París y los sueños infantiles

Tengo cuatrocientas y pico palabras (me temo que esta vez van a ser más) para intentar comprimir lo inabarcable, describir las sensaciones que despierta París en el viajero, los rincones más comunes, las sorpresas menos conocidas y, tras cinco veces en más de veinte años por sus calles, decido que puedo atreverme a probar. Allá vamos.

Partamos de la base de que no es lo mismo viajar solo, en pareja, acompañado de amigos o hacerlo en familia. He estado en la capital de Francia en todos los casos anteriores y además, tanto por trabajo como por placer, que tampoco es lo mismo. Sea de la forma que sea, os cuento hoy aquí la última visita, con mi mujer y mis hijos que, al ser ya casi adolescentes, lo han hecho todo más fácil.

Llegamos pronto, hay un vuelo de Alicante muy temprano, lo cual ayuda a aprovechar el primer día, ese que a veces se atraganta entre maletas, aeropuertos e indecisiones. A patear Montmartre y sus callejuelas de película, vistas de órdago y el Sacre Coeur y la Place du Tertre como epicentros sobrevolando los Grandes Bulevares. La tarde, con guía, fue exprimida desde el Ayuntamiento hasta el Louvre, pasando por Notre Dame, el pont Neuf, el de les Arts, la Rue Rivoli, los preciosos relojes del Museo de Orsay y el otro no menos impactante y con leyenda incluída de la Torre del Reloj en el edificio fortificado de la Conciergerie, que durante la invasión nazi fue centro del alto mando alemán, pelos de punta al imaginar las esvásticas colgando de los balcones, para terminar la marcha en la verde explanada de los Inválidos, coronada con su imponente cúpula dorada, tumba de Napoleón. Luego un paseo en barco nocturno con truco/sugerencia (cena de supermercado con bocatas y vino en una ventana) y reventados al hotel. El peaje necesario de ir a EuroDisney nos tomó un día completo en el que disfrutamos tanto niños como adultos, de montaña rusa en montaña rusa, al parecer algo descafeinado el show por las restricciones Covid.

El tercer día de nuevo paliza, con subida a la Torre Eiffel y caminata al Trocadero, con uno de mis momentos preferidos de esta ciudad: cruzar el Sena en ese metro al aire libre que proporciona quizá las mejores vistas de la gran torre metálica, apareciendo como por arte de magia entre los inconfundibles edificios parisinos. Por la tarde lluvia y comida por las calles del Barrio Latino (Rue de la Harpe especialmente recomendable) y visita obligada a la Saint Chapelle (mi primera vez en tanto tiempo y menudo Stendhalazo, madre mía). La guinda a esa noche la pusimos paseando por la ribera del Sena, disfrutando de una cerveza con el agua a nuestros pies y la hora azul pintando magistralmente las majestuosas vistas. Último día, paseo de despedida desde la Ópera a La Sorbona, pasando por la Madeleine, la Plaza de la Concordia (con su tri-milenario Obelisco), los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo y el de Carrusel y los Jardines de Tullerías, exprimiendo las horas antes de la vuelta, un vuelo nocturno que también ayuda a estirar todo un poco.

En resumen, una de las capitales del mundo, ciudad eterna, que me ha gustado mucho visitar en esta época del año, con días más largos, luces más moldeables, clima más benigno para un español del sur… París es una ciudad sin mar, pero con un barco en su escudo y un lema del que tomar buena nota: “Fluctuat nec mergitur”. A destacar, como siempre, su excelente transporte público, usando constantemente el metro, cercanías y sobre todo las patas que para eso las tenemos, pero echando de menos haber probado una bici, especialmente tras ver cómo la ciudad ha vivido una revolución en su movilidad urbana. Volveré para probarlas, ya había visitado París a pedales hace mucho tiempo y la experiencia no fue del todo satisfactoria, lo que pasa con cualquier ciudad que no se atreve a apostar decididamente por los medios de transporte saludables. Alcadesas valientes, ciudades que evolucionan.

