Preparados para la diplomacia digital.

El gobierno de Dinamarca ha anunciado que nombrará un «embajador digital» como cargo oficial para tratar con las grandes corporaciones del mundo online. Será el primer país del mundo en hacerlo. No cabe duda, los daneses son un pueblo avanzado. Entienden e intuyen cómo su sociedad es afectada directamente por acciones externas incluso antes de que sucedan. Este pequeño reino ha asumido que gigantes como Google, Facebook o Apple pueden ser considerados, sin temor a exagerar, como verdaderos países electrónicos o incluso empresas estado, de ahí la intención de fijar una relación diplomática exacta, controlada y duradera con ellos.

Estas compañías controlan una buena parte del mundo, nos guste o no, y ya tienen más datos nuestros que la Seguridad Social, la Policía o el Ministerio de Hacienda. Sus movimientos afectan a nuestros mercados laborales y sus decisiones pueden provocar cambios sustanciales en nuestra educación y economía domésticas.  Tres datos para situarnos en contexto: El valor de mercado de Apple le pondría en el G20, Google vale más que el PIB de Argentina y si Facebook fuera un país sería el más poblado del mundo. Las tres compañías cuentan con presupuestos que ya querrían tener naciones emergentes en plena expansión. Mantener con ellos unos buenos lazos y vínculos mutuamente beneficiosos será clave en el futuro. Los daneses han abierto el melón, es hora de copiarles.

En este mundo que va camino de Gran Hermano los usuarios hemos puesto nuestros diarios secretos en manos de estas moles de servidores situadas en mitad de los desiertos, dejándoles olisquearlos y permitiéndoles así prever nuestros actos. Nos reímos de los perros o las moscas, pero somos tan animales y tan de costumbres como ellos. O más. Y ahí radica la necesidad de que los representantes de la ciudadanía tomen cartas en el asunto. Queda por descubrir la eficacia, visibilidad y poder real de este emisario oficial frente a dichas potencias digitales.

Actualmente cualquier diplomático tiene llave maestra allá por donde circula, recibiendo halagos, alfombras rojas y trato casi monárquico. Este, sin duda, no es el modo de actuar en Silicon Valley o Shenzhen, los dos grandes núcleos planetarios de startups y empresas tecnológicas. ¿Correrá la adaptación por cuenta de la etiqueta o por los bites? Sea como sea, la persona elegida tendrá que lucir un carácter marcadamente dual. Suficientemente buen político como para hacerse respetar, saber estar, relacionarse socialmente y hablar en público. Pero lo suficientemente buen técnico como para conocer por dentro la industria digital, tanto a nivel operativo como empresarial y comercial. Algo así como un «tecnodiplomático».

Personalmente estoy deseando verlo. Y quién sabe, ojalá vivirlo. Cuando España decida llevar a cabo esta idea, aquí tiene el primer candidato. Por si acaso me he comprado una americana y unos zapatos nuevos. Para ir arreglado pero informal, rollo casual. Como si estuviera tuiteando, pero de embajada en embajada. Lo veo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 12 de Abril de 2017

Cassandra Vera y la desproporción.

Hoy he hecho algo que no se debe hacer. He rebuscado tuits antiguos de una persona. Esos que quizá haya escrito como desahogo en un momento de enfado y ahora chirrían con el paso de los años. Me he tomado la molestia de hacerlo en la cuenta de Cassandra Vera, condenada por la Audiencia Nacional por varios comentarios sobre Carrero Blanco. Algo de total actualidad y tal.

He perdido un par de horas mientras leía sus paranoias mentales. Además de poca chicha y mucha verborrea adolescente esta chica no tiene gracia ninguna. Ni gracia ni capacidad de daño. Se trata de contenido totalmente inofensivo incluso sacado de contexto. Ninguno de sus tuits me ha provocado un gesto extraño, ni de risa ni de rabia. Más bien pena. Sus intentos de insulto son de gama baja, carentes por completo de talento y ponen a su misma altura a los que se dicen ofendidos con ellos. Pieles finas para lo que nos apetece.

