¿Cuántas pesetas son veinte duros?

Recuerdo poner una extraña mueca en la cara cuando de pequeño me contaban los mayores algunas de sus batallitas: que si antes con este poco dinero se podían comprar muchas más cosas que ahora, que aquí siempre ha gobernado este partido y no entiendo cómo de repente ha perdido su mayoría absoluta o que aquí ha nevado todos los inviernos toda la vida y ahora no cae ni gota en todo el año.

Ahora las batallitas las cuento yo, las contamos nosotros, el otro día mismamente de cena con amigos nos dimos cuenta de cuántas tonterías decimos a nuestros hijos, y qué cara de idiota se nos queda recordando cómo ayer mismo montábamos en cólera cuando eran nuestros padres los que nos lanzaban semejantes perlas.

Está el ambiente raro en Murcia últimamente, lleva nublado más tiempo de lo normal, lleva lloviendo más tiempo de lo normal. O el raro puedo ser yo, quién sabe, sabiendo que el agua de cada tarde refresca las calles y refresca el ambiente, pero a los murcianos nos deja igual, deseando que llegue el verano y el calor. Así somos aquí, allá también lo seréis, no tengo dudas. Los ciclos meteorológicos se asemejan a los políticos, se asemejan a los vitales. Todo vuelve, hasta nosotros, nos persigue el pasado viendo cómo se jubilan nuestros padres, cómo crecen nuestros hijos y cómo vuelve un clima que quizá nunca se fue, porque de memoria siempre vamos más cortos de lo que creemos, o quizá es que sabemos olvidar aquello que duele, aquello que no nos justifica, que no nos reconfirma. Ese futuro que nos aleja, sumando distancia a ese pasado que detrás de la siguiente esquina vuelve a saludarte con cara de aquí no ha pasado nada. Circulen.

Hacerse mayor es, lamentablemente, sorprenderte cada vez menos, cambie tu alcalde, llueva cada tarde de junio o tus compañeros de salida en bicicleta no sepan cuántas pesetas son cinco duros. Es ley de vida y la vida son ciclos, cuánto antes lo entiendas mejor para ti, que aquí no estarás dentro de dos o tres de ellos. Disfrútalos y recuerda cómo te atraparon antaño, porque no van a volver a hacerlo.

Me asaltan estos pensamientos extraños mientras vemos de nuevo la serie “Lost” (Perdidos) con nuestros hijos cada noche, los cuatro en el sofá. Ya la disfrutamos mi mujer y yo en su momento, cuando ellos eran recién nacidos (se llevan solo un año y medio) entre pañales, chupetes, biberones y llantos nocturnos. En este segundo visionado no puedo hacer otra cosa que verles las caras mientras alucinan, con 14 y 15 años, al ritmo de un excelente guion que también trata de los ciclos, de la vida, de ser bueno con los que tienes cerca. Así va esto, de que todo vuelve, y qué bueno que vuelva, aún mejor cuando es la primera vez para ti, que siempre para otro será una repetición.

La buena noticia es que en la vida, como en las series o en los ciclos, siempre se descubren nuevas cosas en los segundos visionados. O en los terceros. Especialmente en las obras maestras, como la que vivimos cada día.

Las luces del hospital

Desde mi casa se ve la fachada del hospital. Un edificio descomunal, cientos de ventanas, cientos de habitaciones y cientos de historias. Por las noches sus luces me hipnotizan, puedo quedarme horas pensando en todo lo que sucede allí dentro. Se apagan, se encienden, se mueven las sombras. Cuando madrugo les veo puestos en marcha antes que el Sol, si es que han parado en algún momento. Trajín infinito. Infinito respeto.

Desde mi casa se escucha el constante sonido de las ambulancias que entran o salen, zigzagueando a toda pastilla entre las calles para intentar llegar a tiempo, unos minutos que pueden salvar una vida, una pericia que no tiene precio, una implicación que no se puede explicar con palabras.

