Copenhague, bahía de mercaderes

Es curiosa la etimología. Esa derivación filológica que se encarga de estudiar de dónde vienen las palabras, cómo han evolucionado y, al fin y al cabo, qué significaban antes de tener sentido propio. A la parte estudiosa de este campo se le suman retazos de conexiones mentales e incluso apuesto que por momentos juega su parte la directa imaginación. Me explico, una palabra llega a nuestros días tras haber vivido evoluciones portentosas. Dublín viene de “laguna negra”, Bruselas de “ermita del pantano” y España es “tierra de conejos”. El significado de Copenhague da título a esta columna y cuerpo a lo que hoy escribo.

Dinamarca es un conjunto complejo, geográficamente hablando. A sus 407 islas (imagínate en sexto de EGB aprendiéndotelas) se suma el mágico territorio de Groenlandia y las míticas Islas Feroe. Llegar por los aires a lomos de un avión, sobrevolando este paisaje de verde y agua con la guinda de los molinos eólicos en pleno Mar Báltico es una experiencia memorable.

Es el país menos corrupto del mundo según Transparencia Internacional y tiene la población más feliz y satisfecha del planeta según Forbes. Imagino que será un buen sitio para vivir y para trabajar, aunque los precios pueden parecer por momentos desproporcionados. Para visita de trabajo sí es un buen lugar, tuve la suerte de pasar allí unos días la semana pasada y doy fe de las afirmaciones. Al menos su capital es un sueño hecho urbe. Me olvidé de hoteles y canté bingo con el apartamento de cuento que encontré en Airbnb. Alquilé una bicicleta y recorrí lo que pude entre reunión y reunión.

A la preciosidad física de sus decenas de iglesias, los canales de Nyhavn, los infinitos parques, el palacio de Christianborg, sus cientos de plazas, la antigua estación central, el nuevo edificio de la Ópera, el renovado distrito del Meatpacking, la archifamosa Sirenita, la ciudad libre de Christiania o el fabuloso Tívoli, se suman la limpieza, el orden y la educación que, llamadme vejestorio, tanto echo de menos en ciertos comportamientos típicamente españoles. Y qué decir de la movilidad en una ciudad pensada para la bicicleta y el peatón en la que eliminando carriles para coches se consiguió reducir el tráfico en un 57% aumentando en cambio un 20% la movilidad general suma de gente andando, a pedales y en transporte público.

Hay varios puentes exclusivos para que esta opción activa de desplazamiento salve las numerosas calles acuáticas en las que hacía tanto calor que los copenhaguenses incluso se bañaban. Todos y todas, guapos y guapas, musculosos y musculosas, rollo vikingos o forzudos mercaderes de esta imponente bahía. Si alguna vez hubo una raza aria esa sería la danesa. Alemanes, ni a la suela de los zapatos, oiga.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
30 de mayo de 2018

El hotel que no

Cuando viajas hay que dormir. Si lo haces mucho tienes experiencias de todo tipo. Pero lo sucedido esta vez en Valencia ha sido tan kafkiano que merece ser contado. Mi mala costumbre de ordenar hoteles por precio, mirar por encima la puntuación y confiar en el instinto. Me he equivocado alguna vez pero nunca me había sentido estafado de esta forma.

Congreso de tres días. Madrugón desde Murcia. Entiendo que no pueden darme la habitación tan pronto así que solicito por email que me permitan dejar la maleta. Sin problema, dicen. Desde el tren llamo varias veces pero no cogen el teléfono en ninguno de los números. Qué raro. Me planto en la puerta y nadie abre, recibo un whatsapp una hora más tarde diciendo que me esperan a la hora prevista. Primera mentira. Estoy paseando la maleta por la ciudad.

A medio día quedo con el chaval que está en recepción (solo un rato cada jornada) y no doy crédito. Antiguo piso convertido en cochambroso alojamiento. Pido factura. Me la enviarán por mail. Me dan habitación “deluxe” por las molestias (no quiero imaginarme las normales) en la que no cierra la persiana, no hay nada de la lista que aparece en la ficha y las almohadas/sábanas están dudosamente limpias. El primer día la ordenaron, los siguientes ni aparecieron. Me quejo por whatsapp (recordad que no cogen el teléfono) y dicen que se le ha debido pasar al encargado. Joder, son 8 habitaciones, no el Palacio de Buckingham. Intento desayunar pero no hay platos. Siete de la mañana y todos sucios. Me vuelvo a quejar y dicen que han debido almorzar muchos. Otra mentira: el comedor estaba igual de sucio la noche anterior. Intento conectarme al wifi y tampoco. Inaccesible tres días. Pido de nuevo la factura.

