Funcionarios, relojes, trenes y universos paralelos.

¿Es el Ministerio del Tiempo la mejor serie española de todos los tiempos? Ahí lanzo la pregunta. No es que sea yo un experto en cine ni en televisión pero sí lo soy en mis emociones y esta serie me ha enganchado como pocas. Comencemos por el principio, tranquilo que no voy a destripar el argumento. La intención de esta columna semanal es intentar que si no la has visto lo hagas. Estoy seguro de que al final me lo agradecerás.

La idea es sencilla, en España existe un Ministerio que sirve para viajar al pasado con el objetivo de solucionar problemas que hayan surgido de forma imprevista y pudieran conllevar que el devenir de la Historia de nuestro país discurriera por otros cauces. No te esperes un edificio futurista con aparatos ultramodernos y realidades virtuales, se trata del típico lugar oficial que encuentras si visitas cualquier organismo público para hacer papeleos en el país, con señalética del siglo pasado y oliendo a naftalina. Acierto.

El trabajo de los funcionarios del Ministerio del Tiempo no es más que ese, intentar que las cosas no cambien en la antigüedad para que la actualidad siga siendo la que es. Vale, ya tenemos el primer momento de posible discusión: si pueden variar el pasado, podrían haber arreglado esto o aquello, pensarás. Pues esa es quizá la gracia, que tú querrías cambiar algo pero tu vecino otra cosa, lo cual da juego para muchas cervezas. Otro acierto.

Gracias a la serie aprendes mucho y casi sin darte cuenta, revisitando las conocidas aventuras de los Reyes Católicos, el Cid, Colón, Lope de Vega, Dalí, Picasso o Lorca, pero desde un punto de vista y prisma totalmente diferente y con todas las licencias que se debe y puede permitir una obra de ficción. Es probable que me haya encantado porque siempre me han interesado esos hipotéticos universos paralelos en los que nuestras vidas puedan entretejerse con otras en otros modos y otros momentos debido a un simple cambio en un crucial instante. En este caso tienen mucha culpa los protagonistas y sus historias personales genialmente trazadas impregnándolo todo. Además, la idea traspasa la pantalla, inundando las redes sociales e incluso la realidad, provocando un universo multiplataforma, a nivel transmedia, que atrae mejor y más profundamente. Para colmo los continuos golpes de humor son del bueno, nada de superficialidades tan típicas en algunas películas y que tan poca gracia me hacen.

No me enganché en su momento, la he tenido que ver en el tren, entre viaje y viaje, con sesiones de dos o tres capítulos de un sentada alguna vez. El guión, la calidad narrativa y los planos en ciertos momentos están al nivel (que me perdonen los eruditos) del mejor Christopher Nolan (Memento, El Truco Final, Origen o Interstellar) si pensamos en películas o de Lost si hablamos de series.

Desde luego, es una absoluta delicia y como tal la he disfrutado. Y ahora vamos a por Narcos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Diciembre de 2016

Videojuegos y redes sociales.

Con las redes sociales me pasa, a veces, algo curioso. Os cuento.

Sigo a alguien interesante en Twitter, entro en su web (aparece en su bio), leo algunos de sus geniales posts. Voy a su Facebook (que está enlazado desde su blog), y tres cuartos de lo mismo, un tío empático, divertido, educado, que sabe de un montón de cosas y con un punto guasón.

Tengo la suerte de conocerlo en un evento, me acerco a saludarle y noto que pasa algo raro, mira al suelo, se hace el sueco, no habla con nadie y al final se va por donde ha venido.

ovejas
FOTO: Pixabay

Se me ha caído otro mito, pero lo mejor de todo es que luego leo en Twitter que ha sido un evento espectacular, que ha conocido a un montón de gente con los que «aprende y comparte» (repetido como un mantra) y está deseando repetir. ¿Repetir qué, alma de cántaro? ¿El ridículo más espantoso?

Creo que los futuros psicólogos tienen material de sobra para trabajos fin de carrera con ciertas actuaciones en redes sociales. Quizá volquemos en ellas las manías, prejuicios y complejos que tenemos (no me excluyo), cosa que no es de mayor importancia en los casos de lejanía e imposibilidad de contacto real (llevo chateando con gente de otros países desde hace 15 años gracias al IRC), pero que se convierten en graves problemas cuando nuestra actitud virtual se parece como un huevo a una castaña a la actitud real.

ISS PRO 98

Me recuerda a cuando jugaba a los videojuegos de fútbol hace muchos años, y llegaba a pensar que ciertos jugadores, a los que no había visto jugar en mi vida, eran buenos o buenísimos porque los programadores habían decidido ponerle un 88 sobre 100 en calidad.

En el fondo la culpa es mía por hacer suposiciones. Prometo tomar nota.

 

 

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¡Más café!

Las teorías sobre el café me quitan el sueño.

