Pantalones cortos

Cuando ayer apareció un carrete de fotos olvidado durante décadas en un cajón, la curiosidad de mis hijos circuló paralela a mis recuerdos viajando a esos momentos en los que no tenías ni idea de lo que el señor del mostrador de la tienda te entregaría tras el revelado. Han salido sólo veinte, las tienes en el sobre, son trescientas pesetas.

Obviando las habituales herramientas que todos usamos para medir el tic tac de nuestros relojes, hay algo que en mi caso es clave e infalible: el instante en que me pongo unos pantalones largos tras un periodo de patas al aire. El cambio es notorio, vives fresco, al viento, liviano y de repente la presión e incomodidad de una tela rozándote las extremidades inferiores. Síntoma de interminables cursos en el colegio siempre de corto o de actuales largas temporadas de teletrabajo en calzoncillos que terminan de repente en un lunes de reunión.

Existen dos tipos de pasados: el global y el tuyo propio, cuyo límite inferior es “cuando yo era pequeño” y el superior tu yo actual. Es lógico calcular la Historia así e irremediablemente la distancia entre ambos límites se amplía con el transcurrir de tu vida. No pude evitar una sonrisa de medio lado el otro día mientras escuchaba a unos adolescentes charlando sobre cuánto había cambiado todo en poco tiempo. Estando más cerca del medio siglo que de la época universitaria pienso que efectivamente todo ha cambiado. Y cómo.

A mi hijo le ha picado el gusanillo del fútbol y me comenta que hay un partido en la tele, es la Eurocopa, ese torneo que España ganó cuando eras un bebé y que desde entonces posiblemente no había vuelto a ver. Nos sentamos juntos a echar el rato, se trata del campeonato de 2020 aunque estamos en junio de 2021, hay 11 sedes diferentes y los seleccionadores pueden hacer 5 cambios en cada partido, participan Finlandia y Macedonia del Norte y no conozco a ningún jugador de ningún equipo, ni de nuestra propia selección. Pero lo que me deja de piedra es que en la publicidad del estadio se están anunciando Tik Tok, Just Eat y algo en chino que ni tan siquiera han traducido al inglés.

Sí que ha cambiado todo. Venga lo que venga, estaremos preparados, será el orgullo, serán las ganas o seré yo, preparado como siempre para adaptarme, para crecer y para, visto lo visto, cambiar los hábitos una vez más.

Hablando de costumbres, no pienso ponerme pantalones largos hasta la próxima reunión. Saco el móvil y miro la agenda. Mierda, es mañana.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia

Junio 2021

Tracción total

Hasta no hace mucho lo mío con las puertas era enfermizo. Cerradas siempre. A cal y canto. La continua imposibilidad de ver algo a medio podríamos extrapolar si fuéramos psicólogos. La hiperactividad que heredé y he dejado en herencia haciendo su parte del trabajo genético. No es fácil. Un secreto a voces plasmado por fin negro sobre blanco para mejor gestión propia y ajena.

Era ver una puerta abierta y de modo casi físico la incomodidad hecha sentimiento. Necesidad de cerrarla, de orden, de control y posesión de ese instante de distensión que, por mucho que ansiara, siempre volvía. Cientos de veces al día. Eso es quizá el diagnóstico al que habrá que poner tratamiento. Y a falta/negación de ayuda química, el autocontrol como medicina. Una férrea cuadrícula dañando unas facetas y ayudando en otras.

No somos los únicos, chicos, incluso parece que ahora hay más todavía, estos últimos años somos legión los que “disfrutamos” del TDAH. Aunque como en todo, los diferentes grados de afectación nos moldean de diversos modos. Añádele un CI disparado y el cóctel, si no Molotov, explota por fuera y, lo que es peor, por dentro de tu cabeza continuamente, encallando más veces de las necesarias. ¿Falta de motor o exceso de potencia?

