#PorUnaLeyJusta

Con la costumbre la piel se endurece. Como cuando vemos las noticias de los refugiados en la tele. Como cuando de pequeños veíamos a los niños de Etiopía muertos de hambre. Como cuando leemos que fulanito ha robado tropecientos millones de euros. Estamos vacunados contra la maldad. Deberíamos hacérnoslo ver. ¿Cuántos ciclistas mueren en las carreteras cada fin de semana? Pues eso. Tenemos cáscara. Deberíamos pelarnos.

Anna González, la mujer que perdió a su marido cuando circulaba en bicicleta dice textualmente en su Twitter: «Desterremos el término accidente cuando un conductor borracho y/o drogado atropella mortalmente a un ciclista y/o peatón.» Y no le falta razón.  Anna consiguió llevar 200.000 firmas al Congreso de los Diputados para el endurecimiento del Código Penal respecto a los homicidios por imprudencia y omisión de socorro. Qué menos, ni que estuviera pidiendo peras al olmo. Lo que tenemos legalmente no sirve. Toca cambiarlo.

Personalmente, desde esta columna, pido responsabilidad a ti que compartes una noticia en tus redes sociales. Pido responsabilidad a ese periodista que escribe sobre el atropello. Pido responsabilidad esa aseguradora que para pagar lo menos posible sigue enviando propuestas económicas irrisorias a los familiares de las víctimas. Pido responsabilidad a esos legisladores que consideran falta y no delito llevarte por delante, empapado en alcohol o con la cocaína saliéndole por las orejas, a un pelotón de amigos que salen a disfrutar un sábado por la mañana dando pedales. Cualquiera puede cometer un error, sufrir un despiste. Pero no mezclemos ni tergiversemos: ir borracho o drogado y coger un coche (máquina capaz de matar o matarte) no es un error. Es otra cosa. Homicidio. Asesinato. Es otra cosa bien diferente.

Acabo de hablar con Anna por teléfono y tengo una sensación dividida, por un lado envidio su fuerza y por otro me corroe la pena. No es una heroína como algunos quieren hacernos creer. No es la foto que siempre llama. No es esa medalla que algunos se quieren poner. Anna ha perdido a su marido y eso es lo único que cuenta. Hagamos que nuestra piel se vuelva delicada, que nos traspasen estas malas noticias aunque no nos toquen directamente. Mañana podría ser un familiar tuyo.

Desde la Red de Ciudades por la Bicicleta estamos trabajando en la elaboración del Plan Estratégico Estatal. Tras la reunión con Gregorio Serrano, el nuevo Director General de Tráfico, parece que por fin la cosa va en serio. Estaremos ahí, apoyando el aspecto legal entre otros tantos que faltan por mejorar en este nuestro país cada día más ciclista, cada día más involucrado, pero quizá aún menor de edad en este sentido. Un país que de la mano de gente como Anna, y por malos tragos como el suyo, va camino de hacerse adulto.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Marzo de 2017

La historia (siempre) se repite.

Tras dos horas corriendo nos detenemos de golpe. Jadeos. Caras de sorpresa. Las botas se hunden en el barro. Siento el calor de los cuerpos de mis compañeros, alrededor, tan acojonados como yo. No sabemos el motivo, parados en medio de la nada. Nadie se atreve a preguntar por miedo a hacer ruido. La noche es tan negra que no nos vemos ni las manos. Dos estrellas. Tres a lo sumo. Nubes. No hay Luna. Viento helado. Lluvia. Ruido de perros ladrando en la distancia.

Estamos en 1915, plena Primera Guerra Mundial, aunque en este momento no lo sabemos. ¿Quién iba a imaginarse que un rifirrafe veraniego entre serbios y austrohúngaros iba a derivar en la mayor carnicería humana de la historia? Millones de pobres jóvenes muertos a manos de otros jóvenes mientras cuentan batallitas viejos comandantes. Senderos de Gloria. Nos mandan al matadero sin compasión. Hay días que mueren decenas de miles de chavales. Cien años después seguirán encontrando nuestros huesos los campistas de la zona. Alemanes, ingleses, franceses y rusos se llevan la peor parte. Y nadie se inmuta. ¿Nos daremos cuenta con el paso del tiempo? No, el ser humano olvida rápido. Gracias Archiduque, gracias Kaiser, gracias Rey, gracias Primeros Ministros, gracias Generales.