Origiario de la siempre rimbombante Abisinia (mucho más glamour que Etiopía, su actual nombre) y prohibido en el mundo musulmán durante algún tiempo por ser considerado un peligro público, el café llegó a Europa en el siglo XVII.

Bendita la hora.

Café

No sé tú, pero yo estoy harto de leer informes científicos a favor de ciertos alimentos que luego son tirados por tierra años después, tildándolos de malignos. El vino, por ejemplo, ha sido considerado bueno, luego malo, más tarde cancerígeno, posteriormente mortal y ahora su consumo moderado, parece que hay consenso en decir que, generalmente, ayuda a la circulación sanguínea del personal. Los huevos fritos con patatas o la carne roja han vivido unos semejantes altibajos salubres. Y qué decir de la cerveza, las verduras o el aceite de oliva.

Vale, lo que diré ahora es una burrada, pero la dieta mediterránea se lleva por delante de cáncer de estómago a gente con 40 años. En cambio hay fumadores y bebedores de whisky que llegan a los 90. No me creo nada de esos informes, detrás de todos y cada uno de ellos hay casi siempre un interés oculto. Que me crucifiquen mis amigos de la ciencia. O no.

No sé tú, pero yo estoy harto de las modas pseudo-científicas, pienso hacer caso a mi lado más escéptico y seguiré tomando 5 o 6 cafés al día.

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La diferencia eres tú.

Todo gira siempre y en cualquier ámbito alrededor de lo que es diferente. No ser igual al resto suele ser aplaudido por unos y criticado por otros. Depende del momento de tu vida, de tu edad, de tu situación laboral, son miles los factores que crean en las mentes humanas los prejuicios, puesto que pensar que ser diferente es bueno o malo es, por definición, un prejuicio.

De pequeño en el colegio (también dependía del centro, claro) un tirón de orejas al día estaba predestinado al que se salía de la fila, y no hablo sólo literalmente. Ahora los profesores están curados de espanto, los padres han creado monstruos que ni Frankestein habría soñado, mezcla de sobreprotección, miedo e ignorancia, y que actúan de una forma que en el fondo tiende a ser, de nuevo, semejante. El deseo de diferenciarse a toda costa nos hace irremediablemente iguales.

Pero todos sabemos que sólo hay una verdadera diferencia. Y eres tú.

La diferencia eres tu.

Ancianos 2.0. Los geriátricos del futuro.

Los de mi quinta somos afortunados. Somos la generación bisagra entre jugar en la calle y las videoconsolas. Muchos de nosotros nacimos con la ilusión de pulsar un botón. Tal cual. Poder apretar ese luminoso y deseado botón rojo que lanzaba los cohetes de Comando G o ser como Koji Kabuto controlando a botonazos a Mazinger Z. Recuerdo el juego Simón que me trajeron los reyes a mediados de los años 80 con, nada menos, 4 botones. De colores. Brutal. Se encendían y sonaban al tocarlos. Eso era sentirse poderoso. Con el tiempo los botones perdieron hipnotismo cuando pasaron a formar parte de nuestro día a día: el ascensor, el mando de la tele, el microondas o la Play Station. Con nuestros padres la situación era diferente, aunque actualmente se hayan subido al tren de los aparatitos. De nuestros abuelos, ni rastro de lo anteriormente expuesto.

Ancianos 2.0. Los geriátricos del futuro.

Siempre que visito una residencia de mayores me fijo en lo mismo: ancianos sentados durante horas en un banco con la mirada fija en cualquier pequeñez. Aparentemente su soledad es absoluta, excepto cuando reciben visitas. Conozco varios casos cercanos y, por el otro lado del asunto, sé que es una solución muy buena, en muchos casos, tanto para los usuarios como para las familias. Pero, ¿qué sucederá en el futuro cuándo la generación actual sea la que esté en su lugar? Quizá la soledad no sea tanta gracias a las nuevas tecnologías, siempre que se consiga llegar a esas edades con capacidades para usarlas/disfrutarlas. No es descabellado imaginar a los abuelos del futuro, dentro de 20 ó 30 años, en constante comunicación con sus familiares o amigos, ya sea mediante chat, videoconferencia, o aquello que nos tenga preparado esa época. Por el lado romántico, me parece una situación algo triste. A veces pienso que estamos programados para perder la vista, el oído y la condición física para que llegados a la vejez, podamos pensar realmente en tranquilidad y con profundidad. Por el lado pragmático, la idea me seduce. La tristeza que transmiten los abueletes que no reciben visitas me parte en dos.

Esta es la reflexión que lanzo al aire.

Me encantará leer vuestras opiniones al respecto.

Nota: Artículo publicado originalmente en TechPuntoCero en Diceimbre de 2012. (LINK).

El Proceso

Cambiar de rutinas no es, ni mucho menos, tarea fácil.

Existe una serie de actos desarrollados por nuestra cabeza y cuerpo de una manera casi robótica. La memoria muscular actúa con una fuerza comparable a la magnética, simplificando la mayoría de las acciones que realizamos de una forma más o menos frecuente. En principio podemos pensar que se trata de algo bueno, positivo, e incluso beneficioso. De hecho, a efectos académicos o aplicados a la enseñanza, la utilidad es máxima y exponente incluso de muchas teorías educativas.