Mi mujer y yo ya éramos unos enamorados de París, ahora mis hijos, que van conociendo poco a poco una pequeña parte de Europa, dicen que es su ciudad preferida e incluso fantasean con venirse aquí a estudiar. ¿Y quién soy yo para cortar sus sueños?

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia
Septiembre 2021

Pantalones cortos

Cuando ayer apareció un carrete de fotos olvidado durante décadas en un cajón, la curiosidad de mis hijos circuló paralela a mis recuerdos viajando a esos momentos en los que no tenías ni idea de lo que el señor del mostrador de la tienda te entregaría tras el revelado. Han salido sólo veinte, las tienes en el sobre, son trescientas pesetas.

Obviando las habituales herramientas que todos usamos para medir el tic tac de nuestros relojes, hay algo que en mi caso es clave e infalible: el instante en que me pongo unos pantalones largos tras un periodo de patas al aire. El cambio es notorio, vives fresco, al viento, liviano y de repente la presión e incomodidad de una tela rozándote las extremidades inferiores. Síntoma de interminables cursos en el colegio siempre de corto o de actuales largas temporadas de teletrabajo en calzoncillos que terminan de repente en un lunes de reunión.

Existen dos tipos de pasados: el global y el tuyo propio, cuyo límite inferior es “cuando yo era pequeño” y el superior tu yo actual. Es lógico calcular la Historia así e irremediablemente la distancia entre ambos límites se amplía con el transcurrir de tu vida. No pude evitar una sonrisa de medio lado el otro día mientras escuchaba a unos adolescentes charlando sobre cuánto había cambiado todo en poco tiempo. Estando más cerca del medio siglo que de la época universitaria pienso que efectivamente todo ha cambiado. Y cómo.

A mi hijo le ha picado el gusanillo del fútbol y me comenta que hay un partido en la tele, es la Eurocopa, ese torneo que España ganó cuando eras un bebé y que desde entonces posiblemente no había vuelto a ver. Nos sentamos juntos a echar el rato, se trata del campeonato de 2020 aunque estamos en junio de 2021, hay 11 sedes diferentes y los seleccionadores pueden hacer 5 cambios en cada partido, participan Finlandia y Macedonia del Norte y no conozco a ningún jugador de ningún equipo, ni de nuestra propia selección. Pero lo que me deja de piedra es que en la publicidad del estadio se están anunciando Tik Tok, Just Eat y algo en chino que ni tan siquiera han traducido al inglés.

Sí que ha cambiado todo. Venga lo que venga, estaremos preparados, será el orgullo, serán las ganas o seré yo, preparado como siempre para adaptarme, para crecer y para, visto lo visto, cambiar los hábitos una vez más.

Hablando de costumbres, no pienso ponerme pantalones largos hasta la próxima reunión. Saco el móvil y miro la agenda. Mierda, es mañana.

Nacho Tomás
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Junio 2021

Pesadilla en el buffet libre.

El otro día fuimos a comer en familia a un centro comercial. De por sí me dan repelús aunque lamentablemente tengamos que visitarlos más a menudo de lo que nos gustaría: tiendas que sólo están ahí o cines inexistentes en los centros de las ciudades. Hacemos la cola de un mega espacio de buffet libre y por un momento pienso en neandertales. Eso somos cuando tenemos delante comida gratis. No sería criticable si tuviéramos hambre, si tuviéramos necesidad. El problema es que no tenemos ni una ni otra. En estos momentos salen nuestros peores instintos, como cuando un balón de plástico del Entierro de la Sardina se aleja botando perseguido por la marabunta.

