Eurovisión y lo previsible

O la música de Eurovisión está mejorando a pasos agigantados o mis gustos musicales se han relajado con la edad. No hay otra explicación para el hecho de habernos tirado varias horas en familia frente a la televisión escuchando una por una las veintiséis canciones que este año formaban parte del certamen. Con lo que yo he criticado esto, madre mía. Una muestra más de mis contradicciones. Jóvenes negaciones convertidas en adultas decisiones. Un palito más en la pared de la celda que conduce a mi libertad condicional mental. Lo que hay que escribir.

Pero es que no sólo estoy disfrutando (y mucho) con algunas de las composiciones musicales, es que estoy boquiabierto con la espectacular puesta en escena. Si no has trabajado en el sector es difícil que te hagas una idea de lo increíblemente complicado que es coordinar luces, sonido, láser, fuego y demás parafernalia. Y qué decir de la acojonante realización televisiva. A ojo debe haber siete millones de cámaras. Qué barbaridad. Qué mérito. Planos, zooms, entradas, salidas, cortes y empalmes en directo. Una delicia visual.

Elijo mentalmente mis preferidas mientras van actuando: Lituania tirada líricamente en el suelo, Francia con un punto melódico-electrónico, el cantante de Albania dando solos de heavy metal o Bulgaria con una especie de trance a cinco voces. Mención especial las que habrían sido mi podio: el estilazo de Holanda y su rock country, España con una delicia armónica y, por encima de todas, Portugal con una absoluta obra maestra. Afortunadamente (respiro aliviado, llamadme snob) nada que ver con las posiciones finales, me toca entonces intentar entender el asunto de las puntuaciones. Lo previsible de los twelve points como moneda de cambio entre países. Y de qué sirven estas previsiones si luego el voto del público sacude las telarañas políticas del intercambio de cromos dando la vuelta a los marcadores aparentemente estilo calcetín, para no variar realmente nada.

En resumen, una tarde noche de sábado para disfrutar y desengrasar. Para pasarla en familia riendo y discutiendo sobre gustos musicales aunque nos diera la madrugada esperando el resultado final. Muchas canciones buenas, bastantes del montón, algunas joyas y un par de chavales de nuestro país que, aunque desafinaron, me ganaron desde la primera vez que los vi. Qué queréis que os diga, me representa totalmente la cultura musical de Amaia y Alfred, saben tocar varios instrumentos, tienen estudios y además son frescos e inteligentes. Justo lo contrario a lo que ha sido hasta ahora nuestra caspa eurovisiva. Al menos eso había pensado siempre. Quizá mañana cambie de nuevo de opinión mientras la ceguera política de unos y otros los deja estancados viendo lo que no hay y sin enterarse de lo que realmente es.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
16 de mayo de 2018

 

Vida perra

Hace tiempo vi una ilustración de un hombre y su perro paseando al atardecer. Ambos de espaldas, dirección al horizonte durante una preciosa puesta de sol. Cada uno tenía un pensamiento en forma de la típica nube en la que visualizarse de forma gráfica. El internacional lenguaje del cómic. El hombre llenaba su espacio de situaciones familiares, económicas, laborales. Problemas y alegrías. La cabeza repleta de historias, escenarios, movidas, futuros, angustias. El perro pensaba en ese preciso paseo con su dueño, al atardecer, directo al horizonte en una preciosa puesta de sol.

Me marcó bastante ese dibujo. Los perros son animales inteligentes. Más que eso, son listos. Disfrutan de cada momento sin tener que repetirse «carpe diem» y tonterías semejantes de forma autómata. Para ellos no hay un mañana. Viven y punto. Capaces de estar tumbados al sol durante horas, sentarse a tu lado el tiempo que haga falta, tirarse a la calle enloquecidos como si fuera la primera vez que lo hacen en la vida o estar esperando en la puerta a que entres y echarse en tus brazos. Todo es una fiesta para ellos. Sol y necesidades fisiológicas. No necesitan más. Su Pirámide de Maslow sería una línea. Envidiable, ciertamente.

Hace poco llegó «Coco», un cachorro que no sabía casi ni andar. Mis hijos querían perro desde siempre, como todos los niños, pero yo me negaba en redondo. Cacas, sacarlo tres veces al día, pipís, pelos, olores. ¿Estamos locos? Pues se ve que sí, porque llegó y nos ganó ipsofacto. Lo que más me gusta de nuestro perro es su estilo de vida. Suena a cursilada, pero es la pura verdad. Un ser vivo que no levanta un palmo del suelo nos va dando ejemplos de vida a cada momento. Pasea por la casa como si llevara aquí desde siempre. Le faltan nuestros apellidos.