Hay cuatro baños compartidos para ocho estancias. Dos tienen váter y dos tienen ducha. Toca elegir. Toalla de manos comunitaria, nada en el suelo y fregona sin cubo. El baño está tan encharcado que el agua sale por el pasillo. Después de ducharte, tienes que cambiar de cuarto si quieres hacer pis. O viceversa. Dicen que lo limpian dos veces cada día. Otra mentira: apuesto a que no lo hacen ni una vez cada semana. La ducha está asquerosa, el resto del baño mejor ni recordarlo.

En la última mañana no queda ni café. He tenido que usar el bar de abajo los tres días. La factura llega al fin pero va sin IVA. Estaba cantao. Salgo a mirar la terraza/solárium antes de despedirme y veo cuatro sillas de plástico en el fondo de un oscuro y andrajoso patio interior.

Y todo esto por nada menos que 197€ tres noches. Amigos de Booking, habéis perdido un gran cliente. Que el dueño de un establecimiento sea pirata y quiera metérmela pase, que vosotros seáis cómplices me repatea.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
23 de mayo de 2018

 

 

Eurovisión y lo previsible

O la música de Eurovisión está mejorando a pasos agigantados o mis gustos musicales se han relajado con la edad. No hay otra explicación para el hecho de habernos tirado varias horas en familia frente a la televisión escuchando una por una las veintiséis canciones que este año formaban parte del certamen. Con lo que yo he criticado esto, madre mía. Una muestra más de mis contradicciones. Jóvenes negaciones convertidas en adultas decisiones. Un palito más en la pared de la celda que conduce a mi libertad condicional mental. Lo que hay que escribir.

Pero es que no sólo estoy disfrutando (y mucho) con algunas de las composiciones musicales, es que estoy boquiabierto con la espectacular puesta en escena. Si no has trabajado en el sector es difícil que te hagas una idea de lo increíblemente complicado que es coordinar luces, sonido, láser, fuego y demás parafernalia. Y qué decir de la acojonante realización televisiva. A ojo debe haber siete millones de cámaras. Qué barbaridad. Qué mérito. Planos, zooms, entradas, salidas, cortes y empalmes en directo. Una delicia visual.

Elijo mentalmente mis preferidas mientras van actuando: Lituania tirada líricamente en el suelo, Francia con un punto melódico-electrónico, el cantante de Albania dando solos de heavy metal o Bulgaria con una especie de trance a cinco voces. Mención especial las que habrían sido mi podio: el estilazo de Holanda y su rock country, España con una delicia armónica y, por encima de todas, Portugal con una absoluta obra maestra. Afortunadamente (respiro aliviado, llamadme snob) nada que ver con las posiciones finales, me toca entonces intentar entender el asunto de las puntuaciones. Lo previsible de los twelve points como moneda de cambio entre países. Y de qué sirven estas previsiones si luego el voto del público sacude las telarañas políticas del intercambio de cromos dando la vuelta a los marcadores aparentemente estilo calcetín, para no variar realmente nada.

En resumen, una tarde noche de sábado para disfrutar y desengrasar. Para pasarla en familia riendo y discutiendo sobre gustos musicales aunque nos diera la madrugada esperando el resultado final. Muchas canciones buenas, bastantes del montón, algunas joyas y un par de chavales de nuestro país que, aunque desafinaron, me ganaron desde la primera vez que los vi. Qué queréis que os diga, me representa totalmente la cultura musical de Amaia y Alfred, saben tocar varios instrumentos, tienen estudios y además son frescos e inteligentes. Justo lo contrario a lo que ha sido hasta ahora nuestra caspa eurovisiva. Al menos eso había pensado siempre. Quizá mañana cambie de nuevo de opinión mientras la ceguera política de unos y otros los deja estancados viendo lo que no hay y sin enterarse de lo que realmente es.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
16 de mayo de 2018

 

Vida perra

Hace tiempo vi una ilustración de un hombre y su perro paseando al atardecer. Ambos de espaldas, dirección al horizonte durante una preciosa puesta de sol. Cada uno tenía un pensamiento en forma de la típica nube en la que visualizarse de forma gráfica. El internacional lenguaje del cómic. El hombre llenaba su espacio de situaciones familiares, económicas, laborales. Problemas y alegrías. La cabeza repleta de historias, escenarios, movidas, futuros, angustias. El perro pensaba en ese preciso paseo con su dueño, al atardecer, directo al horizonte en una preciosa puesta de sol.

Me marcó bastante ese dibujo. Los perros son animales inteligentes. Más que eso, son listos. Disfrutan de cada momento sin tener que repetirse «carpe diem» y tonterías semejantes de forma autómata. Para ellos no hay un mañana. Viven y punto. Capaces de estar tumbados al sol durante horas, sentarse a tu lado el tiempo que haga falta, tirarse a la calle enloquecidos como si fuera la primera vez que lo hacen en la vida o estar esperando en la puerta a que entres y echarse en tus brazos. Todo es una fiesta para ellos. Sol y necesidades fisiológicas. No necesitan más. Su Pirámide de Maslow sería una línea. Envidiable, ciertamente.