Los años pasan y asumes aquello que sufrías, viendo como la perspectiva que otorga el tiempo sosiega, sana y calma, como si de After Sun se tratara, las quemaduras que solo el que aquí se verá reflejado podrá entender.

Es hora de cerrar puertas, o al menos, como decía mi abuela, dejarlas entornadas, a mitad entre el corazón y la cabeza. En su sitio. Mejor aún, es el momento de aprender a verlas de cualquier modo. En cualquier situación. En cualquier situación. No es posible controlarlo todo y cuando antes lo asumas, mejor. A este que escribe le ha costado mucho. Le está costando cada vez un poco menos. Pero simplemente el hecho de poner en pausa la marabunta que nos rodea y ser por fin capaz de entenderlo, de asimilarlo y de aceptarlo es uno de los mejores pasos a dar en “La cura”. Ay Battiato, menos mal que nos quedarás para siempre en tus canciones.

A “La guerra de los treinta años” le siguió “A mi edad”. Tras tanto tiempo en estas páginas la evolución es notoria. Lo quiero ver. Lo quise escribir. Lo puedes leer.

Hoy me caen 44. A ver si va a ser eso. Cuatro por cuatro. Todo terreno.

Tiempo de tracción total.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia

27 de Mayo 2021

El folklore era esto (con perdón)

Llega una edad en la que no molesta reconocer los errores que uno comete. No es que no moleste, es que hasta te sientes bien al hacerlo, te liberas y creces al mismo tiempo. Y no solo de errores crece el hombre, de prejuicios y taras educativo-culturales vamos tan bien servidos que pasar por encima de ellas se convierte en el ciento diez metros vallas de nuestra generación.

Me ha sucedido, más que nada, política, económica, espiritual y musicalmente. Sobre todo en esto último, pues alguien que ha basado una buena parte de su crecimiento personal en la música se cree muchas veces en posesión de la verdad absoluta en este campo. No soy, afortunada o lamentablemente, el único. Lo comento alrededor y sí, asentimos con media sonrisa en la cara, mezcla de autocompasión y madurez, suma de experiencias y capacidad de, por fin, aceptar que vamos bien orientados.

Ya con Rosalía tuve una interesante lucha interior entre lo que sentí al escucharla por primera vez y lo que mi inconsciente pensaba que debía sentir. Duró poco el asalto, el KO de “El mal querer” fue tan demoledor que aún me estoy recuperando. Y cuando pensaba que salía del shock va y aparece “El madrileño” de C. Tangana en mi Spotify. Joder, qué pelotazo. Esto no te puede gustar, no caigas otra vez, no se te ocurra reconocerlo. Pues mira, creo que si no es disco del año poco le debe faltar. Una sucesión de rotundos latigazos aderezados con unos vídeos a la altura de los mejores cortos que he visto, obras maestras en forma de películas en miniatura que maximizan el impacto musical de unas producciones de altísimo nivel. Y como guinda, ese guiño cuádruple que se acaba de sacar de la manga en ese “concierto” con sobremesa cayendo el sol, el mejor giro de cámara que he visto en años y unas versiones de sí mismo retorciendo y fusionando con total desenvoltura un octeto de cuerda con unas palmas flamencas y Bizarre Love Triangle de New Order.

El resto de artistas (ojo a las colaboraciones) no son tontos y se han dejado ligar por Pucho, su estilazo y autenticidad que, a años luz de lo que muchos somos o querríamos ser, nos lleva de la mano a instantes memorables, escenas cotidianas que levitan uniendo el cante con los sintetizadores o la música clásica con una botella de Anís del Mono. Me siento más identificado de lo que me cuesta creer con esos paisajes, esas escenas de la España rural, estos samples de la música tradicional de mi país. El folklore, me perdonen los puristas, era esto. Maravilla eterna.