Coco tiene seis meses y nos entiende perfectamente. Más aún, se hace entender. Nunca me había fijado en la profunda mirada que tienen estos animales. Sus ojos hablan. Se mete en nuestras camas, se sienta a ver la tele en nuestro sofá, besucón y abrazador, nos cuida la casa (bueno, esto es un futurible, por ahora se encarga más bien de poner todo patas arriba). Encima es guapo rematado y tiene estilazo.

Juré a mis hijos que se tendrían que encargar ellos de todo pero les mentí sin saberlo. Es un placer sacarlo a pasear y disfrutar con él esos momentos de pensar intensamente en lo que estás haciendo justo en cada instante.  Si esto es la vida perra, yo me la pido.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
9 de Mayo de 2018

 

 

Tu árbol genealógico

Mi hija acaba de cumplir diez años y, claro Papá, hay que hacer una buena fiesta, alcanzo dos cifras y lo más probable es que no llegue a las tres. Momento rígido. Tuve la suerte de conocer a tres de mis cuatro abuelos e incluso mantuve  una relación intensa con ellos. Me contaban las historias de sus progenitores, todos longevos, así que respondo: ¿Cómo que no, hija mía, si yo llegaré seguro a los ochenta por qué no ibas tú a alcanzar los cien?

En estas profundas conversaciones me hallo cuando me da por pensar en la descendencia, pero no a los niveles más cercanos sino a larga distancia. Echando la vista hacia arriba 25 generaciones en tu árbol genealógico e imaginando que la edad media para tener hijos son los treinta, nos encontramos con que en el año 1268 teníamos por encima aproximadamente 30 millones de familiares directos. La población de España en esa fecha (reinaba Alfonso X el Sabio, nada menos) rondaba los 5 millones. ¡Sorpresa! Mira al primero que te cruces por la calle, sois seguramente primos en algún grado y compartís sangre en un porcentaje mayor o menor. Y si tiramos un poco más allá la cosa se complica llegando a un punto en el que tendríamos más ancestros que población mundial. ¿Cómo se explica esto? Alguien se comió el tarro antes que yo y le llamó la paradoja del «Colapso del Pedigrí», los numerosos ascendentes comunes que tienen descendencia entre ellos, ya sea de manera consciente (la más que habitual consanguinidad de las monarquías españolas es un buen ejemplo) o inconsciente (muy probablemente tu cónyuge sea primo séptimo).

No deja de ser fascinante pensar que si tú estás hoy aquí leyendo esto ha sido necesario que todos tus miles de abuelos llegaran vivos a la edad de procrear. Y que procrearan. En la actualidad parece sencillo, pero en el siglo XIII no era tan fácil. El resultado de todos esos miles momentos eres tú. Mira hacia arriba y verás una enorme masa que ha desembocado en ti. Hemos podado nuestro árbol genealógico, ahora toca regarlo.

Piensa que dentro de setecientos años serás tú uno de los progenitores de esa futura persona que quizá se ponga a pensar también en esto. Pero dentro de muchos menos años habrás desaparecido y dentro de un poco más habrán desaparecido tus hijos. Para esa persona sólo serás uno de sus millones de abuelos que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Una gota insignificante pero sin la cual el proceso se acabaría. Somos el banal eslabón en la cadena de la vida de otro. De otros.

Aparentemente intrascendentes pero a la vez imprescindibles. Somos grandes, somos pequeños, somos nosotros. Nada más y nada menos.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Abril de 2018

 

 

De bien nacido

Si tengo que comenzar por algún sitio, lo haré dando las gracias por no haber nacido en el lugar equivocado. Tu vida está marcada por donde naciste y la suerte de hacerlo en el primer mundo es la llave que abre las siguientes puertas.

Agradezco después haber tenido unos padres que permitieron que creciera por dentro a la vez que lo hacía por fuera, una familia que aceptó las dificultades que a todos nos alcanzan de manera natural, diferente y ejemplar. Las raíces de la vida.

Nunca agradeceré lo suficiente haber disfrutado de una infancia plena. Los hermanos con los que comienzan los sondeos de la futura vida. Antes de salir al ruedo, es hora de bregarse y con ellos tocó jugar continuos partidos amistosos previos a la competición. Y los primos, ese ensayo general de los amigos que luego tendrás. Doy gracias por los sobrinos que me están llegando. Por los ahijados. Por los padrinos.