Esta mañana no aguanté más y convencí a tres soldados para escapar de nuestra trinchera. No, no somos héroes. Seremos cobardes y conservaremos la vida. Sabemos que hacerlo hacia nuestra retaguardia es muerte segura a manos de los superiores. He visto con estos ojos cómo mataban a un crío imberbe mientras corría llorando. Ejemplo para el resto. Decidimos huir hacia adelante. Por las noches la batalla se relaja. No hay prácticamente movimiento. Llevamos años estancados en el frente. No se avanza un metro. Estamos tan cerca que olemos el tabaco de los enemigos, casi más amigos que nuestros propios amigos. Es el momento. Saltamos. Corremos. Nuestros compañeros nos miran sorprendidos pero no dan la voz de alarma. Lo hemos conseguido. Atravesamos el bosque cercano y descansamos a tomar aliento. De repente nos ciega un fogonazo, nuestra antigua trinchera ha saltado por los aires. Más tarde sabremos que un compañero la voló harto de la situación. Vivir con más miedo a tus jefes que a los obuses contrarios no puede ser sano. Duele ver el dantesco panorama. Vomitamos. Lloramos. Pero estamos vivos. Llegamos por detrás a las líneas contrarias, avanzamos hacia su zona de acampada con los brazos en alto. Nos reciben con vítores los soldados rasos. Los sargentos con esposas. Como nosotros con los que hacen lo mismo en sentido inverso. La cárcel es mejor que la trinchera. La escabechina continúa unos meses.

Por fin se firma una paz que se supone eterna, pero tan débil que treinta años después se reproduce el conflicto. Igual o peor. Nuestros hijos combatirán en la Segunda Guerra Mundial y también huirán de su trinchera. Y gracias a ello conseguirán tener nietos como el que escribe ahora mismo esta historia.

Que se repite. Siempre.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Febrero de 2017

Goyas, Oscars y cine, mucho cine.

No puedo asegurar a ciencia cierta cuál fue la primera película que vi en el cine. Por más que me devano los sesos siempre dudo entre dos momentos muy concretos de mi infancia. El estreno de «Regreso al futuro» con los derrapes incendiados del Delorean, en la Navidad de 1985 en el cine Centrofama de Murcia, con mi madre o la reposición de «Dumbo» y sus pompas cuadradas, en un año indeterminado en el Teatro Victoria de Hellín, con mi padre. Desde aquellos momentos, con unos tiernos 7 u 8 años siempre he estado en mayor o menor medida enganchado al cine. ¿Y quién no?

Como en otros muchos aspectos de mi vida soy una persona con gustos heterogéneos: «Casablanca», «Blade Runner», «El club de la lucha» o «Top Secret». ¿Para qué encasillarse si puedes elegir «Lunas de hiel», «Cinema Paradiso», «Trainspotting» o «La naranja mecánica»? O temas tan distintos como los tratados en «Love Actually», «American History X» o «La princesa prometida».

El cine es maravilloso. Consiguió que «El Señor de los Anillos», la adaptación de uno de mis libros preferidos, estuviera a la altura de lo que mi cabeza tenía dentro. Consiguió que con «Memento», «El truco final» o «Interstellar», Christopher Nolan entrara de pleno derecho en mi lista de personajes idolatrados. Consiguió que «Los Santos Inocentes», «El día de la bestia», «La lengua de las mariposas», «La gran familia española» o «Hable con ella» sean obras maestras del cine mundial y lo discuto/defiendo con quien quiera.

Del mismo modo que la piratería no acabó con la música, no lo hará con el cine. Sólo provocó un cambio (vale, quizá cataclísmico) en su industria que por cierto estaba, y sigue estando, bastante desequilibrada para los artistas. Sí, artistas. Los que crean arte. Contar una historia no es tarea fácil al alcance de cualquiera.

El cine es variedad y como tal se debe respetar que sus creadores luchen por lo que creen que es justo. Y que lo hagan siempre que quieran, eso faltaba. Y qué mejor escaparate que las galas de entregas de premios. Lo hacen en los Goya y lo hacen en los Oscar. Lógico, a veces tienen más audiencia estos eventos que las propias películas. Ellos tienen todo el derecho del mundo a quejarse, lo que no impide que a algunos les sobre arte y les falte eso, lógica. Sobre el asunto de las subvenciones podríamos hablar profusamente en otra ocasión. Sólo comentar que el cine no es la industria que más dinero recibe en España, ni mucho menos. Investigad sobre el automóvil, por ejemplo.

Para terminar me encantó cómo Dani Rovira inició la gala. Callando bocas de trolls tuiteros. El año que viene más.

Lo veré, quizá con palomitas.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 8 de Febrero de 2017

Fumadores

Hubo un tiempo en que fumaba. No mucho. La época de estudiante universitario, no recuerdo si quizá realmente fue acabando el instituto por el efecto imitación. El hecho es que fumaba y me gustaba pero nunca me enganché. De la misma forma que comencé lo dejé, indolorosamente.

