles.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Enero de 2017

Lo que nos traerá la comunicación online en 2017.

Pocas dudas quedan. La comunicación online ha sido la gran triunfadora de los doce meses que hemos dejado atrás. Actualmente nos encontramos en un escenario que hace tan solo unos años no podría ni tan siquiera imaginarse. Un mundo de posibilidades a mano y al alcance de un click para empresas, para usuarios y para medios de comunicación, el trío que actualmente manda en el panorama mundial. Personalmente creo que todo lo que se hace es comunicación. Y como parte del todo nos encontramos al resto de variantes: información, publicidad, marketing, branding o incluso atención al cliente.

Las tiendas cuidan su Facebook más que el escaparate, las marcas lanzan sus vídeos en YouTube antes que en las televisiones públicas y las empresas contactan con sus potenciales clientes por email en lugar de ampliar su red de comerciales. Estamos viviendo el cambio. Somos parte del mismo, porque cada vez que lees una columna como esta, un post de Facebook, un tweet de Twitter o un artículo de un blog aumentas la bola de nieve. Y bienvenido sea.

En un mundo globalizado las redes sociales están ejerciendo como vínculo de unión entre consumidores y productores, entre usuarios y empresas, entre marcas y fans, convirtiéndose en parte esencial y factor clave de la estrategia. Sea cual sea ésta hay una opción online a nuestra disposición para ejecutarla. Vamos con una pequeña radiografía de lo que tenemos por delante.

España ha experimentado un crecimiento sin parangón anterior en el uso de las redes sociales. Facebook es el rey, la reina o los dos juntos, aumenta en beneficios a lo bestia y su Messenger iguala a Whatsapp en usuarios, la aplicación del globito verde, que por cierto también es de Zuckerberg, y que continúa queriendo ser imprescindible en nuestras vidas. Y vaya si lo consigue. A los nuevos estados que lanzará en breve se une la idea de que su uso puede incluso ayudar en el trabajo. Me encantaría escuchar lo que estáis pensando al leer esto.

Por su parte Instagram sube como la espuma y gran parte de culpa la tienen sus «historias», en directa competencia a Snapchat (que en nuestro país, y por mucho que digan, no acaba de despegar). Por si fuera poco Instagram, que también es propiedad de Facebook, incorpora vídeos en directo para hacérselo más difícil a Periscope, propiedad de Twitter. Esta última, la app del pajarito azul, sigue siendo una de las redes sociales más usadas, más leídas y con más repercusión en nuestras vidas sociales pero su modelo de negocio hace aguas y ya se dice que Google, Microsoft o incluso Disney pueden estar interesados en su compra. Mención especial merecen los blogs y su capacidad influyente, el boca a boca salta fronteras online/offline con ellos.

Internet ha dejado de ser territorio exclusivo de frikis y jóvenes imberbes. Hay un inmenso océano frente a nuestras narices. Recomiendo abrir bien los ojos. Recomiendo no perdérselo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 10 de Enero de 2017

Fecha original de publicación:11 enero, 2017 @ 06:58