Desde mi casa se oyen los perros, los gritos de la calle, los camiones de la basura, algún frenazo a destiempo, la megafonía de las carreras populares, las sirenas de bomberos y los coches de policía. Y siempre ahí, como un vigía, la fachada del hospital y su hormigueo continuo de trabajadores, enfermos, llantos, miradas perdidas, urgencias y huesos rotos. Pero también de altas médicas, curaciones, nacimientos, revisiones rutinarias, análisis con final feliz, sonrisas y abrazos.

Un hospital es un universo en pequeño, un cúmulo de fuerzas gravitacionales en forma de sensaciones y sentimientos mezclados en la feroz y veloz batidora que mueve nuestra vida y que, como por arte de magia, somos capaces contra todo pronóstico de parar en seco al recibir esa fatídica llamada telefónica. Esa voz quebrada portadora de malas noticias, que deja absolutamente todo en pausa durante un tiempo indefinido, con un pitido en los oídos y una pregunta flotando en el aire.

Las luces del hospital me anclan al hoy, me recuerdan las llamadas que he recibido, las que he hecho, las lágrimas que he vertido y las que he provocado, la suerte de estar vivo, de tener sanos a los míos y de poner en perspectiva el resto de estupideces que nos traen ilusoriamente de cabeza y que no son más que tonterías paradójicamente también tan necesarias.

Desde mi casa se ve, se oye, se huele, se saborea y se toca la vida, como desde todas las casas, al ritmo que cada uno marca, saltando a trompicones las vallas que la salud pone en nuestra carrera a ninguna parte. Hasta que un día llegará ese obstáculo que no saltaré, que no sobrepasaré, que no recordaré. Que dolerá a otros, que parará la vida de otros, que anclará al presente a esos otros que aquí se quedarán, quiero pensar que recordándome.

Porque llegará un momento en que seré yo el que desde dentro del hospital vea las luces de la calle, oliendo, escuchando, sintiendo y queriendo saborear el exterior. Un futuro donde otro yo me mire desde la esquina opuesta, sintiendo lo mismo que hoy escribo cada vez que se apague o se encienda la luz de mi habitación. Y con ella, nuestra luz interior.

Publicado en La Verdad de Murcia
Diciembre 2022

La imposibilidad de describir el frío

No me gustaría compartir con Charles Bukowski muchas más cosas que su afán por la escritura, pero me veo obligado a reconocerle otras semejanzas, principalmente aquella que, desde su perspectiva creadora, lanzó diciendo que nada depende de otra cosa que ti mismo a la hora de comenzar a escribir. Estés donde estés, en la situación que sea, solo o acompañado, estresado o aburrido. Si es el momento de la unción mental, arrasará con todo y lo demás pasará irremediablemente a un segundo plano. Crearás, caiga quien caiga, caiga lo que caiga.

Son estos días de medio gas cuando posiblemente tengamos más tiempo libre y justo por eso se convierte en menos para hacer algo alejado de las rutinas que nos acompañan durante el año. Pero cuánto más espacio, aire, tiempo y luz hay a mi disposición, menos los uso. Siempre me prometo sacar más momentos para eso que nunca hago, pero el cuerpo toma las riendas, guiado por la mente, y a saber dónde acabas. Ya ni lucho en contra.

Es paradójico acotar temporalmente un espacio no tangible, un tiempo maleable y caprichoso. Está siendo además un verano complejo y quizá sea por eso, el puzle encaja raro. No me veo especialmente creativo, no me viene la inspiración con las noches estrelladas, no acuden las musas cuando estás dispuesto a escucharlas. Sólo interrumpen cuando más ocupado estoy en otros menesteres. Mi creación surge entre llamadas de teléfono, avisos por megafonía en los aeropuertos o reuniones por Zoom. Fuera de la vorágine el foco cambia hacia escenarios secundarios convertidos en protagonistas a destiempo que terminan por eclipsarlos. Como ese actor de reparto que birla la estatuilla a la estrella de Hollywood en el último minuto.

