Leyendo los veranos.

Hoy me ha venido a la cabeza «La vida sale al encuentro», un libro que disfruté cuando rondaba los quince años en un verano sin televisión ni teléfono que pasé entre moscas y tórridas siestas. Dejó huella. Me he acordado de él muchas veces, pero nunca me había parado a pensarlo profundamente. Sigue dejándola parece. Incluso con sus muchos peros inducidos por la censura franquista o el excesivo punto de vista clerical merece la pena su lectura y posiblemente se lo recomiende a mis hijos cuando crezcan. Quizá también a ellos les impacte.

Hoy también recuerdo otros felices estíos con lectura entre manos: «Cienfuegos» y las ganas de aventura que fomentó en mi mente juvenil, de libertad, de irte para no volver. «El camino» y las amistades que parecen para siempre (cuando no hay más que amistad entre ellas) y luego también se tuercen para siempre. «El Señor de los Anillos» y cómo bauticé a casi todos mis conocidos como sus personajes mucho antes de que se estrenara en cines. Más tarde «Cien años de soledad» puso sobre la mesa de mi cerebro y alma otras relaciones personales más complejas. Vuelve a la memoria «El Arte de la Guerra» y «El príncipe» cuando monté mi primer negocio a los veintitantos. Pasé calor, diversión y dolor de mandíbulas con la saga de «El Laberinto de las Aceitunas», aprendí con «Una investigación filosófica» y «La Gran Guerra». Tuve momentos de autocrítica con «Luces de Bohemia» e instantes de retorno a esa locura que es nuestra cabeza en «El Guardián entre el Centeno» sin olvidar los míticos «1984» y «Un mundo feliz», más actuales que nunca. Últimamente no soy muy de novelas, pero las pasadas vacaciones saboreé gustosamente lo bien escritos que están «Nos vemos allá arriba» y «Blitz». Este verano he vuelto a leer bastante, concentrado en dominar el exceso de trabajo, la falta de tiempo o dejadez provocada por las nuevas tecnologías que nos absorben el poco libre que tenemos. Y he descubierto el Kindle. Y nos vamos a hacer muy buenos amigos.

Hoy, cuando la nostalgia post vacacional se entremezcla con la necesidad de avanzar sin dejar de mirar el retrovisor, me he parado a pensar en los veranos y lo que suponen en nuestro desarrollo personal, porque como todo el mundo sabe septiembre es el verdadero comienzo de año. Me he acordado de la adolescencia, que quizá en este símil sería la primavera, ese periodo convulso que nos modela mediante las compañías que tenemos, la educación que recibimos, la música que escuchamos y sobre todo los libros que leemos, enfocándonos a las siguientes estaciones.

Los veranos son necesarios para sacarnos de la rutina maldita. Y es necesario que terminen para devolvernos a la rutina bendita. También pienso en el paso a la madurez y los problemas, muchas veces estúpidos, que conlleva. La juventud termina para cada uno en un punto de inflexión diferente. E invariablemente, como el vino, llega una edad y un momento en que todos nos avinagramos.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 31 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:31 agosto, 2016 @ 07:30

La movilidad que viene.

Los próximos meses son clave para algunos de los asuntos más importantes de nuestro país. Se presentan cientos de retos en este nuevo «curso» que tenemos por delante. Política, economía y sociedad marcan el camino y con ellos, tirando del carro, todos los aspectos diarios de nuestras vidas. Desde la Red de Ciudades por la Bicicleta (RCxB) estamos inmersos de lleno en dos grandes proyectos.

En septiembre se celebra la Semana Europea de la Movilidad, una acción que lleva desarrollándose varios años en nuestro país y que supone un punto de inflexión en las políticas de movilidad sostenible de nuestras ciudades. De hecho este año Murcia y Palma de Mallorca han sido premiadas por las actividades desarrolladas el año pasado, motivo de especial orgullo para nosotros, dado que Murcia era Presidencia de nuestra RCxB en aquel momento y actualmente es Vicepresidencia. Palma por su parte, forma parte de la Junta Directiva. Es muy interesante estudiar cómo ciertas medidas que se implantan a modo de prueba pasan a ser permanentes, actuando como ejemplo y contagio hacia otros municipios. Este año las ciudades asociadas a nuestra RCxB han previsto multitud de actividades que serán apoyadas y difundidas concienzudamente. Por otra parte, casi todos los grandes organismos nacionales apuestan este año especialmente por la movilidad sostenible y han contado con nosotros para participar en sus acciones. En Septiembre también se llevará a cabo una de las mayores ferias centradas exclusivamente en la bicicleta de todas las que se desarrollan en el país.