Hace poco llegó «Coco», un cachorro que no sabía casi ni andar. Mis hijos querían perro desde siempre, como todos los niños, pero yo me negaba en redondo. Cacas, sacarlo tres veces al día, pipís, pelos, olores. ¿Estamos locos? Pues se ve que sí, porque llegó y nos ganó ipsofacto. Lo que más me gusta de nuestro perro es su estilo de vida. Suena a cursilada, pero es la pura verdad. Un ser vivo que no levanta un palmo del suelo nos va dando ejemplos de vida a cada momento. Pasea por la casa como si llevara aquí desde siempre. Le faltan nuestros apellidos.

Coco tiene seis meses y nos entiende perfectamente. Más aún, se hace entender. Nunca me había fijado en la profunda mirada que tienen estos animales. Sus ojos hablan. Se mete en nuestras camas, se sienta a ver la tele en nuestro sofá, besucón y abrazador, nos cuida la casa (bueno, esto es un futurible, por ahora se encarga más bien de poner todo patas arriba). Encima es guapo rematado y tiene estilazo.

Juré a mis hijos que se tendrían que encargar ellos de todo pero les mentí sin saberlo. Es un placer sacarlo a pasear y disfrutar con él esos momentos de pensar intensamente en lo que estás haciendo justo en cada instante.  Si esto es la vida perra, yo me la pido.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
9 de Mayo de 2018

 

 

1 de Mayo: ¿El día de qué?

Como cada año en estas fechas vuelan los cuchillos lanzados desde cualquier esquina del tablero en el que se decide el mercado laboral español. Por un lado políticos que no han pasado en su vida un proceso de selección a los que se les llena la boca con las bondades del emprendimiento y las grandiosas oportunidades laborales que se vislumbran en el horizonte gracias al gran trabajo de su partido. Por el otro sindicalistas que se atribuyen la representación de todos los trabajadores, aún estando en las antípodas de la gran mayoría, disfrutando de trabajos muy fijos y discutiendo sobre el sexo de los ángeles. Y no olvidemos las patronales, para las que sólo importan los empleadores de su ideología, dando calabazas al resto aunque contraten tanta o más gente como ellos, muchas veces bendecidos por los dos actores anteriores. Y en el medio nosotros, llegando a fin de mes por los pelos, viendo cómo se despedazan delante de las cámaras pero intuyendo que cenan juntos detrás de ellas.

Como cada 1 de Mayo revivo la misma rabia sintiendo que se ha politizado hasta lo más sagrado. Un mercado laboral que sin haber salido de la UCI sigue siendo generador de medallitas a diestro y siniestro. ¿Cómo es factible un país en el que tu futuro laboral depende en gran parte del lugar en el que naces? Sólo 1 de cada 10 navarros no encuentra trabajo, mientras que en Ceuta 1 de cada 4 están en la lista del paro. ¿Cómo es posible una Unión Europea en la que sólo trabaja 1 de cada 3 jóvenes españoles y en cambio no tendrás ningún problema si eres alemán? Las razones son difíciles de enumerar y sin duda las soluciones son aún más complicadas. Lo que no parece cuadrar es que la sociedad española siga funcionando con estos datos como si nada. O somos más duros que la mierda de palomo, como se dice en Murcia, o nos ganamos la vida haciendo submarinismo financiero.

Personalmente me encanta que el 1 de mayo sea festivo. Junto al 1 de enero y de noviembre son los únicos principios de mes en los que puedo facturar y enviar informes tranquilo. Bueno, y los dos o tres días 1 que caen en sábado o domingo cada año. Que no suene a queja, siendo la tarea que menos me gusta de las que realizo en mi día a día es la que nos da de comer al cada vez más numeroso equipo de la agencia. Mejor hacerlo relajado, sin llamadas, oyendo música en casa y disfrutando de un café bien cargado antes de salir a dar un paseo con la familia, la consecuencia únicamente importante de esta vida que de peor o mejor manera nos podemos ganar los verdaderos currantes. Que tomen nota y aprendan de nuestro esfuerzo. Falta les hace.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
2 de Mayo de 2018

 

 

 

El muro femenino

Si levantas la cabeza y miras alrededor verás que estamos rodeados de muros. Los hay antiguos, los hay modernos, bonitos, feos, algunos son útiles y otros innecesarios. Los muros separan cosas, pero unen conceptos. Unen personas que se sienten tanto obligadas a sufrir de una distancia física como unidas mentalmente. Porque a las ideas no se les puede poner puertas.