Pesadilla en el buffet libre - UN TUITERO EN PAPEL - Nacho Tomás

Entre el tumulto y los berridos que oigo al entrar consigo detectar un grito especial, híper agudo, que me pone los pelos de punta: «¡¡Mamá, eres tonta, tonta, tonta… y te lo he dicho mil veces!!» No puedo evitar girarme y ver a una niña de unos siete años con más leyes que un juez y a una madre que se ríe y le quita importancia. Pagamos antes de sentarnos, algo a lo que sorprendentemente nos hemos acostumbrado por las cadenas de comida rápida y nos acomodan en una mesa en una esquina desde la que, lamentablemente, diviso todo el área. Dentro del mismo recinto se encuentra un parque de bolas inmenso, lleno de niños gritando y peleándose. Algunos se insultan como adultos encolerizados y otros juegan a la tablet en lugar de estar pegando botes entre los toboganes.

Nos acercamos a ver el material gastronómico con la idea de dar una primera vuelta y luego decidir pero somos engullidos por la horda, que empuja para acaparar trozos de pizza que luego se quedarán en el plato. Recibo un codazo, espero que involuntario, de un obeso padre seguido por sus dos rollizos hijos. Un calco, vamos. Llega a su destino y golpea con fuerza la máquina expendedora de bolitas de chocolate antes de preguntar cómo funciona. Cada uno de ellos tiene un helado en mano, pero quieren otro aún sin haberlo terminado. Un chico que trabaja allí, con más paciencia que el santo Job, le explica que no salen apretando sino girando y en lugar de pedir perdón o disculparse suelta un «pues vaya una mierda de máquina». Los vástagos asienten convencidos. Vuelven a su mesa salpicando a varias personas por el camino mientras devoran como si no hubiera un mañana.

Al pasar por mi lado uno de ellos me mancha y exploto: «Perdona chico, ten un poco más de cuidado, por favor.» El padre me mira desafiante, parece que va a replicarme algo pero encuentra la ira en mis ojos, ladea la cabeza y dice: «Ni caso hijos, vosotros podéis manchar a quien queráis.» Tal cual.

Andan un metro y se dejan caer en sus sillas a engullir mientras la musiquilla infernal de un juego de su móvil no deja de atronarnos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 19 de Octubre de 2016

Fecha original de publicación:19 octubre, 2016 @ 08:01

Tracción total

Hasta no hace mucho lo mío con las puertas era enfermizo. Cerradas siempre. A cal y canto. La continua imposibilidad de ver algo a medio podríamos extrapolar si fuéramos psicólogos. La hiperactividad que heredé y he dejado en herencia haciendo su parte del trabajo genético. No es fácil. Un secreto a voces plasmado por fin negro sobre blanco para mejor gestión propia y ajena.

Era ver una puerta abierta y de modo casi físico la incomodidad hecha sentimiento. Necesidad de cerrarla, de orden, de control y posesión de ese instante de distensión que, por mucho que ansiara, siempre volvía. Cientos de veces al día. Eso es quizá el diagnóstico al que habrá que poner tratamiento. Y a falta/negación de ayuda química, el autocontrol como medicina. Una férrea cuadrícula dañando unas facetas y ayudando en otras.

No somos los únicos, chicos, incluso parece que ahora hay más todavía, estos últimos años somos legión los que “disfrutamos” del TDAH. Aunque como en todo, los diferentes grados de afectación nos moldean de diversos modos. Añádele un CI disparado y el cóctel, si no Molotov, explota por fuera y, lo que es peor, por dentro de tu cabeza continuamente, encallando más veces de las necesarias. ¿Falta de motor o exceso de potencia?

Los años pasan y asumes aquello que sufrías, viendo como la perspectiva que otorga el tiempo sosiega, sana y calma, como si de After Sun se tratara, las quemaduras que solo el que aquí se verá reflejado podrá entender.

Es hora de cerrar puertas, o al menos, como decía mi abuela, dejarlas entornadas, a mitad entre el corazón y la cabeza. En su sitio. Mejor aún, es el momento de aprender a verlas de cualquier modo. En cualquier situación. En cualquier situación. No es posible controlarlo todo y cuando antes lo asumas, mejor. A este que escribe le ha costado mucho. Le está costando cada vez un poco menos. Pero simplemente el hecho de poner en pausa la marabunta que nos rodea y ser por fin capaz de entenderlo, de asimilarlo y de aceptarlo es uno de los mejores pasos a dar en “La cura”. Ay Battiato, menos mal que nos quedarás para siempre en tus canciones.