Doy gracias por descubrir la adolescencia cuando tocaba. Ni antes ni después. Por haber dado los pasos, buenos y malos, en su debido momento. Por los amigos que aún disfruto y por las tardes de mirada perdida. Por el colegio, por el instituto y por la universidad. Los tres grandes brochazos que tuve la suerte de recibir. Gracias por los compañeros de pupitre, por los profesores y por los suspensos a tiempo.

Si hay otra puerta clave en la existencia es el trabajo. Doy gracias por haber encontrado una llave que la abre con una sonrisa. Casi siempre. Agradezco disfrutar del mío cada mañana, cada madrugón, cada viaje, cada reunión, cada IVA, cada marrón.

Agradezco que el deporte se cruzara en mi vida desde niño. Es el cemento que mantiene en equilibrio nuestros complejos edificios mientras se tambalean azotados por continuos terremotos.

Y hablando de armonía, la de mi vida tiene una protagonista: mi mujer. La mejor elección que nunca hice.

Termino dando las gracias por mis hijos, por haber sido tocado con la varita de su chispa, de su normalidad y de su felicidad. Si la mayor suerte es nacer en el lugar acertado, que tus hijos te sigan con salud es el premio gordo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 4 de Abril de 2018

 

 

 

Paracetamol y zumos de naranja

Somos débiles. Los seres humanos, digo. O quizá sea yo, porque cuando me pongo malo capuzo irremediablemente y me hundo en un profundo pozo del que me cuesta salir una media de tres o cuatro días. Y eso si la cosa no pasa a mayores.

Somos fuertes, los seres humanos digo. O quizá sea yo, porque me pongo malo muy pocas veces. Eso sí, cuando caigo, caigo con todas las de la ley. Afortunadamente son tan pocas que la última vez que fui al médico no encontró mi historial en el ordenador. ¿Eres de Murcia seguro? Me preguntó. Juraría que sí aunque en esos momentos de mala fiebre uno es de donde le diga el médico que es. ¿O no? Austriaco si es necesario, pero cúreme doctor. Recéteme lo que sea. Por lo que valga.

No sé si ha sido la gripe, un resfriado por estos días de clima loco (calorazo a la hora de comer y congelación para cenar) o las típicas anginas que me acompañan desde pequeño. Lo que haya sido ha llegado con sigilo, se ha quedado con estruendo y desaparece muy lentamente. Esta vez el termómetro sólo ha llegado a los treinta y ocho y medio. Poco quizá, suficiente para mí, ese nivel sólo lo aguantan dignamente los niños. Unas pocas décimas y mi cuerpo se tambalea. Somos débiles. ¿Lo he dicho ya?

Cuando estás enfermo se relativiza todo, se van las ganas de hacer cosas y desaparece el hambre. Mal asunto. Al menos cuando era pequeño daba un estirón. Pero ahora nada, los años pesan hasta para esto. El colmo del asunto es que con la globalización, el teletrabajo y todas estas vainas que nos rodean ya no puede uno ni estar malo tranquilo. Aunque responda al teléfono con la misma voz de Satanás el interlocutor sigue su ritmo. ¿Para qué lo habré cogido? Pienso con retraso. No aprendo.

Caldos, paracetamol, infusiones con miel, ibuprofeno, zumos de naranja y nolotil. Miremos el lado bueno, una dieta insuperable tras los excesos navideños. Y sin visitar galeno. ¡No aprendo! ¿Lo he escrito ya?

Bromas aparte, menos mal que tengo quien me cuida. Y cómo me cuida. Porque cuando caes enfermo nada importa, sólo salir del hoyo lo antes posible. Y al salir valoras, ensalzas y te descubres ante los enfermos crónicos, esos verdaderos valientes que sí saben sufrir y no se quejan tanto como tú.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 10 de Enero de 2018

 

 

 

 

Por todo y por ahora.

Por lo que hemos construido con el sudor de nuestra frente y lo que hemos destrozado quedándonos en la gloria. Por los que nos han traicionado estando cantado y a los que hemos fallado sin esperarlo. Por la suerte y la desgracia. Por los que hablan sin saber y los que saben sin hablar. Por los aciertos y las cagadas. Por los planes frustrados y los imprevistos triunfantes. Por las ciudades. Por el tiempo perdido y por el estrés.