Sin ser yo psiquiatra, la chica parece tener un trastorno mental importante. Vive en una continua contradicción (al menos en su Twitter, que puede no corresponderse con su vida real, ojo), se ha visto en el ojo del huracán, donde por otro lado parece haber querido estar desde hace tiempo a la vista de sus continuas búsquedas de atención y ahora le ha cogido el gusto al asunto. A ver quién la saca de ahí con la ristra de defensores y detractores que se parten la cara en su nombre.

En estas dos horas no he visto ni un sólo tuit que pueda ser considerado delito en un país avanzado como el nuestro, ni he leído un sólo argumento en su contra que pueda hacerme creer que la sentencia que le han impuesto tenga más sentido que sus vómitos tuiteros. Su condena pone en peligro nuestra democracia y libertad de expresión. Si no podemos criticar estamos jodidos. Desear la muerte de alguien no es delito, aunque sea reprobable éticamente. Si nos ponemos magníficos aquí no se salva ninguno. Haz una búsqueda en Google o Twitter con «ojalá se muera fulanito» y pídete un café.

Algunos dicen que esta chica está enferma y no lo voy a discutir, pero más enferma está nuestra justicia si pierde el tiempo actuando contra esto. Me parece tan casposo el que defiende sus infantiles argumentos poniéndolos de ejemplo absoluto de la libertad de expresión como el que aplaude la condena amparándose en que se siente atacado. Venga hombre, por favor.

Quizá la cosa venga de lejos, de nuestra cultura de enfrentamiento. ¿Por qué necesitan algunos que su interlocutor esté siempre posicionado? No, señores, hay veces que no es posible decidirse entre dos temas, porque ambos están viciados y son erróneos. Como en este caso. Es muy posible que Cassandra Vera sea idiota y al mismo tiempo la sentencia sea un disparate. Lo que me da más pena de todo esto es que un tío culto e inteligente, con una carrera artística contrastada, experto en el humor ácido, sátiro y directo también ha sido condenado por algo parecido. Cesar Strawberry, cantante de DefConDos. Acabáramos. Y la desproporción tiene pinta de continuar.

Controla tus dedos al escribir, no vayan a conducirte al calabozo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 5 de Abril de 2017

Saltándose el destino.

El destino es como la bola de acero de una máquina de pinball. Hagas lo que hagas, y por mucho que te esfuerces en evitarlo, antes o después se colará entre los palitroques que con más o menos destreza manejas para intentar mantenerla arriba. Dándose golpes continuamente entre rebotes y bandazos de vez en cuando percibes destellos de brillo metálico. A veces roza algo y surge un emocionante sonido con festivas fanfarrias. Otras sale disparada sin motivo aparente como pollo sin cabeza. Y tú mirando. Sin tiempo a reaccionar. Calcado.

El destino es inevitable pero maleable. Va a pasar lo que tenga que pasar aunque puedes adornarlo. El destino meterá su gol. Subirá sin ninguna duda al marcador. Y aunque vale lo mismo no es igual uno en propia puerta a que una acrobática chilena sea la guinda de una preciosa jugada y combinación de todo el equipo. Uno a cero y pitido final. Tres puntos en contra. O a favor, que para el caso es lo mismo. Sin prórroga y a la ducha.

El destino aparece de repente como ese bostezo que por mucho que cierres la boca intentando atajarlo escapa de tu cuerpo poniéndote los ojos como platos, medio llorosos y forzando en tu cara una rara mueca de disimulo que te deja en evidencia. Así funciona. Te alcanza siempre.

El destino nos quita el sueño desde tiempos inmemoriales. Ya en «Las mil y una noches» hay varios cuentos que tratan el asunto. Entre ellos el más notable: un criado, Bagdad, un mercado, Samarra, un caballo, muchos kilómetros y una cita con la muerte. Recuerdo la primera vez que lo escuché. Estaba en el instituto y un profesor nos contó perfectamente el relato en clase. Fue como una revelación. Y aún me persigue en pensamientos habituales. Si no lo conoces, pídemelo y te lo cuento. O búscalo en Google.

El destino, frecuentemente cosido al existencialismo, también tiene presencia abundante en el cine, la literatura o la cultura popular. Alberto Vázquez-Figueroa decía en Tuareg, a través de Gacel Sayah, que está escrito de antemano, excepto para aquellos, muy pocos, que son capaces de borrarlo y escribir el suyo propio. ¿Podremos de ser uno de ellos o estamos abocados a nuestra predestinación?