Y en estas me encuentro actualmente a la hora de escribir, con más horas pero menos ganas que nunca, así que lo dejo aquí por un tiempo y me centro en otros asuntos, que los departamentos de la mente siempre necesitan una nueva gestión.

Porque queda claro que mis veranos no son para escribir sino para leer, actividad espejo que en el fondo  y por momentos puede ser lo mismo. El verano es para abrir la mente con las sesiones de Bizarrap que hasta ayer mismo miraba con cara de asco, para intentar describir a un extranjero la sensación de estar a 35 grados dentro de tu casa de Murcia a medianoche o para jugar con tus hijos y sobrinos. Sí, sobre todo para esto.

Nos leemos cuando queramos volver. Nos volvemos cuando queramos escribir.

¡Feliz verano!

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Agosto 2022

La ley de acción del yo

Mi vasto conocimiento del arte se resume fácilmente en una frase: me gusta lo que me hace sentir. Y esto me sirve para casi todo en la vida, no me hace falta ser experto ni pienso discutir sobre ello: si te da cosquilleos, por ahí vas bien.

Comento esto tras una preciosa tarde de charla con Juan José Ballester, perito criminalista y profesor de Univerisdad centrado, ahora que puede, en su gran pasión: la fotografía. La fotografía de retratos para ser más exactos.

Le conozco desde hace muchos años y me ha convocado en su casa a las siete de la tarde, familia presente, día caluroso, olor a monte cercano. Tengo algo más que curiosidad, siento que soy parte de una película, he visto tantos de sus trabajos que no me acabo de creer que hoy seré yo el inmortalizado. ¿Cómo será ese fondo tan raro que flota tras las imágenes? ¿Qué técnicas utiliza para conseguir sacar la verdadera esencia de tanta gente (alcaldes, concejales, consejeros, artistas y hasta un obispo) que pasa por aquí?

Las redes sociales han conseguido algo curioso con sus trabajos, todo el mundo quiere ser retratado por su cámara, por sus manos, por su estilo. Pero lo que no sabes, hasta que te sientas en su estudio, es que lo mejor no son las fotos, no son las poses, no es la cámara… Lo mejor es la charla con él, hablamos de cientos de temas, me pregunta mucho pero abro la boca poco (para mi propia sorpresa) pues le escucho embelesado mientras intento, con poco éxito, hacerle caso y no pensar en el objetivo, imaginarme (palabras textuales suyas) que estoy en el pasillo de mi casa. Pero lo tiene complicado y se da cuenta. No te abres, Nacho. Ya sé yo que no lo hago, Juan. No es intencionado, pero es así. Seguimos hablando y, casi al final, como buena muestra de la “Ley de la Acción del Yo” de Solange Pellat, consigue varias fotos magníficas, aun cuando el modelo ha aportado más bien poco.

Realmente lo que hace Juan son autorretratos, aunque él no salga, porque en sus fotos no salimos los personajes que él selecciona, sale lo que él proyecta en nosotros, sale nuestra conversación, su genio, su don, sale su arte, porque si esto no es arte con lo que nos hace sentir, qué otra cosa podría serlo.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Junio 2022

Jóvenes y redes sociales, un gran poder conlleva una gran responsabilidad

Los últimos informes sobre uso de redes sociales en la juventud son demoledores, se pasan al día muchas (muchísimas) horas con el teléfono en la mano, navegando entre aplicaciones, principalmente de mensajería, con las que están en contacto continuo con los suyos. Pero no son los únicos, tú mismo puedes consultar el tiempo de uso que haces de tu dispositivo y otras estadísticas que, sin duda, te darán que pensar.

Pero esto no es un sermón, es una responsabilidad la que tenemos todos, desde los padres a los hijos o desde los profesores a los alumnos y con este punto de vista, continúo dando charlas en institutos sobre las ventajas y los peligros que lo anteriormente comentado tiene para ellos.