Igual la música es lo que necesita nuestra sociedad para evitar la continua crispación que nos rodea. Porque una vez que creces y te quitas los prejuicios es imposible no estar de acuerdo en lo maravilloso que es introducirte en el viaje sensorial que un temazo te produce, relativizando, aunque sea por un momento, la caspa en la que algunos se encuentran como pez en el agua y con la que quieren salpicarnos. Si yo me he dejado embaucar por el trap ya todo es posible.

Algunos tenemos fe. Musical o políticamente.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia

Mayo 2021

Viajar desde Murcia… ¿Misión imposible?

Era febrero de 2016 cuando en estas mismas páginas escribía una de las miles de anécdotas que como viajero de tren habitual entre Murcia y Madrid sufro (o sufría) a menudo en estos trayectos. «Los trenes eternos» puse por título a aquella columna que, mal que me pese, sigue tan vigente como hace un lustro. Que se dice pronto.

Tras el parón de viajes por el Coronavirus, hoy mismo (escribo en marcha) retomo los viajes a la capital de España. Creo que es la primera vez en mi vida que estaba más de un año sin pisar Madrid y, quizá por el olvido al que todos hemos debido someter nuestras experiencias tras la traumática pandemia, no recordaba (o como diría aquel, no quería acordarme) el cuerpo de trapecista que a uno se le queda en estas peripecias. No es esto algo nuevo, claro está, varias décadas de promesas incumplidas, de proyectos sin sentido y de brindis al Sol que dejan a los murcianos en la misma casilla de salida cuando queremos movernos por la península. Atentos.

Para la ida nos han metido en un autobús desde Murcia a Albacete (aun cuando lo comprado era un billete de tren), una escala de media hora en Los Llanos y luego un AVE hasta Atocha. La vuelta, pasado mañana, será en tren de alta velocidad hasta Orihuela, pero claro, sumándole la espera en la vecina ciudad alicantina y el último sprint (puede usted reírse) de acercamiento en Cercanías hasta El Carmen, llegaré a casa casi al mismo tiempo que llegaba antes cruzando La Mancha.

Entiendo, suelo ser fácil de convencer cuando el que me habla tiene argumentos de peso, la dificultad de organizar y vertebrar las comunicaciones en una ciudad, en una región, en un país o en un continente. Por eso me pregunto si los que se sientan a pensar sobre las opciones que hay encima de la mesa son protagonistas luego de las decisiones que ellos mismos toman.

Al igual que en otras tantas facetas de la vida, solo pido un poco de empatía, algo de cariño y mucho conocimiento de causa a cualquier persona que tiene mano en algo, que de sus acciones dependen otras personas. No estamos haciendo bien las cosas cuando la distancia entre los despachos y la calle cada día es más grande.

Pero claro, para pedir soluciones quizá hagan falta personas a la altura y desde luego que, visto lo visto últimamente, de altura política, que en el fondo suele ser el origen y final de todos los males de la ciudadanía, andamos bastante escasos en esta parte del mapa.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Abril de 2021

La era de los hackers

Están siendo tiempos complicados «informáticamente» hablando, continuos casos de ataques a sitios webs oficiales, intentos de phising cada vez más habituales para conseguir los datos de una persona, la mayoría de las veces las claves bancarias o de acceso a una zona privada, infinitos mensajes de spam que recibimos en el correo electrónico cada día, tropecientos perfiles falsos que te solicitan amistad en redes sociales o la última moda de los SMS con un aviso ficticio de entrega de un paquete, aprovechando el tirón del comercio electrónico.

Y todo cada vez mejor ejecutado, incluso los más expertos pueden ser víctimas guiados por la inercia y la confianza del día a día.

Son tiempos complejos, los ejemplos del Servicio Público Estatal de Empleo (SEPE) o de la Consejería de Educación de la Región de Murcia (EDUCARM) no son casos aislados, pero sí posiblemente los más graves o más conocidos, por cercanía quizá, últimamente. Y no faltan razones para ello, se han puesto en peligro los pagos de algunas prestaciones, como los ERTES, o las nóminas de muchos funcionarios, a lo que se suma la problemática de la protección de datos, pues se han hecho públicas algunas informaciones confidenciales.