Más adelante, entre noviembre y diciembre, se celebra Conama, el Congreso Nacional de Medio Ambiente, que cada dos años pone encima de la mesa las preocupaciones y retos a los que se enfrenta el sector a nivel mundial. Y no sólo el sector, sino toda la economía, puesto que el medio ambiente y la sostenibilidad se están entretejiendo y solapando con todo lo demás, afortunadamente. Este año, Conama apuesta por fortalecer la conexión de personas y organizaciones para impulsar el cambio a una economía baja en carbono, circular y verde y aprovechar sus oportunidades. Forman parte de Conama las ciudades, empresas, organizaciones de la sociedad civil, científicos, políticos, técnicos, ecologistas, gobiernos, plataformas ciudadanas, universidades, emprendedores, estudiantes y periodistas. Todos ellos invitados a trabajar para que nuestro país avance hacia una senda de desarrollo inclusivo, sostenible y resiliente. Se han elegido nueve ejes de trabajo: Energía, eficiencia y cambio climático, movilidad, renovación urbana, desarrollo rural, biodiversidad, agua, calidad ambiental y salud, residuos y economía y sociedad. Todos ellos con multitud de grupos y sesiones de trabajo.

De nuevo desde la Red de Ciudades por la Bicicleta trabajaremos mano a mano con la organización del congreso, participando en todos los grupos del eje de movilidad y liderando el ST8, centrado exclusivamente en la bicicleta. Un grupo que tiene mucho que decir y que durante el mes de agosto está evaluando la presentación a realizar. Además, personalmente participo en otros grupos de trabajo. Un orgullo y responsabilidad trabajar por dejar un mejor mundo para nuestros hijos.

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Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 24 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:25 agosto, 2016 @ 14:40

El espacio interior.

La puerta no cierra. Lleva así varios meses. Tengo grabado el ruido que produce y dejaría de hacerlo si me animo a solucionar el asunto. En el fondo le tengo cariño así que seguirá rota. Tampoco es que haya algo de lo que me necesite proteger encerrándome en esta cochambrosa cápsula espacial que ahora es mi hogar. La vida en la Luna no es lo que era. Aquí no quedamos más que cuatro gatos solitarios para los que ya nada tiene mucho sentido. Debo rondar los sesenta años aunque no estoy del todo seguro. Cuando partió el último transbordador de vuelta nos quedamos incomunicados. Lo sabíamos y lo asumimos, mantenerse aquí significaba soledad profunda y quizá eterna. No habría otra opción. No habría otro viaje. Colonizar nuestro satélite resultó no ser buena idea. Se desechó tras varias misiones fallidas, muchas muertes innecesarias y falta de inversiones. Lógicamente había otros planes en nuestro planeta, había otras necesidades, otras urgencias. En la lacrimógena reunión de despedida se cerró el trato: a cambio de quedarnos aquí la vida de nuestros descendientes estaría resuelta para siempre allí. El trabajo encomendado no era complicado, mantenimiento de las cuatro cápsulas. Una persona en cada una. Tan separadas entre ellas que nunca volveríamos a encontrarnos. Jamás volveríamos a vernos. Adiós para casi siempre. Su idea era retomar la colonización más adelante. ¿Cuándo? Ellos no lo saben. Tampoco importa mucho. Ni que dependiera de nosotros. No hay miedo, llevo muy dentro el espacio exterior.