Esta vez en el Floridablanca, la idea es hacerles ver el gran poder que tienen en sus manos y cómo las marcas usan esos datos que continuamente están generando para poder realizar publicidad «teledirigida». Dando por hecho que sus usos no van cambiar, al menos entenderán cómo pueden «domesticar» el algoritmo y recibir los impactos publicitarios más relevantes y útiles para ellos.

Otro punto de debate y reflexión fueron las fake news, haciéndoles ver también su poder como consumidores y distribuidores de noticias falsas sin conocimiento, algo que pueden evitar sencillamente leyendo medios de comunicación reales, no memes de internet o vídeos sacados totalmente de contexto o directamente manipulados.

La ludopatía que va ganando terreno en nuestros jóvenes fue otro tema candente, aceptando cómo un gran número de equipos deportivos de referencia nacional están patrocinados por casas de apuestas. Pero no todo es apostar en un partido, comprar el pase de batalla del Fortnite o las gemas del Clash Royale también son pequeños gestos que los introducen en una vorágine de la que es difícil salir.

La publicidad mueve el mundo y entender cómo esta ha cambiado y nos afecta es un paso de gigante para formar parte consciente de un sector que está ahí y no va a desaparecer a no ser que apagues tu teléfono y te metas a una cueva. No podemos quejarnos sin conocer cómo funciona y alimentando sin querer ciertos comportamientos: Si algo es gratis tú no eres el cliente… ¡sino el producto que se está vendiendo!

Varios alumnos vieron en persona cómo se personalizan los anuncios en sus teléfonos en función de sus datos demográficos o gustos personales, una maravilla para todos: anunciantes y usuarios.

Estar ultra conectado es fantástico para muchas cosas, pero lamentable para otras (acerca a los que tienes lejos y aleja a los que tienes cerca) y está provocando que los chicos y chicas de la actualidad cada vez tengan más pánico a hablar en persona para realizar cualquier gestión en la vida real.

En resumen, un gran poder, como decía el tío de Spiderman, conlleva una gran responsabilidad y los jóvenes de hoy en día, cada vez más conectados, tienen en su mano eso: Poder y Responsabilidad.

¿Les acompañamos?

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
Publicado en La Verdad de Murcia
Marzo 2022

Cuerpos

De pequeño estaba completamente obsesionado con el funcionamiento del cuerpo humano, me podía tirar horas leyendo libros, mirando diagramas de los ciclos de circulación de la sangre, analizando mapas del sistema digestivo o respiratorio, pensando cómo era posible que dentro de cada uno de nosotros hubiera billones de células, kilómetros de venas o metros de intestinos. Me quitaba el sueño pensar en los actos reflejos que permiten mantenernos con vida, cómo cogemos aire sin preocuparnos, el modo en que trituramos internamente la comida o nuestra capacidad de filtrar los residuos que nos atraviesan.

Buscaba, con las limitaciones de un niño de mi generación, toda la información a mi alcance sobre los cinco sentidos, sus límites y extraordinarias capacidades, cómo variaban de los humanos a ciertos animales (vista de águila, oído de murciélago, olfato de perro) y los ordenaba por importancia por si un genio mágico me concediera un deseo a cambio de extirparme uno de esos que él ya no tenía. ¿Se podría vivir mejor sin ver, sin oír, sin oler, sin tener gusto o tacto?

Un niño elucubra sin malicia, luego crece, se relaja y pierde los miedos a que su organismo deje de funcionar sin conciencia, comparando posteriormente estas funciones, que de antiguas no siempre se valoran al venir de serie, con las que intentamos asignar a máquinas ultramodernas incapaces aún hoy de aprender a dar un sencillo salto, diferenciar olores y viajar atrás en el tiempo con ellos, arrancar una sola hoja de la margarita sin destrozar la flor, erizarse al escuchar una canción o sacarte burlonas la lengua. Si no saben hacer estas sencillas cosas que nosotros improvisamos, cómo vamos a torturarnos intentando descifrar el milagro de la vida, el crecimiento de una célula hasta ser otro tú, otro hermano, otro hijo. El ser humano es increíble, es dueño de todo. Y a un insignificante dos por ciento de diferencia genómica de un chimpancé.