Pero, como en casi todo, existe un lado oscuro.

El mayor inconveniente de este proceso mental, la cara oculta del asunto, en mi opinión, es que la vida sedentaria y monótona a la que nos somete la sociedad en que vivimos ha acabado por ampliar el número de movimientos que se rigen mediante esta máxima.

Cinta de Moebius

Llamaré “El Proceso” a una serie de consejos que uso (y te propongo) para interpretar las señales que nos envía el cerebro, a captar la esencia que separa el instinto de la mecánica, a entender mejor las acciones en nuestro día a día, ya que, excepto las funciones fisiológicas (el primer nivel de la archiconocida Jerarquía de las Necesidades de Maslow) el resto deberían obedecer a procesos más o menos pensados e interiorizados, pero nunca “rutinizados”.

Mañana por la mañana, no utilices el abre-fácil del tetrabrick de leche, ábrelo con tijeras y cambia el orden habitual de café, leche y azúcar. Aparca el coche una noche en la calle, aunque tengas garaje propio, y recuerda dónde está a la mañana siguiente. Cepíllate los dientes con la mano izquierda. Pon el libro al revés y lee así una página cada diez de tu libro de mesilla, pero en lugar de hacerlo en la cama, cámbiate al sofá.
Si eres motero, prueba a cambiar de casco y cuenta los días que tardas en ponértelo igual de rápido que lo hacías con el anterior modelo, y en cuanto lo hayas conseguido, vuelve al casco anterior. Inventa cada noche un cuento para tus hijos, mezclando lo mejor de los que te sabes. Cuando salgas a correr, gira por esa calle que nunca pasas o haz el recorrido en sentido contrario. Benditos desvíos provisionales. La próxima vez que hayas quedado con alguien, intenta que se te haga pronto y disfruta del lugar al que has llegado mirando los techos de los edificios que te rodean, apuesto a que, por mucho que los conozcas, encontrarás detalles sorprendentes.

Repite todo esto a diario cambiando algo.
Escapa de la Cinta de Moebius.

Nota: Artículo publicado originalmente en TechPuntoCero en Septiembre de 2012. (LINK).

Francisco Baumgartner

En los últimos 6 meses hemos vivido varios acontecimientos que pasarán a la historia. Es cierto que seguramente no conocemos otros muchos que, con el tiempo, también se recordarán para siempre, pero hoy voy a hablar de esos momentos que notas desde el principio que son diferentes, que son épicos, que son historia. Me quedo, sin duda, con dos de ellos: el salto de Felix Baumgartner y la elección del nuevo Papa Francisco I. Sí, llamadme friki. Con ambos acontecimientos estuve pegado a la tele 4 o 5 horas seguidas.

La acción de Red Bull no tuvo rival a ningún nivel. El anuncio más largo de la Historia. Dejando de lado el marketing, exitoso a más no poder, me quedo con la persona. Con Felix. He soñado, varias veces, que era él. Mi hijo y yo hemos jugado al «Salto de Felix» en incontables ocasiones y lo hemos visto repetido hasta la saciedad. Bueno, no tanto, aún no me he cansado de verlo. Los límites humanos se pusieron a prueba, la ciencia avanzó un poquito ese día y el orgullo de ser parte, pasiva, de ese memorable paso para el hombre, me acompañará siempre.

Felix Baumgartner

El tema del Papa es diferente. No soy especialmente devoto, pero estas cosas también me vuelven loco. Estuve viendo una chimenea a la que una gaviota daba vueltas durante toda la tarde. Quién puede resistirse a la liturgia que rodea una elección semejante. Lo queramos o no el Vaticano tiene más fuerza como país que muchos de los desarrollados. Su cabeza visible influye directa o indirectamente en decisiones globales. Y es el estado más pequeño del mundo. Imposible no emocionarse al escuchar a Jean-Louis Tauran, protodiácono, en latín y con parkinson, anunciar al nuevo Papa. Para cuadrar el círculo, es sudamericano y jesuita.

Francisco I

Han sido los dos únicos momentos de los últimos años en los que he estado pegado a la tele más de 30 minutos seguidos. A diario veo las noticias y no cuento las películas o series que vemos por la noche, pues no son televisión técnicamente hablando. No seré yo el que diga cómo debe cada uno malgastar su tiempo, cada día pierdo minutos o quizá horas entre tanta información en redes sociales, páginas web o whatsapps. Y hasta hace poco también sacaba huecos para jugar a videojuegos, siempre me han gustado. El asunto es que no me cabe en la cabeza que haya gente dispuesta a ver detritus humanos semejantes a «Splash» o cualquier reality de tres al cuarto que enchufan cada noche en los canales públicos de este país.

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Nos merecemos lo que nos pase. Está claro..