A “La guerra de los treinta años” le siguió “A mi edad”. Tras tanto tiempo en estas páginas la evolución es notoria. Lo quiero ver. Lo quise escribir. Lo puedes leer.

Hoy me caen 44. A ver si va a ser eso. Cuatro por cuatro. Todo terreno.

Tiempo de tracción total.

Nacho Tomás
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La Verdad de Murcia

27 de Mayo 2021

Tiempo de agradecimientos (versión extendida).

Hannibal Smith, el cerebro del mítico Equipo A, con aquella cómplice media sonrisa y puro en boca soltaba esa memorable frase de «me encanta que los planes salgan bien.» ¿Y a quién no le encanta? Algo así vivimos el pasado fin de semana en el Mar Menor donde Pablo, mi hermano pequeño, quería volver a disputar un triatlón justo un año después del grave y fatídico accidente tras el que estuvo siete días en coma y más muerto que vivo algún tiempo más. Y si él quería nosotros querríamos. Así que allí fuimos Jorge y yo para controlarle, guiarle, apoyarle y protegerle.

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Pablo ha tenido que aprender de nuevo a andar, a comer y a escuchar. Ha tenido que entender que el equilibrio en la bicicleta es una parte vital del asunto y que si dejas de dar pedales es muy probable que te caigas. Que para avanzar hay que dar un paso, parece sencillo, y luego otro. No ambos a la vez. Y si se te pasa por la cabeza, puedes mirar atrás admirando tus avances. Ha tenido que aprender a respirar en la piscina mientras se suceden las brazadas. Ha perdido completamente el olfato, una tontería comparado con lo que todos hemos ganado. Ha aprendido a mirar hacia delante viendo cómo el rastro a seguir se pierde en el horizonte. A veces siento vértigo de lo rápido que ha pasado el año, de lo mal que ha pasado este año, de los cientos de médicos, de la rehabilitación que aún le queda, de las sesiones de fisio, de neuro, de cables, de puntos, de heridas, de operaciones, de fracturas. Por ello, y aún sabiendo que resta una durísima parte del camino, es tiempo de agradecimientos.

Al «Presi» por el empeño que pone en que nuestras locuras lleguen a buen puerto, y como Pablo siempre con una sonrisa en la cara. A los organizadores del Triatlón de San Javier por facilitar las cosas. Pusieron atención y empatía. No era fácil. A todos y cada uno de los que gritabais nuestros nombres durante la prueba. Dicen que hay una bebida que da alas porque no han probado las alas que dais vosotros. Al triatlón en sí mismo por haber entrado de esta manera en nuestras vidas. Y por ser tan insondable que en cada prueba se aprende algo nuevo. Ya os contaré lo que me pasó con el dorsal, las zapatillas de la bici y la valla submarina anti-medusas.

A nuestras parejas por soportarnos, por querernos sin comprendernos. A nuestro padre por lo que sólo él sabe, por lo que sólo nosotros sabemos. A nuestras madres por sufrirnos, por hacernos crecer, por llorar por nosotros, por llorar con nosotros. A Macarena, nuestra hermana, por servir de cemento en esta familia, insustituible. Al que hay allá arriba porque sin duda nos tiene cariño.

Y a Pablo por todo lo que le queda por delante. Y porque deportivamente ya casi nos deja atrás.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 5 de Octubre de 2016


 

 

 

Hasta ahí lo que ha salido publicado en La Verdad, pero continuaré ahora con la versión extendida, contando un poco lo sucedido deportivamente.