La palabra muro tiene otras acepciones como pared, tapia o muralla. Siempre me ha llamado la atención cómo de diferentes suenan en nuestra cabeza palabras que deberían ser sinónimas en significado. Pero claro, el español en su riqueza no tiene dos palabras que signifiquen exactamente lo mismo. Bendito sea.

Hay muros físicos, como los de arriba. Y los hay mentales, como los que leerás abajo. En una charla de comunicación y deporte que compartí con varias mujeres se puso sobre la mesa un interesantísimo concepto.

El muro es para muchos deportistas ese momento que separa la agonía de la gloria, superarlo significa terminar una carrera llegando a la meta. El tío del mazo te persigue siempre. Darte te va a dar, por lo que aceptarlo y conseguir reponerte es la única clave. El muro aparece en las maratones rondando el kilómetro treinta de los cuarenta y dos que supone esta distancia y es una preciosa metáfora de lo que está por venir. Retirada o éxito.

Quizá estamos viviendo en el deporte un histórico momento en el que se dan la mano dos muros: Uno, el que toca derribar, construido por unos carcamales señores que ha cosificado a la mujer durante tantos años. Y otro, el que la propia lucha por superar la discriminación sexual que desde siempre ha afectado al deporte está finalmente a punto de superar, ganando por fin su ya larga carrera histórica. Dos muros muy parecidos y un mismo problema que levantó ambos.

El anuncio reciente de la prohibición de exhibir chicas en los paddock de la Fórmula 1 choca con otras dos noticias. Por un lado MotoGP no lo contempla, argumentando que son unas trabajadoras más y por otro lado el propio circo automovilístico decidiendo «aplazar» su aplicación permitiéndolo de manera excepcional en Mónaco. Que me lo explique alguien. Las cheerleaders que animan a algunos equipos en los descansos de los partidos están también en lógica tela de juicio. Sin contar la problemática que afecta a la mujer deportista o la periodista deportiva. Por momentos me recuerda a las pioneras militares o científicas abriéndose hueco en un mundo de machos.

Ojalá dentro de unos años no tengamos que estar escribiendo columnas como esta. El muro femenino se tambalea. Estoy convencido de que mi hija sabrá treparlo. O destruirlo si fuera necesario.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 de Abril de 2018

 

Tu árbol genealógico

Mi hija acaba de cumplir diez años y, claro Papá, hay que hacer una buena fiesta, alcanzo dos cifras y lo más probable es que no llegue a las tres. Momento rígido. Tuve la suerte de conocer a tres de mis cuatro abuelos e incluso mantuve  una relación intensa con ellos. Me contaban las historias de sus progenitores, todos longevos, así que respondo: ¿Cómo que no, hija mía, si yo llegaré seguro a los ochenta por qué no ibas tú a alcanzar los cien?

En estas profundas conversaciones me hallo cuando me da por pensar en la descendencia, pero no a los niveles más cercanos sino a larga distancia. Echando la vista hacia arriba 25 generaciones en tu árbol genealógico e imaginando que la edad media para tener hijos son los treinta, nos encontramos con que en el año 1268 teníamos por encima aproximadamente 30 millones de familiares directos. La población de España en esa fecha (reinaba Alfonso X el Sabio, nada menos) rondaba los 5 millones. ¡Sorpresa! Mira al primero que te cruces por la calle, sois seguramente primos en algún grado y compartís sangre en un porcentaje mayor o menor. Y si tiramos un poco más allá la cosa se complica llegando a un punto en el que tendríamos más ancestros que población mundial. ¿Cómo se explica esto? Alguien se comió el tarro antes que yo y le llamó la paradoja del «Colapso del Pedigrí», los numerosos ascendentes comunes que tienen descendencia entre ellos, ya sea de manera consciente (la más que habitual consanguinidad de las monarquías españolas es un buen ejemplo) o inconsciente (muy probablemente tu cónyuge sea primo séptimo).

No deja de ser fascinante pensar que si tú estás hoy aquí leyendo esto ha sido necesario que todos tus miles de abuelos llegaran vivos a la edad de procrear. Y que procrearan. En la actualidad parece sencillo, pero en el siglo XIII no era tan fácil. El resultado de todos esos miles momentos eres tú. Mira hacia arriba y verás una enorme masa que ha desembocado en ti. Hemos podado nuestro árbol genealógico, ahora toca regarlo.

Piensa que dentro de setecientos años serás tú uno de los progenitores de esa futura persona que quizá se ponga a pensar también en esto. Pero dentro de muchos menos años habrás desaparecido y dentro de un poco más habrán desaparecido tus hijos. Para esa persona sólo serás uno de sus millones de abuelos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Una gota insignificante pero sin la cual el proceso se acabaría. Somos el banal eslabón en la cadena de la vida de otro. De otros.

Aparentemente intrascendentes pero a la vez imprescindibles. Somos grandes, somos pequeños, somos nosotros. Nada más y nada menos.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Abril de 2018