Salgo a dar un paseo y veo lejana nuestra pequeña bola azul. Observo cómo la Tierra, suave, late. Noto cómo bombea relajada su sangre en forma de nubes, agua, rayos, viento, tormentas y ese eterno vaivén entre el día y la noche. El tiempo aquí pasa despacio. Hasta he puesto nombre a las constelaciones que me he inventado. De pronto algo me ciega. No oigo nada pero un temblor me tira al suelo. Consigo levantar la cabeza y alcanzo a ver el rastro de un meteorito. No es raro que tengamos pequeños sustos pero este ha sido enorme. Aunque nada comparado con lo que nos viene, una descomunal mole que atraviesa el orbe sobre mi cabeza. Es tan grande que no acierto a calcular su tamaño. Roza la Luna. Dada su magnitud desde la Tierra deben haberla previsto hace años. Me entristece pensar que aquí no sabíamos nada. Nunca sabemos nada. Se dirige hacia ellos a una velocidad asombrosa. En menos de 6 horas entrará en la atmósfera terrestre. Se me hacen eternas. Intento encender la radio y obtener alguna señal del resto de cápsulas o de la propia Tierra. Negativo. No hay manera de saber nada más de lo que muestran los ojos. Envuelta en llamas la roca voladora se aproxima al lugar en el que todos nacimos. La colisión es inminente. Se convierte en infinita la luz que desprende. ¡Impacto!

Súbitamente despierto sudoroso. Mi cabeza, como la Tierra en la pesadilla que acabo de tener, está a punto de explotar. No vuelvo a beber. Menuda resaca.

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Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 17 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:17 agosto, 2016 @ 12:04

Vacaciones en modo avión.

Cada uno decide qué hacer con el tiempo que le ha sido concedido. Hace ya muchos años leí o escuché esta frase en algún libro o película que ahora no recuerdo. Me impactó de un modo tan brutal que aún aparece entre mis pensamientos a menudo. Vuelve a mi cabeza en estos primeros de agosto porque veo lo complicado que supone a veces gestionar nuestros horarios cuando no tenemos las obligaciones laborales de un día cualquiera. Cosa que sucede ya sea teniendo mucho o poco tiempo libre. Parece que no tiene que ver con eso. Tiene que ver con nuestro actual modo de vida. Ayer mismo tuiteaba que a veces en vacaciones no sé cuándo toca qué. Parece que no sepamos estar sin hacer nada. Esta vida interconectada que nos libera y nos ata con la misma fuerza. O quizá solo me pase a mí y esté generalizando un comportamiento personal. Hablo como pequeño empresario y autónomo, pero imagino que en función del puesto o del jefe que tengamos puede ser aplicable a todo tipo de trabajos o situaciones laborales. Esos críticos momentos en los que llega trabajo por realizar y aunque no sea urgente ni importante la mala costumbre te pone en estado de alerta impidiendo dejarlo pasar. Y lo realizas, rompiendo el ciclo tan necesario de hacerlo esperar, que además revalorizaría posteriormente su misma ejecución. Todo es cuestión de priorizar.

Publicamos en Facebook que estamos en la playa desconectados, de relax, pero lo hacemos con el smartphone en la mano y el wifi del chiringuito enchufado. Y con miedo a quedarnos sin batería. Si eso es desconexión, apaga y vámonos. Nuestras vidas necesitan de nuevo un poco de aburrimiento, necesitan de nuevo quedarse mirando al infinito mientras pasan las horas (vale, podemos comenzar por algunos minutos). Nuestras vidas necesitan ponerse temporalmente en modo avión. Está subestimado lo buenísimo que para los niños es quedarse quietos. Haciendo nada. Esas siestas eternas respetando el descanso de la abuela en las que casi nunca te dormías pero tenías que tumbarte en la cama y mirar el techo durante dos interminables horas que activaban una específica parte del cerebro que ahora no acaba de despertarse. Nos hace falta divagar. Hay que decirlo más. Vidas en modo avión. Sin volar.

También sirve tomarse tres latas seguidas de cerveza de cháchara con tu mujer y tu prima mientras anochece a tu alrededor, comienza a refrescar y se te olvida cenar elucubrando sobre los pasatiempos de nuestros bisabuelos. Nos los imaginábamos hablando, leyendo, cosiendo, rezando, reconociendo las estrellas y las constelaciones o sentándose a tomar el fresco. Nada más. Y nada menos. Es triste que hoy en día eso que hacían nos pueda parecer poco. No es poco, piénsalo bien. Es mucho pero tan escaso actualmente que nos sorprende e incluso en ocasiones genera rechazo o ironía. A tiempo estamos de rellenar nuestras vacaciones (y qué demonios, rellenemos también nuestras vidas) con esos detalles tan fácilmente alcanzables como necesarios.

 

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Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 10 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:10 agosto, 2016 @ 11:52

Los ojos que hablan.