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La idea era cojonuda: Jorge y yo competiríamos en la distancia olímpica con el objetivo de preparar el Half Ironman de Cabo de Gata de dentro de 15 días. Sobre el papel no habría problema con los horarios, comenzábamos a las 15:00 y la versión sprint con Pablo (los tres juntos) tendría lugar 2 horas y media más tarde, tiempo de sobra para acabar, descansar 10 minutos, cambiar dorsales, boxes, etc…

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La salida se retrasa 20 minutos por motivos ajenos a la organización, comienzo a ponerme nervioso. Salimos a nadar y desde el inicio voy comodísimo, no sé cómo consigo ponerme en un lateral externo y no recibo ni un golpe en esos momentos iniciales tan complicados en cualquier prueba. Termino la primera vuelta dando alcance a un compañero (Sergio Cárceles) y decido ir con él durante el resto del sector. No aprieto casi nada, me dejo llevar y la sorpresa es mayúscula cuando veo el GPS y llevamos más de 900m… Se supone que son 1.500m el total y aún queda otra vuelta. Se me van a ir otros 7-8 minutos. Espero que retrasen la salida del sprint, aunque por otro lado, lo normal es que no lo hagan para no fastidiarles… Decido relajarme y no pensar mucho.

En la segunda vuelta voy empanado, siguiendo unos pies tan tranquilamente hasta que no sé cómo me veo sólo, en mitad de la nada y con las boyas de la valla anti-medusas a un centímetro. No puedo evitar el golpe, que me produce varios cortes en el brazo derecho. Más aparentes que dolorosos y peligrosos.

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Al salir a tierra, la sangre brota profusamente, produciendo el espanto de algunos espectadores. Tranquilos, no es nada. Salimos en el segundo grupo de nadadores a un ritmo medio de 1:35 nada menos. Y con la mejor cara que recuerdo saliendo del agua en mi vida.

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Tengo a Cárceles delante, uno de los mejores ciclistas de nuestro club. Si consigo seguirle la rueda en bici voy a ahorrar bastante pero sucede la globerada del día, dejé bien preparadas las botas con sus elásticos pero olvidé abrir los velcros así que le veo distanciarse mirando atrás por si le seguía. Hace bien, pillará el grupo en el que íbamos nadando y yo no.

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Tardo unos interminables segundos en calzar mientras pedaleo y me quedo en medio de ninguna parte hasta que me alcanza Yáñez, también del club. Tiramos juntos durante prácticamente los 40kms, con apoyo puntual de 2 o 3 unidades del numeroso grupo, a una media final de 35km/h. Mucho chuparueda como siempre, que no da la cara hasta el final, para coger buena posición en la T2. Ay, las cabezas.

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Durante la bici tengo una sensación extraña, por momentos me veo muy fuerte como para tirar pero quiero reservar un poco, cuando acabemos quedarán 10kms a pie y luego un triatlon completo sprint (750m nadando + 20kms en bici + 5kms corriendo). Hoy el protagonista es Pablo, así que mejor será reservar un poco. Incluso tarareo algunas canciones, jamás en mi vida me había pasado algo así.

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Hago una rápida T2 y salgo a correr sin dejar de mirar la hora. Estoy muy preocupado. Pregunto a varias personas si se sabe el horario definitivo de salida. Parece que no hay cambios y será a su hora así que lo tengo jodido. No me dará tiempo a terminar. Corro fácil en ritmos de 4:30. Doy tres de las cuatro vueltas en que consiste este sector y veo que los triatletas del sprint ya están en la playa calentando para salir a nadar. Por mucho que me fastidie y siendo la primera vez en mi vida, tengo que retirarme.

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Salgo disparado hacia la zona de boxes, dejo las zapatillas y la visera. Veo que afortunadamente Pablo ha cambiado la bici de sitio y ha preparado los dorsales en el casco y cuadro. Menos mal.

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Corro descalzo hacia la orilla de la playa y cuando no llevamos más de 5 minutos en la cámara de llamadas, se da la salida del Sprint. Unos segundos de charla técnica y nadar de nuevo.