Pero esto no sólo afecta al sector público, no hay semana que no salte la noticia de un hackeo a escala mundial con todo tipo de daños, tanto a las empresas que los sufren como a sus propios clientes, víctimas colaterales de unos ataques que, según me confirma un amigo informático, suelen ser realizados de manera aleatoria y rutinaria continuamente por parte de programas (robots) hasta que se encuentra un fallo de seguridad real y toma el mando una persona bien humana que se encarga de sacar petróleo al asunto. En la agencia estamos últimamente recibiendo continuos ataques a las webs de los clientes, muchos más que nunca en nuestros diez años de existencia, que intentamos frenar (por ahora con éxito, cruzo los dedos) con una continua actualización de todos los sistemas, copias de seguridad y una persona dedicada full time a ello.

Por ello recomiendo nunca bajar la guardia, cambiar de clave continuamente, usar la autentificación en dos pasos, guardar copias de seguridad en varios lugares diferentes, tener todo actualizado y usar programas originales tanto en el pc como en el móvil, una de las puertas de entrada más habituales para malware, hackers y todo tipo de basura.

¿Quién nos iba a decir hace unos años que una de las mayores preocupaciones a las que nos íbamos a ver expuestos serían los ataques informáticos? Todos estos fraudes arriba enumerados están cada vez mejor disfrazados y ejecutados, por lo que además de estar preparado, se debe estar atento y con los equipos listos para la continua mejora y reajuste.

Durante la pandemia hemos sacado lo mejor y lo peor del mundo online. Como de otras tantas cosas.

El ser humano siendo fiel a sí mismo, en las duras y en las maduras. Qué novedad.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Marzo de 2021

Temperatura relativa

Los cuerpos, como superficies que son, reciben continuos impactos que moldean su estado, varían su composición y alteran su temperatura. Las llaves, por ejemplo, al sacarlas del bolsillo en verano tienen un tacto totalmente diferente al que reciben de ellas tus dedos en pleno invierno. Las llaves son las mismas, tus dedos también. ¿O no? El plano atmosférico modifica lo inerte y lo vivo, lo blando y lo duro, el continente y el contenido. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta dónde? ¿Hasta cuánto?

Un algo invisible, intocable e inodoro (la mayoría de las veces) atravesando sin mayor complicación los átomos que componen las aparentes superficies sólidas que forman tu cuerpo. Unos átomos que ya existían cuando hace cuatro mil quinientos millones de años se formó la Tierra. Y tú pensando que eras único.

Mi abuela decía que sabía que iba a llover cuando le dolían las manos, hay quién se deprime cuando está nublado y otros prefieren el poso romántico que provoca la lluvia. El clima modificándonos. Por dentro y por fuera. Y de manera diferente a unos y a otros. Porque si lo piensas, como si de algo físico se tratara, moldea nuestros actos en desigual intensidad y sentido. Personalmente no hay día que no me levante destemplado, de frío o de calor y con esa sensación personal traslado a mis hijos el clima que intuyo me espera al subir la persiana y abrir la venta cada mañana. El previsible estado de ánimo. Chicos, hoy hace frío, abrigaos bien para ir al cole. Y luego nada, calor. O eso dicen ellos, aunque sus cuerpos, con las hormonas de parranda, casi siempre están orientados en dirección contraria a la mía si hablamos de grados.