Se mete en la cama relajado. Ha sido un día de entrenamiento intenso, compaginado como siempre con el trabajo en el instituto. Dar clase de matemáticas a chicos de 16 años es más duro que esprintar en la pista de atletismo. Se acuesta con esa sensación de plenitud que sólo da el saber que has cumplido con tu parte del trato con la vida. Su mujer duerme tranquila. Al lado los gemelos, en quince días cumplen tres años. Oye cómo todos respiran pausadamente mientras poco a poco se va quedando dormido. Sueña con la competición de mañana donde se juega el pase a los Juegos Olímpicos representando a su país, el más avanzado de Oriente Medio.

Se levanta temprano, lleva a los nenes al cole y acompaña al trabajo a su mujer. Esas sonrisas. Ambientazo en el pabellón, el nivel deportivo del país siempre ha sido alto. Pocos minutos para el inicio de la prueba. Está nervioso, es el momento más importante de su vida. Se ata los cordones de sus zapatillas preferidas, naranjas y blancas. Suena el disparo y se deja la piel. Su brillante melena rubia corta el viento. Consigue la marca, misión cumplida, el año que viene irá a Río. Comida celebración con sus colegas de toda la vida en el mejor restaurante de la capital. No sabe que no habrá año que viene.

Entonces todo se tuerce, comienza la guerra civil. El miedo invade el tuétano. Sus amigos se matan por las calles. Los bancos han cerrado. No hay dinero. No hay familiares. Tiene que salir corriendo con lo puesto y sin papeles. Consigue un billete de barco a ninguna parte. El capitán, compinchado con los matones que ejercen de seguridad personal y miedo colectivo, viola a su mujer varias veces durante el trayecto hasta que no aguanta más y se tira por la borda. No sabe nadar. Se aferra a sus hijos como misión a cumplir. Se los arrancan de las manos al llegar a destino, las mafias le obligan a trabajar en un aserradero a cambio de pagar el billete. Tras seis meses de trabajos forzados consigue escapar junto a otros cinco compatriotas en una situación semejante. Suena un disparo y le roza la piel. Es el día más importante de sus vidas. Acaban de ilegales en España tras dar tumbos por media Europa.

Hoy es sábado por la mañana en Jumilla. He salido a correr por los campos de melocotones cercanos. A doscientos metros veo a alguien parado en medio del camino. Su sucia melena rubia sobresale por debajo de la gorra de trabajo. Noto cómo se queda mirando fijamente mis zapatillas naranjas y blancas. Son mis preferidas. Al pasar a su lado saludo levantando la cabeza y me sonríe. Sé que me sigue observando un buen rato aunque no gire la cabeza para comprobarlo. No hemos intercambiado una palabra. Todo me lo han contado sus ojos en los interminables tres segundos en que nuestras miradas se han cruzado.

 

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Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 3 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:3 agosto, 2016 @ 14:05

La inmensa idiotez.

En los últimos años me han llamado de todo: machista, facha, progre o antipatriota entre otros imbéciles insultos. Los autores son gente que no me conoce personalmente y ha sacado esas sabias conclusiones por una foto o una frase aislada que han visto en mis redes sociales.

No sé vosotros pero yo empiezo a estar harto de que continuamente se nos critique por lo que hacemos o decimos con el único argumento de los principios morales o de la ideología política del acusador. ¿Quién dice lo que es lógico y lo que no? ¿Quién decide qué comportamientos pueden ser complementarios y cuáles son contradictorios? Un famoso actor de cine decía que si se levantaba tarde le llamaban gandul y si madrugaba mucho le tachaban de pardillo. Personal sin criterio, personal con inquina.

En las redes sociales nos encontramos con los mejores y peores especímenes humanos: esos cobardes que se ocultan e insultan y tergiversan o esos otros que se enrocan en sus ideas cegándose a lo que no entienden. En el primer caso, aunque a veces no lo cumplo, intento auto imponerme la regla de no responder. En el segundo arranco como con todo el mundo, pues no te das cuenta de que te encuentras frente a uno de estos casos hasta que se intercambian varios comentarios. Suelo discutir, argumentar, hasta que veo que no hay opción, que no es posible la sana discrepancia. Quiero pensar que si estuviéramos cara a cara nunca llegaría el momento de tensión que últimamente estoy viviendo cada vez que escribo algo. Soy el primero que meto la pata habitualmente o que parto de hipótesis equivocadas y me encanta cuando alguien, con criterio y educación, me desmonta. Bajo la cabeza, acepto, y rectifico. Y crezco.