Después el niño se convierte en ese joven que piensa en los límites de su cuerpo (a todos los niveles) y juzga si en algún momento sufrirá las consecuencias de esos excesos. Por mucho que comas el cuerpo expulsa lo que sobra, por mucho que bebas la resaca no dura eternamente, por mucho que corras con el corazón latiendo en la boca, vuelves a la calma. Los rasguños de la salud son temporales, no hay cicatrices. O eso parece.

Finalmente el joven deja paso al adulto que, como un flash instantáneo, descubre un día que lo realmente asombroso no son los cinco sentidos, sino los sentimientos y sensaciones que, en parte intensificados por ellos, somos capaces de generar, de disfrutar y de sufrir. Entonces pasamos a estar obsesionados por el cerebro y sus conexiones, inquietos por otro tipo de salud, la mental, que invisible nos modela mucho más de lo imaginado, y que debes ponerte a entrenarla antes de que sea demasiado tarde.

Tan tarde como tu cuerpo pida, como tu mente exija. Y cuando tienes la suerte de que el cuerpo y la mente se han alineado, mejor dejarles trabajar juntos.

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Enero 2022

El día que…

Todo se desequilibró el día que cruzamos la delgada línea que separa la opinión de la crítica, el comentario del juicio, la exposición de la sentencia. Antes, en los bares, no había problema, todo quedaba entre las cuatro paredes y las siete cervezas, entre las risas y los gestos que delataban la certeza o directamente la coña total. Pero ahora… ¡Ay, ahora!

En las redes hay más expertos que temas a tratar, igual te crítica una renta mal presentada que analiza con fruición la nueva serie que lo peta en Netflix o el último spot publicitario de moda. Oye, que sabes de todo. Y de todo sabes mal y pronto. Dejándote continuamente en el ridículo más espantoso.

El día que desconectamos de lo salvaje nos acabamos asalvajando, perdiéndonos entre lo que no somos. He visto hace poco «Nomadland» y «Lo que el pulpo me enseñó», película y documental con un fondo común y una trastienda llena de enseñanzas: el ahora como tesoro. Matthew McConaughey dijo al recoger el Óscar al mejor actor en 2013 que su objetivo en la vida era él mismo a diez años vista y cuando pase la década su meta seguirá igual de lejos, pero estará ahí, al alcance de sus dedos. Bonita metáfora de no estar aquí ni allí nunca. Qué ansiedad.

Tengo una teoría, la falta de contacto con la naturaleza ha asalvajado a algunos, valga la paradoja. Ahora se asilvestra el personal cuantas más horas pasa enjaulado. Y son ellos, a propósito y con todo el gusto, quienes se encierran encantados en sus guaridas, ilusamente pensando que son libres. Pero la libertad sigue donde siempre ha estado. Fuera.

El resto, los más numerosos, tenemos la suerte de vivir en un momento de giro, el mundo está de mudanza, los cambios son inevitables y, aportando un poco de nuestra parte, orientando las velas en la misma dirección, nos encaminamos a un lugar inhóspito pero deseado, la felicidad.

Es momento de volver a notar nuestros sentidos, de escuchar con oído, tocar con fino tacto, oler con memoria, ver con los ojos entornados… Saborear, al fin y al cabo. Son cinco pero podrían ser más y para todos estamos en el momento de agudizarlos.

El día que pasemos cinco minutos al día escuchando a nuestros cinco sentidos seremos finalmente libres, felices y, seguramente, conectados con nuestras raíces, que se adentran en la tierra, verde, marrón y húmeda.

Ese día será el día que…

Nacho Tomás
HISTORIAS DE UN PUBLICISTA
Twitter: @nachotomas
La Verdad de Murcia
Noviembre 2021