El destino tiene trazas de fe. Por momentos aparece. Por momentos se pierde. Se te pierde. Pero siempre vuelve. Ya sea en una tarjeta personalmente dedicada, envuelta con papel de regalo y olor a pétalos de rosa que te entrega en mano un mensajero. O escrito en un trozo de servilleta de bar arrugada, dentro de un sobre con manchas de aceite y apestando a fritanga que un despistado cartero introdujo en tu buzón pero resulta que es del vecino.

El destino está para saltárselo. Más nos vale ir entrenando.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 29 de Marzo de 2017

Galopando en BlaBlaCar.

Antonio tiene un caballo. Antonio viaja mucho en coche. Antonio no controla mucho de tecnología así que su mujer le gestiona BlaBlaCar, esa aplicación móvil para compartir viaje. Nos ponemos en situación. El domingo será el Día del Padre. Estoy en Sevilla de trabajo todo el fin de semana y tengo comprado un billete de avión para volver a casa a media tarde. No hay otra opción para llegar antes, ni tren ni autobús. Así que saco el móvil del bolsillo, olisqueo un poco y resulta que tengo suerte. A las 8:20AM saldrá el BMW-X1 de una chica dirección Murcia. Hora prevista de llegada: 14:30. Toma ya, perfecto. Reservo una plaza en ese coche y de paso mesa para comer con mi familia y celebrarlo.

Confirmo por whatsapp con la chica y me dice que hay otra viajera que también quiere llegar a comer, así que seremos puntuales. Un poco más tarde pregunta si no me importa que en lugar de ella el viaje lo haga su marido. Me sorprende, soy novato en BlaBlaCar pero respondo que ningún problema, yo sólo quiero llegar a comer, añado.

El domingo por la mañana confirmamos de nuevo por whatsapp hora y sitio. Y entonces comienza el show. Aparece Antonio en una tartana. Una tartana de hace veinte años con remolque. Un remolque de animales. Y un caballo dentro. Nos presentamos y le pregunto a qué velocidad podemos ir con semejante composición vehicular. Me dice que a 90 o 100. Vaya tela Antonio, a esa velocidad tardaremos una eternidad en hacer los más de 500 kilómetros que tenemos por delante. Y no llegaremos a comer. Pues sí, me dice, ha habido un cúmulo de imprevistos. Lo siento. Parece sincero. Para acabar de arreglarlo la otra chica llega tarde porque por error la convocaron a las 9:30.

Por fin salimos y en las innumerables cuestas del camino no pasamos de 50. Metro a metro me voy desesperando. Pero no se vayan todavía, aún hay más. Tenemos que parar en Granada a recoger a otros dos viajeros. El rodeo es monumental. Y no, no vienen hasta Murcia. Uno se queda en Puerto Lumbreras y otro en Alhama. Cuando el cabreo rebosa mi vaso mental, se derrama y entonces me calmo, tomándomelo a coña. Cancelo la comida y con mi mujer acordamos una merienda-cena. Antonio propone que saquemos los pies por debajo como los Picapiedra para llegar antes. Risión. Estoy seguro de que es un buen tío, pero no se puede jugar con el tiempo y la vida de la gente. Aunque pagué por adelantado pondré una queja en BlaBlaCar. Errores o imprevistos, los que hagan falta. Mentirijillas las justas.

Rascando resulta que tenemos amigos comunes y encima hemos quedado como casi colegas. Seguro que coincidiremos algún día, a caballo, en bici o tomando cañas. Llego a casa a las cuatro de la tarde, mis hijos me reciben con regalos y se me olvida todo. Mi mujer llora a carcajada limpia. Convertimos en cena la comida del día del Padre y arreglado. Tampoco fue tan grave. Quizá me calenté de más pero no me gusta que jueguen con mi tiempo ni me tomen por tonto.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 22 de Marzo de 2017

#PorUnaLeyJusta

Con la costumbre la piel se endurece. Como cuando vemos las noticias de los refugiados en la tele. Como cuando de pequeños veíamos a los niños de Etiopía muertos de hambre. Como cuando leemos que fulanito ha robado tropecientos millones de euros. Estamos vacunados contra la maldad. Deberíamos hacérnoslo ver. ¿Cuántos ciclistas mueren en las carreteras cada fin de semana? Pues eso. Tenemos cáscara. Deberíamos pelarnos.