He votado a la izquierda por algunas de sus apuestas sociales y a la derecha por algunas de sus propuestas económicas. Intento entrenar todos los días y es raro el día que no me beba una cerveza. Fui objetor de conciencia si bien algunos de mis amigos son militares. No me busques en una iglesia y eso que creo en los valores de la educación católica. Me gusta moverme en bici pero también tengo coche y uso ambos medios de transporte. Me encanta ver (y correr) los encierros de toros, aunque no me verás en una corrida. Oigo punk, heavy metal, música clásica o hip hop con la misma pasión y frecuencia. No compro ropa de marca pero me gasto una fortuna en zapatillas de deporte o un pulsómetro.

Somos nuestras contradicciones y es bueno que así sea. Si encajáramos perfectamente en las ideas de la cabeza de otro es que la nuestra no sería auténtica, no sería original, no sería en el fondo, normal. Ovejas o secta, llámalo como quieras. Seamos cada uno y dejemos ser a los demás. Siempre será mejor contradecirse y crecer a ser un idiota y estancarse.

 

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Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 27 de Julio de 2016

Fecha original de publicación:27 julio, 2016 @ 14:05

Aprender a fluir.

Muchas de las pocas buenas ideas que he tenido en mi vida me han venido a la cabeza corriendo. O montando en bici. A veces nadando. Haciendo deporte, vamos. La explicación es sencilla, cuando estoy entrenando no tengo el maldito móvil en las manos, no me despisto con sus tonterías, no pierdo el tiempo mirándolo mil veces por minuto. Cuando estoy entrenando focalizo en otras cosas como el paisaje o la respiración. Escucho a mi corazón, metafóricamente mientras divago y literalmente con el pulsómetro. Cuando corro y me viene una idea a la cabeza, disfruta del tiempo necesario para asentarse, si tiene buenas raíces para crecer y si es genial incluso es posible que dé algún fruto. Dicen que el deporte es bueno para la salud, pero para lo que es verdaderamente bueno es para el coco. Para la otra salud, la mental. Cerebro diez.

Cuánto más te cansas con el ejercicio más te activas. Parece una contradicción pero es tan real como que yo también alguna vez he leído sólo el titular de alguna noticia y me he sentido capacitado para poner a parir al autor. Los días que más cansado estoy suelen coincidir con los que menos deporte hago. Las endorfinas (o como se llame lo que genera tu cuerpo mientras lo castigas) te ponen en órbita. Llegar muerto después de un viaje eterno con varias reuniones intensas y en vez de dejarse caer en la cama, coger las zapatillas y tirarse a la calle a hacer unos kilómetros. Tachán, magia: pilas cargadas para salir a cenar, dar un paseo por la ciudad, cenar y tomarte unas cañas aunque mañana toque otro insufrible madrugón. El deporte es vida y quemar toxinas es savia para el alma. Cuando te has contagiado ya no hay vuelta atrás, si haces ejercicio el resto viene rodado. Lo único malo de hacer deporte todos los días son los días que no puedes hacer deporte.

En el libro «Aprender a fluir» de Mihály Csíkszentmihályi encontré la explicación a muchas de mis sensaciones mientras sudo. Tan recomendable como el mítico “De qué hablo cuando hablo de correr” de Murakami. Según el autor hay momentos concretos en cada uno de nuestros días que nos hacen sentir bienestar. Que nos hacen fluir. Recomienda recordar al final del día lo que nos ha hecho felices hoy. No tienen por qué ser situaciones especialmente propicias para ello. Obsérvate. Puede ser algo puntual como cocinar, conducir, jugar con tus hijos, leer, pasear, criticar en Facebook, separar el trigo de la paja, ver una película, emborracharse o terminar una reunión con un cliente con ese buen sabor de boca que deja el saber que todos vamos a salir ganando.

Imagino que la clave está en balancearse entre lo que es necesario pero no proporciona fluidez y aquello que es placentero pero inútil. No hay duda que uno mejora analizándose. ¿Y quién no quiere mejorar aunque sea un poco cada día?

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 20 de Julio de 2016

Fecha original de publicación:20 julio, 2016 @ 11:51