La temperatura es relativa y sus afectaciones también, las sensaciones nunca son completas, consistentes o unívocas, se nutren de las anteriores y de paso van formando las que vendrán, construyendo lo que fuiste, eres y serás. Cuidarlas, entenderlas, sentirlas, vivirlas y aceptarlas, pero al mismo tiempo intentar controlarlas, haciéndolas más enteras y menos viscosas. Como barro en las manos del alfarero, sintiéndote por ello poderoso, como pequeña muestra quizá de un súper-poder a tu alcance, como al sentir frío te tapas o al tener calor buscas la sombra, no para evitarlos sino para regocijarte en la aceptación.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
Marzo de 2021

El futuro del Infante Juan Manuel

Leo por ahí que los españoles están gastando más que nunca en reformar sus casas, en adecentar sus balcones, en cuidar los espacios en que por obligación o placer pasan la mayoría del tiempo de sus vidas. La vida en tu casa, saltando un escalón, se convierte en la vida en tu barrio y en esta pandemia hemos pasado más horas que nunca tanto en nuestras casas como en nuestros barrios. Toca cuidarlos.

No es la primera que hablo de las ventajas de este tipo de aglomeraciones urbanas, cuando volví de Madrid lo tuve claro: mi barrio de niño sería mi barrio de viejo. Por eso agradezco haber sido invitado por el Ayuntamiento de Murcia y la Junta de Distrito al proyecto participativo Conexión Sur y estas fueron las aportaciones que realicé como ciudadano implicado para mejorar el mío, el Infante Juan Manuel.

Comienzo por el forzoso (y no siempre tenido en cuenta) protagonismo de los niños, tenemos que cuidarles ofreciéndoles servicios de calidad para que sigan aquí en el futuro: bibliotecas, sala de estudio, más instalaciones deportivas y lúdicas para adolescentes… Nuestro barrio tiene 13.000 habitantes, casi una ciudad mediana, un sitio perfecto para nacer y vivir aquí.

Continúo sugiriendo reforzar la permeabilidad del barrio con el resto de la ciudad, especialmente a nivel movilidad, lo cual implica la necesaria mejora del transporte público, la ampliación del Tranvía al Carmen y la pasarela peatonal de conexión con la zona de Cruz Roja. Ya hay en la vida suficientes “muros” físicos naturales como para inventarnos otros nuevos artificiales.

Tema vital también es la importancia del comercio de cercanía, cuyos clientes van a comprar andando, no en coche (para eso están los centros comerciales). Me parece que a menudo somos un barrio-parking para gente que no vive ni consume aquí, puede ser buena idea ampliar las plazas de rotación y crear nuevos espacios para residentes que realmente las necesiten. El resto convertidos en zonas verdes, de juegos o carriles bici.

Hablando de carriles bici, que estén segregados del tráfico a motor y conectados con el resto de la ciudad, habilitar aparcamientos seguros de bicicletas dentro de los centros educativos y los espacios de trabajo, tanto públicos como privados. Valentía con alguna peatonalización de calles pequeñas y mucho más control de la velocidad en las grandes avenidas, son mini autopistas urbanas que algún día van a provocar una desgracia.

Y para terminar, ampliando un poco el foco desde mi núcleo concreto a un nivel más general de todos los barrios del sur (Barrio del Carmen, Barriomar, Nonduermas, Patiño, Barrio del Progreso, Santiago el Mayor, San Pío X y Ronda Sur) y especialmente tras la futura liberación de una enorme cantidad de espacio tras el soterramiento de las vías del tren, la ciudad tiene la responsabilidad (y casi la obligación) de devolver el tiempo perdido a esta zona, en algunas partes especialmente deprimida tanto social como económicamente.

Además, se están poniendo sobre la mesa un amplio abanico de nuevas posibilidades económicas en las que la ciudad, la comunidad, el país e incluso el continente pueden ayudarnos. Y nosotros a ellos. Hagamos fuerza de barrio para globalizar desde lo pequeño. En el fondo todos somos uno.

Sobre el papel parece fácil, solo hacen falta políticos valientes, ciudadanos implicados y ganas conjuntas de afrontar las actuaciones centradas en el bien común, aprendiendo de los errores pasados e intentando no cometerlos una y otra vez en el futuro.

Que los errores sean nuevos, igual hasta nos gustan.

Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 Febrero de 2021