Anna González, la mujer que perdió a su marido cuando circulaba en bicicleta dice textualmente en su Twitter: «Desterremos el término accidente cuando un conductor borracho y/o drogado atropella mortalmente a un ciclista y/o peatón.» Y no le falta razón.  Anna consiguió llevar 200.000 firmas al Congreso de los Diputados para el endurecimiento del Código Penal respecto a los homicidios por imprudencia y omisión de socorro. Qué menos, ni que estuviera pidiendo peras al olmo. Lo que tenemos legalmente no sirve. Toca cambiarlo.

Personalmente, desde esta columna, pido responsabilidad a ti que compartes una noticia en tus redes sociales. Pido responsabilidad a ese periodista que escribe sobre el atropello. Pido responsabilidad esa aseguradora que para pagar lo menos posible sigue enviando propuestas económicas irrisorias a los familiares de las víctimas. Pido responsabilidad a esos legisladores que consideran falta y no delito llevarte por delante, empapado en alcohol o con la cocaína saliéndole por las orejas, a un pelotón de amigos que salen a disfrutar un sábado por la mañana dando pedales. Cualquiera puede cometer un error, sufrir un despiste. Pero no mezclemos ni tergiversemos: ir borracho o drogado y coger un coche (máquina capaz de matar o matarte) no es un error. Es otra cosa. Homicidio. Asesinato. Es otra cosa bien diferente.

Acabo de hablar con Anna por teléfono y tengo una sensación dividida, por un lado envidio su fuerza y por otro me corroe la pena. No es una heroína como algunos quieren hacernos creer. No es la foto que siempre llama. No es esa medalla que algunos se quieren poner. Anna ha perdido a su marido y eso es lo único que cuenta. Hagamos que nuestra piel se vuelva delicada, que nos traspasen estas malas noticias aunque no nos toquen directamente. Mañana podría ser un familiar tuyo.

Desde la Red de Ciudades por la Bicicleta estamos trabajando en la elaboración del Plan Estratégico Estatal. Tras la reunión con Gregorio Serrano, el nuevo Director General de Tráfico, parece que por fin la cosa va en serio. Estaremos ahí, apoyando el aspecto legal entre otros tantos que faltan por mejorar en este nuestro país cada día más ciclista, cada día más involucrado, pero quizá aún menor de edad en este sentido. Un país que de la mano de gente como Anna, y por malos tragos como el suyo, va camino de hacerse adulto.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Marzo de 2017

En el cielo más que en la tierra.

No había cumplido cinco años cuando mis padres me subieron a un avión por primera vez. Como podéis imaginar no recuerdo nada de aquel vuelo inaugural aunque sí tengo grabado para siempre cómo fui yo solito a Madrid en un tren con ocho. El revisor pasaba cada cierto tiempo a preguntarme qué tal iba la cosa. Debía verme poco, la verdad, correr entre los vagones era más divertido que mirar por la ventana. Eran otros tiempos. En Chamartín y sin móvil me recogería mi madrina. Recolecté varios ejemplares de esos libros que antes regalaba Renfe. «El as de bastos» se titulaba, cómo olvidarlo. Me sirvió de regalo a mis mayores durante una larga temporada. A fuego también tengo en el cerebro las frases que sonaban por megafonía durante el recorrido: «Señores viajeros, próxima estación Alcázar de San Juan», «Ladies and gentlemen next stop…», «Monsier voyageurs prochaine gare…» y «Meine damen und herren…» Siempre me ha sorprendido por qué «estación» en alemán no se me grabó. Cuatro idiomas nada menos. Globalización. Un tren moderno y cómodo. El mismo, literal, que tenemos todavía para ese trayecto en el que tantas veces desayuno. Podría haber dejado en los ochenta un mensaje a mi yo del futuro y aún estaría bajo la espumilla de algún asiento.