No me molesta ni el humo ni el olor. Veo a la gente que todavía fuma, me gusta verles, son una especie de valientes apestados sociales. Se les ha ido arrinconando con circenses leyes que dejaron endeudado a más de un hostelero tras afrontar la obra de su local separándolo en zonas. Un dinero tirado a la basura poco después, cuando prohibieron totalmente fumar en los locales privados. Eso sí, qué bonita quedó esa mampara de metacrilato.

Tabaco Fumadores

Las restricciones fueron aumentando y no es de extrañar que antes o después sólo puedan fumar en sus casas, a las que todavía algunos invitados tienen la poca vergüenza de quejarse del olor cuando van de visita. En mi casa no fumamos, pero si vienes a vernos podrás hacerlo sin tener que salirte al balcón, luego ventilaremos si es necesario. Si nos ponemos así, por qué no prohibir que ciertos conocidos usen el baño, algunos de sus efluvios son más radioactivos que los del cigarrillo.

Vale que los fumadores pasivos también pueden sufrir cáncer de pulmón y que los niños son especialmente afectados. Tengo dos hijos y me preocupa bastante más la cantidad de contaminación que respiran cada día en la calle, repleta de coches diesel que nos vendieron como verdes y nos están matando silenciosamente. Me preocupa más que sus compañeros de clase merienden cada día bollería industrial en lugar de un bocadillos de queso y salchichón. Pero el tabaco es malísimo, los fumadores son unos delicuentes y para evitarlo se gastan chorrocientos euros en campañas de concienciación.

Me recuerda a cuando prohibieron comprar alcohol pasada cierta hora de la noche, en un claro ejemplo de matar moscas a cañonazos para evitar ciertos comportamientos ciertamente criticables. ¿Y si voy a cenar a casa de un amigo y quiero llevar una botella de vino? Tengo que cometer un delito para ello. Y no pasa nada. Terrible.

Por supuesto también creo que falta a veces algo de sentido común por parte de los fumadores, no puede haber un manto de colillas en la puerta de urgencias de un Hospital, muchas de ellas tiradas y pisadas en el suelo por los propios trabajadores, con sus batas blancas. La imagen que dan es justo la contraria por la que deberían luchar, su libertad. Flaco favor a sí mismos verles chupando los cigarrillos como locos todos juntos y separados del resto.

Para hacer cualquier cosa parece necesario tener que conocer unas instrucciones, todas nuestras acciones está milimetradas, nos van prohibiendo y recortando: hacer derporte en ciertos lugares públicos, bañarte en el mar con banderas de colores, rebuscar en la basura, dormir en la calle aunque no tengas casa, ir en bicicleta libremente, circular en moto sin casco, todo tipo de restricciones a la hora de ir en coche, manifestarte en la calle… y mientras tanto, nos perdemos en disquisiciones estúpidas como el sexo de los ángeles y los trajes de los Reyes Magos, pero el tabaco sigue siendo legal en lugar de prohibirlo.

A veces creo que lo disfrazan de «vuestra propia seguridad» pero concretamente se refieren a «nuestro propio bolsillo».

 

Foto: Ryan Goldman

 

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Más pensar y menos ladrar.

Mezcla de compasión y cabreo. Así me siento cuando recibo ciertas críticas a los habituales comentarios políticos que realizo en redes sociales. Y mira que me muerdo la lengua, la educación está por encima de las creencias, o al menos así lo pienso.

Compasión por esos que sólo conocen una parte del todo, que no se plantean tener amigos que no sean de su cuerda, que siguen anclados en la conspiración, en la batalla.

Cabreo por esos que no entienden que no existe un partido con el que se pueda estar de acuerdo en su totalidad. Ya lo decía alguien en Twitter, muchos buscan sectas, en lugar de siglas políticas.

Nacho Tomás - Más pensar y menos ladrar.

Ciertas personas se cortocircuitan si alguien tiene criterio propio, si alguien piensa que una buena idea es buena venga de quien venga. Animales, no se me ocurre otra definición más acorde. Ladran, luego evolucionamos.

No doy cheques en blanco a nadie, comparto visiones de casi todos y del mismo modo suelo criticar lo que me parece mal. Voté por primera vez el 28 de mayo de 1995, en las Elecciones Autonómicas, recién cumplidos los 18 años. Desde aquel día hasta hoy mi voto ha variado mucho, he metido en el sobre papeletas de todos los colores, pensando con mucha tranquilidad lo que me convenía en cada momento. A veces he antepuesto mi situación personal a la social, otras la familiar a la empresarial. Os recomiendo hacer este ejercicio de sanidad mental y democrática la próxima vez que tengáis delante una urna electoral.