Por nuestros hijos, padres, abuelos, cuñados y sobrinos. Por el asesor fiscal y por los animales. Por el amigo al que no llamaste en todo el año y por el que te llama todos los días. Por los que mienten más que hablan y los que sin decir nada te ayudan tanto. Por los clientes y los proveedores. Los que te inspiran y los que te copian.

Por los números rojos, los whatsapps verdes y las caras duras. Por la esperanza, la templanza y la prudencia. Por hablar menos y escuchar más. Por parar a tiempo. Por morderse la lengua. Por saber decir que sí y por saber decir que no. Por ese jefe imbécil y los compañeros gilipollas. Por los que no comen ni dejan comer. Por la vergüenza ajena, el amor propio y el auto control. Por el que sentencia sin razón y el capaz de callarse teniéndola.

Por madrugar, por trasnochar, por las siestas en el tren. Por las llaves y el bluetooth. Por los que huyen, los que fluyen y por los que caen, irremediablemente. Por los bailes agarrado con legañas en la cocina. Por las reuniones a las que acudir en traje y las videollamadas en calzoncillos. Por los discos que acabas odiando. Por los libros que te dejan en shock.

Por los agoreros que le echaron diez años a casi todo y no ven que a esto le queda un buen rato. Por las cremalleras subidas y los botones desabrochados. Por el café con leche. Por las turbulencias en los aviones y por bucear buscando peces. Por las películas en el sofá y las series en la pista de atletismo.  Por las notas al final del trimestre.

Por los momentos para olvidar y los instantes para el recuerdo. Por los codazos en la salida de un triatlón. Por los podios y por las retiradas. Por hache o por b. O por ene. Por el blanco, por el negro y por el naranja. Por el seis, el ocho y, cómo no, por el siete.

Por crecer y mirar hacia arriba. Por estabilizarse y mirar hacia atrás. Pero por ahora y sobre todo: por mirar a los lados y sentir que, un año más, estamos sanos y bien acompañados.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 27 de Diciembre de 2017

 

 

¿Qué puede pedir a los Reyes Magos un niño que lo tiene todo?

Las noches del 5 de enero en mi casa han sido míticas siempre. Preguntad a mis cuarenta primos hermanos. Melchor, Gaspar y Baltasar llegaban cada año de madrugada mientras dormíamos y nuestros padres nos despertaban para que saliéramos a la calle a despedirnos de ellos a lo lejos aún medio en vela y con legañas en los ojos. Sus Majestades siguen llegando en persona cada año y nuestros hijos son ahora los que alucinan. Siguen con esa ilusión, alejados del descomunal consumo que les rodea.

Es difícil educar en valores en la actualidad. ¿Cómo negarle un móvil si lo tienen todos sus amigos? Pues tan sencillo como nuestros padres nos negaban año tras año aquello que tanto deseábamos y no por ello crecimos traumatizados. Imprescindible aprender a tolerar la frustración como formación vital.

En casa seguimos empeñados en comenzar la carta a los Reyes Magos con un saludo, una introducción, una petición y un gracias. Algo que por lógico no debería sorprendernos. La vida nos rodea y el consumo rodea la vida. En casa seguimos empeñados en no comprar tonterías a nuestros hijos fuera de los cumpleaños y los santos. En casa durante el año hacemos limpieza de todo aquello que no necesitamos dándole un buen uso allá donde realmente es necesario. En casa heredamos y damos en herencia.

Nuestro trabajo como padres, como padrinos, como tíos y como abuelos es hacerles ver el valor de cada cosa que tienen, de cada juguete con el que juegan, de cada amigo del que disfrutan en el colegio, de cada plato que se echan a la boca y de cada prenda de ropa que les quita este brutal frío que nos ha cogido de nuevo este año un poco por sorpresa.

Solo así serán de mayores hombres y mujeres de provecho, que harán a su vez valorar las mismas cosas a sus hijos y quiero pensar que el círculo cada día se cerrará un poco, en lugar de aumentar a lo bestia en una espiral de despilfarro que en mi casa no estamos dispuestos a alimentar. Hay momentos en que la Navidad me gusta cada día más y otros en que no la soporto.

¿Qué puede pedir a los Reyes Magos un niño que lo tiene todo? Que pida lo que quiera, ellos no filtran. Nuestro trabajo es dificultarles ciertas cosas. Ley de vida, chavales. Y negándoles lo superfluo valorarán mucho más lo imprescindible. Eso que afortunadamente no les falta.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 6 de Diciembre de 2017