Las cosas han cambiado, del suelo subimos al cielo y ahora es más barato volar a Dublín desde casi cualquier punto de España que ir en AVE de Zaragoza a Málaga. Tengo en el móvil diez billetes de avión para las próximas cinco semanas. Mañana a Pamplona (curso con Gestión Dental Integral para dentistas navarros), el jueves que viene a Sevilla (Junta Directiva y comisiones de trabajo de la Red de Ciudades por la Bicicleta) y a la Ciudad Condal iré dos veces antes de Semana Santa (clases de Comunicación Online en la Universitat de Barcelona). Faltan vuelos aquí, pensarás, pero tiene su explicación. Para ir a la capital andaluza desde Murcia sale más barato y rápido surcar los cielos desde Alicante haciendo escala a la ida en Palma y a la vuelta en Ibiza. Rara combinación pero intento evitar las infinitas horas en trenes sin enchufes que parecen sacados del Pony Express.

Volar curte, hubo una temporada en que, por la falta de costumbre, cogí de nuevo miedo a hacerlo, pero aterrizar en el mítico Sondika, ir a Badajoz en un autobús con alas y hélices, llegar a París horas después de los atentados de la sala Bataclan, volar a Berlín y Ámsterdam en menos de un mes o cruzar seis veces el charco hizo que el pavor volara, nunca mejor dicho, lejos de mi cuerpo. Eso sí, las turbulencias siguen dándome un intenso dolor de barriga, ese que no se te va hasta que no aciertas a descifrar si las caras inexpresivas de las azafatas (azafatos) transmiten tranquilidad o están tragando saliva. Os paso un sencillo truco: si siguen vendiendo lotería de Ryanair, es que no hay nada que temer.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 8 de Marzo de 2017

Nuestro testamento musical.

Enciendes la radio y ahí está. Vas una fiesta de cumpleaños de niños de siete años y ahí está. En las tiendas, en las cafeterías, de fondo en los vídeos de internet, en los desfiles de carnaval de los pueblos y como tono de llamada en el móvil de tu compañero de trabajo. Pasas junto al coche de los padres de los compañeros de colegio de tus hijos y también está. Nos rodea por todos sitios. Y ya veremos si las bandas de música de Semana Santa no nos sorprenden reproduciéndola, no sería la primera vez. Todo el mundo se sabe la letra. Ya sabes, cuánto más escuchas algo más a fuego se te mete en el cráneo. Y lo peor es que parece que no nos paramos a pensar en lo que dice. O no le prestamos la atención necesaria.

Hablo de la canción «Despacito», de Luis Fonsi. Una bazofia de proporciones bíblicas que tiene mucha más miga de la que parece. Dejando de lado la carencia absoluta de un mínimo de gusto armónico y compositivo, dejando de lado la total falta de algo melódico más allá del constante pum-pipumpi-pum-pipumpi reggaetonero que se repite hasta el infinito en todas estas creaciones (por decir algo pues parecen salidas de una fábrica de tornillos), dejando de lado decía, el aspecto musical, nos encontramos con la letra. Y aquí, mucho ojo, tenemos un grave problema.

No voy a reproducir los fragmentos más sangrantes de este atentado a la dignidad. Te dejo a ti, lector, ese trabajo. Vuelve a escuchar la canción con oído crítico y piensa si esto es lo que quieres para tus hijos. Y no es la única, tenemos cientos de ejemplos en otras tantas canciones con las que nos machacan día y noche desde hace un tiempo: «Si me das yo también te doy», «Por ti yo guardé mi pistola», «A ella le encanta la gasolina», «Tienes un cuerpo brutal que todo hombre desearía tocar». Y paro que me enciendo.

¿Cómo no va a pasar luego lo que pasa si hacemos la vista gorda evitando educar en valores e igualdad a nuestros pequeños? ¿No nos damos cuenta que nuestros hijos interiorizarán estos comportamientos y en unos años pueden entender que se trata de algo normal? En juego está nuestro testamento musical.

Padres: seamos responsables impidiendo que letras como las de estas canciones lleguen más lejos. Radios musicales: impidan que esto se difunda repitiéndolo hasta la saciedad. Profesores: no pongan estas basuras para el baile de fin de curso de los niños.

Y no echemos sólo la culpa al reggaetón que viene de fuera, en España tenemos excelentes ejemplos de majadería como en Andy y Lucas: «Ella es la que aguanta mis malos humores y encima de todo se calla». Mientras permitamos que nuestros hijos escuchen semejante tropelías nos merecemos llorar viendo cómo en el futuro pasa lo que pasa.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 1 de Marzo de 2017