La verdad es que no me he vaciado ni la mitad de lo que habría podido si no tuviera otro triatlon después, pero aún así, el cansancio hace mella y cuesta entrar al agua. Calambres y subidas de isquios nos hacen reir a Jorge y a mí mientras intentamos seguir a Pablo en el agua. Afortunadamente este sector es el que Pablo lleva siempre menos entrenado, por lo que no nos cuesta mucho ir a sus pies… Lo buen viene luego.

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Jorge lo pasa peor, él sí se ha apretado de lo lindo (ha acabado en 4º puesto) y en la bici las pasa canutas. Las risas que me echo viéndole sufrir son memorables. Vamos a su rueda todo el rato, el animal se casca él solito el sector entero, tirando de un grupo bastante numeroso. Mirad su cara. Espejo del alma.

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A pie sucede lo inevitable, Jorge se queda en la primera vuelta y nos espera en la meta. Ahora recuerdo que tuvo que ponerse a estirar al salir del agua por segunda vez ante la atónita mirada de otro deportista.

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Pablo nos lleva a 4:10 el muy bestia. Yo puedo seguirle un poco más, pero al final de la recta también paro un poco para poder entrar juntos los tres.

Terminamos y como guinda resulta que ganamos por equipos masculinos en la categoria olímpica y en femenino en la sprint. ¡Menuda jornada para BITEC TRI IMPULSO!

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En resumen, no terminé ni un triatlon ni el otro. Ambos por unos pocos metros a pie. Pero lo importante hoy era Pablo, y era esta foto que quedará para siempre en nuestros recuerdos.

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Vídeo de la llegada, cortesía de nuestro padre.

Una preciosa historia y un placer estar dentro para contarla.

 

 

Fecha original de publicación:5 octubre, 2016 @ 07:39

Vacaciones en modo avión.

Cada uno decide qué hacer con el tiempo que le ha sido concedido. Hace ya muchos años leí o escuché esta frase en algún libro o película que ahora no recuerdo. Me impactó de un modo tan brutal que aún aparece entre mis pensamientos a menudo. Vuelve a mi cabeza en estos primeros de agosto porque veo lo complicado que supone a veces gestionar nuestros horarios cuando no tenemos las obligaciones laborales de un día cualquiera. Cosa que sucede ya sea teniendo mucho o poco tiempo libre. Parece que no tiene que ver con eso. Tiene que ver con nuestro actual modo de vida. Ayer mismo tuiteaba que a veces en vacaciones no sé cuándo toca qué. Parece que no sepamos estar sin hacer nada. Esta vida interconectada que nos libera y nos ata con la misma fuerza. O quizá solo me pase a mí y esté generalizando un comportamiento personal. Hablo como pequeño empresario y autónomo, pero imagino que en función del puesto o del jefe que tengamos puede ser aplicable a todo tipo de trabajos o situaciones laborales. Esos críticos momentos en los que llega trabajo por realizar y aunque no sea urgente ni importante la mala costumbre te pone en estado de alerta impidiendo dejarlo pasar. Y lo realizas, rompiendo el ciclo tan necesario de hacerlo esperar, que además revalorizaría posteriormente su misma ejecución. Todo es cuestión de priorizar.

Publicamos en Facebook que estamos en la playa desconectados, de relax, pero lo hacemos con el smartphone en la mano y el wifi del chiringuito enchufado. Y con miedo a quedarnos sin batería. Si eso es desconexión, apaga y vámonos. Nuestras vidas necesitan de nuevo un poco de aburrimiento, necesitan de nuevo quedarse mirando al infinito mientras pasan las horas (vale, podemos comenzar por algunos minutos). Nuestras vidas necesitan ponerse temporalmente en modo avión. Está subestimado lo buenísimo que para los niños es quedarse quietos. Haciendo nada. Esas siestas eternas respetando el descanso de la abuela en las que casi nunca te dormías pero tenías que tumbarte en la cama y mirar el techo durante dos interminables horas que activaban una específica parte del cerebro que ahora no acaba de despertarse. Nos hace falta divagar. Hay que decirlo más. Vidas en modo avión. Sin volar.