Más pensar y menos ladrar.

 

 

 

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Sociedad: personas, políticos y partidos.

Imagino que la edad tiene la culpa. Pasan los años, conoces cada vez más gente, te relacionas amistosa o profesionalmente con multitud de personas, algunas de ellas con cargo público, cada una de su padre y de su madre. Dicen que sabe más el diablo por viejo que por diablo, te contagia ese sexto sentido y hueles a distancia a los problemáticos, trepas, falsos… No importa el color político, nada escapa a una mala cabeza, ni la educación más exquisita. No hay obstáculos, no hay problemas, la complacencia de los acomodados. Irresponsables, incompetentes, ceporros, aprovechados, mentirosos… Está cantado. La burocracia es la adicción de los torpes.

Sociedad, ciudadanos, etica, politica, partidos politicosY luego están los otros, los que no hacen ruido ni salen en portadas. Y si lo hacen no es por amarillismo. ¿Qué hay de malo en ser ambicioso cuando eres ético, responsable, profesional y tratas a todos con respeto? Creen en lo que hacen, abogan por mejorar lo que les rodea, por mejorarse a sí mismos a diario.

Tengo la suerte de conocer gente en todos los partidos políticos, comenzando obviamente en mi ciudad, Murcia. Pero poco a poco la lista se amplía a España entera. Me he topado con ejemplos (para mí algunos son incluso verdaderos espejos en que mirarse), que defienden o simpatizan con las siglas del PP, PSOE, UPyD, Izquierda Unida, Podemos, Ciudadanos, UPN, CiU, PNV, Bildu o partidos minoritarios de pequeños pueblos. A todos les une una característica, son buenas personas y nos irá mejor cuando se entienda que son lo importante, no sus partidos.

Y yo quiero seguir trabajando con ellos. O tomarme unas cervezas.

 

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La SGAE, el canon digital, el peaje eléctrico y la tasa Google.

Durante mi etapa laboral en una productora de conciertos en Madrid pude conocer de primera mano muchos personajes del submundo artístico: cantantes, mánagers, fans enloquecidos, concejales de festejos, empresarios locales… Y agentes de la SGAE.

Era una época en la que todo valía, había dinero a espuertas y la mafia campaba a sus anchas provocando miedo sistemáticamente a todo aquel que osara realizar un evento. En nuestro caso cumplíamos religiosamente con la ley existente, pagando a este organismo el porcentaje estipulado de la venta de entradas. Un sistema que siempre me pareció como poco alegal, sobre todo analizando el destino final de esa recaudación.

A día de hoy no sé cómo funcionará, pero hace 12 años había una legión de personajes que pululaban por España buscando conciertos a los que meterles mano. Un robo en toda regla, pues muchos grupos independientes tocaban únicamente sus canciones, no versiones de los famosos de turno, por lo que, en estricta legalidad, no deberían pagar nada de su, más que complicada, venta de entradas. Ya estaban obligados a los permisos, impuestos vigentes y demás gastos relacionados con la celebración de dichos actos. ¿Por qué pagar un parte de sus ingresos a una organización que se supone vela por los derechos de otros artistas?

Con el tiempo se destapó una trama que afectó a la SGAE y que podría, o no, derivarse de su situación de privilegio y casi monopolio del sector.

Ladrones

Más adelante apareció el canon digital, con el objetivo principal de frenar la piratería, la lúcida idea de gravar la compra de cualquier instrumento electrónico susceptible de poder generar algo ilegal (impresoras, cd’s, ordenadores, conexiones a internet…) con una tasa por si acaso delinquíamos. Como si a la venta de cuchillos y tijeras le pusieran un plus de peligrosidad por si matas al vecino. De locos.

El peaje al autoconsumo eléctrico, promovido por empresas como Endesa, Iberdrola, Gas Natural Fenosa y E.ON, surgió para paliar las posibles pérdidas de las hidroeléctricas dado el auge de la energía solar. En uno de los países con más horas de sol del mundo es un camino a explotar, lógicamente. Pues venga, que los contribuyentes paguemos otro «porsiaca».

En Enero entra en vigor, si nadie lo impide antes en este país más de pandereta que nunca, la tasa Google. El enésimo intento por parte de los Gobiernos de este país de proteger a cualquier precio los intereses de los grupos de presión.

Otro triste ejemplo más de que, a veces, en España vamos completamente al revés.

 

 

Foto de Pixabay

 

 

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