También sirve tomarse tres latas seguidas de cerveza de cháchara con tu mujer y tu prima mientras anochece a tu alrededor, comienza a refrescar y se te olvida cenar elucubrando sobre los pasatiempos de nuestros bisabuelos. Nos los imaginábamos hablando, leyendo, cosiendo, rezando, reconociendo las estrellas y las constelaciones o sentándose a tomar el fresco. Nada más. Y nada menos. Es triste que hoy en día eso que hacían nos pueda parecer poco. No es poco, piénsalo bien. Es mucho pero tan escaso actualmente que nos sorprende e incluso en ocasiones genera rechazo o ironía. A tiempo estamos de rellenar nuestras vacaciones (y qué demonios, rellenemos también nuestras vidas) con esos detalles tan fácilmente alcanzables como necesarios.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 10 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:10 agosto, 2016 @ 11:52

Los ojos que hablan.

Se mete en la cama relajado. Ha sido un día de entrenamiento intenso, compaginado como siempre con el trabajo en el instituto. Dar clase de matemáticas a chicos de 16 años es más duro que esprintar en la pista de atletismo. Se acuesta con esa sensación de plenitud que sólo da el saber que has cumplido con tu parte del trato con la vida. Su mujer duerme tranquila. Al lado los gemelos, en quince días cumplen tres años. Oye cómo todos respiran pausadamente mientras poco a poco se va quedando dormido. Sueña con la competición de mañana donde se juega el pase a los Juegos Olímpicos representando a su país, el más avanzado de Oriente Medio.

Se levanta temprano, lleva a los nenes al cole y acompaña al trabajo a su mujer. Esas sonrisas. Ambientazo en el pabellón, el nivel deportivo del país siempre ha sido alto. Pocos minutos para el inicio de la prueba. Está nervioso, es el momento más importante de su vida. Se ata los cordones de sus zapatillas preferidas, naranjas y blancas. Suena el disparo y se deja la piel. Su brillante melena rubia corta el viento. Consigue la marca, misión cumplida, el año que viene irá a Río. Comida celebración con sus colegas de toda la vida en el mejor restaurante de la capital. No sabe que no habrá año que viene.

Entonces todo se tuerce, comienza la guerra civil. El miedo invade el tuétano. Sus amigos se matan por las calles. Los bancos han cerrado. No hay dinero. No hay familiares. Tiene que salir corriendo con lo puesto y sin papeles. Consigue un billete de barco a ninguna parte. El capitán, compinchado con los matones que ejercen de seguridad personal y miedo colectivo, viola a su mujer varias veces durante el trayecto hasta que no aguanta más y se tira por la borda. No sabe nadar. Se aferra a sus hijos como misión a cumplir. Se los arrancan de las manos al llegar a destino, las mafias le obligan a trabajar en un aserradero a cambio de pagar el billete. Tras seis meses de trabajos forzados consigue escapar junto a otros cinco compatriotas en una situación semejante. Suena un disparo y le roza la piel. Es el día más importante de sus vidas. Acaban de ilegales en España tras dar tumbos por media Europa.

Hoy es sábado por la mañana en Jumilla. He salido a correr por los campos de melocotones cercanos. A doscientos metros veo a alguien parado en medio del camino. Su sucia melena rubia sobresale por debajo de la gorra de trabajo. Noto cómo se queda mirando fijamente mis zapatillas naranjas y blancas. Son mis preferidas. Al pasar a su lado saludo levantando la cabeza y me sonríe. Sé que me sigue observando un buen rato aunque no gire la cabeza para comprobarlo. No hemos intercambiado una palabra. Todo me lo han contado sus ojos en los interminables tres segundos en que nuestras miradas se han cruzado.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 3 de Agosto de 2016

Fecha original de publicación:3 agosto, 2016 @ 14:05