Siempre he estado acostumbrado a trabajar por objetivos. Se ha convertido en una pequeña manía cada vez que debo afrontar nuevos retos. Mi primer triatlon no iba a ser diferente y desde hace meses me planteé los tres siguientes: Disfrutar, acabar y bajar de 2 horas. En ese orden. La distancia de un Triatlon Sprint es 750 metros a nado, 20 kilómetros en bici y 5 kilómetros corriendo. Más que suficiente para un novato como yo.
- Disfrutar: aunque al final siempre termino sufriendo, considero necesarias ambas cosas: sufrir y divertirse.
- Acabar: no ha habido, por ahora, prueba que no haya terminado.
- Bajar de 2 horas: El tiempo lo basé en estos cálculos: 20 minutos nadando + 5 de transición + 1 hora en bici + 5 minutos de transición + 25 minutos corriendo. Eran los tiempos que, más o menos, había estado entrenando. Si a esto unimos que 2 horas era la marca de los últimos clasificados de los triatlones de los últimos años: objetivo fijado.
Un mes de preparación más o menos concienzuda, truncada en los últimos días por acontecimientos que no vienen al caso, es lo que me marqué como entrenamiento específico para la prueba. No había montado en bicicleta desde el instituto. Menos mal que Tito, de Adventure Bike me dejó una reliquia Cannondale. Nadé 3 días en el mar y otros 3 en piscina. Correr lo llevaba, más o menos, controlado.
Dos días antes del evento me paso por la zona para intentar reconocer el terreno y la imagen que se graba en mi retina es dantesca. El incendio de la Sierra de los Donceles asoló el paisaje, que aún huele a quemado. La foto de abajo está hecha a pié de la carretera. Para rematar el día, casi se me saltan las lágrimas al ver el desnivel desde el pantano hasta la zona de la transición a las bicicletas. Y luego otras rampas infernales hasta el asfalto. Me asusto. Vuelvo sin ni tan siquiera sacar la bici del maletero.
El 4 de Agosto. Día D.
Me planto en Agramón a las 16:30, como la organización ha pedido. Chapeau a todas y cada una de las personas con las que me cruzo. Encantadoras, serviciales, simpáticas y educadas. Así da gusto. Recojo los dorsales y el chip. Cuando me pintan el número con rotulador en el brazo y pierna me siento como Superman. Nos trasladan en autobús al Pantano de Camarillas, dónde comienza la parte de nado. Las bicis van en camiones. Al llegar, saludos a los conocidos y muchos nervios. Finalmente somos 325 participantes, y la amplia mayoría con una pinta de máquinas que asusta: equipaciones profesionales, bicis de competición, 3 pares de zapatillas (para correr, para bici y otras para la transición del pantano), cuerpos depilados y muchos músculos. Me asusto más. Bajamos del bus, coloco la bici en los boxes, preparo el casco, la camiseta y las gafas de sol. Bajo al pantano.
Por fin suena la bocina y comienzo a nadar, el circuito del pantano es triangular, consiste en pasar dos boyas y volver al inicio. Me caen golpes por todas partes, pago la novatada de meterme en el medio y tengo que abrirme hacia la izquierda para no acabar magullado. Poco a poco voy cogiendo ritmo y paso por la primera boya, la amarilla de la foto, entre los 100 primeros (a ojo, claro). De ahí a la segunda voy bien, tranquilo. El problema está a la vuelta, el sol da totalmente de cara y no veo absolutamente nada. Nadar en un pantano tiene su gracia, nada que ver con la piscina, en la que mirando el fondo puedes guiarte. Aquí no. Se me ocurre seguir la estela de otro participante que va a mi ritmo, entre el lodo acierto a distinguir su maillot negro y me concentro en ser su sombra. Al rato comienzo a mosquearme, ya deberíamos haber llegado, pienso. Me paro. Levanto la vista y, maldiciendo, compruebo que nos hemos desviado bastante del grupo. Intento avisarle pero es tarea imposible, así que rectifico la trazada y llego a la orilla perdiendo unos minutos preciosos.
La transición del pantano a las bicicletas es brutal, unos 500 metros de camino de tierra con un desnivel bastante importante. Y yo que pensaba usarlo para tomar aire… Me calzo las zapatillas en la orilla, que son las mismas con las que montaré en bici y correré a pie, y comienzo a subir. Llego al box, busco la mía, me quito el gorro y las gafas de natación y me pongo el casco, la camiseta, los pantalones, las gafas de sol y el dorsal. Estoy empapado y no sé qué porcentaje es de agua y de sudor. Esto es duro.
Monto en la bici. Mis dotes de grimpeur (escalador) son nulas y la primera pendiente, como se puede apreciar en el gráfico es digna del Anglirú. No entiendo mucho de porcentajes, pero es como subir la rampa del garaje durante 2 kilómetros y medio. Además, me enteré luego, el desarrollo de mi montura no está especialmente pensado para escalar, y lo paso realmente mal. Me adelanta mucha gente. Pero no me desanimo y pienso en uno de los consejos que me dieron: no te fundas que esto es muy largo. Regulo.
Continúo lo mejor que puedo hasta cruzar el Río Mundo. Todo es bajada, aunque con pequeños repechos que se me atragantan. Nota mental: practicar más bici para el año que viene. Al llegar al pueblo pienso que ya estoy terminando el tramo, pero no, me queda lo peor: la subida al puerto de Agramón, que se me hace eterno. Por fin, tras una recta interminable y un giro a la derecha, alcanzo a ver el punto en el que damos la vuelta y bajamos de nuevo al pueblo. Ahora sí que me queda un último empujón. Pasar entre las callejuelas de Agramón con la bici se ha grabado en mi memoria para siempre, el pueblo está volcado, se nota en sus gritos, ánimos e incluso caras. Es una fiesta y me han invitado.
Llego a los boxes menos cansado de lo que pensaba, aparco la bici, me quito el casco, giro el dorsal para que se vea por delante (las normas) y salgo a correr.
Comienzo mal, me duelen las piernas y empieza el flato. Regulo, me quedan 5 kilómetros a pie que pueden ser eternos si me quedo sin gasolina, así que bajo el ritmo. Aflojo. Me pasan algunos. Respiro hondo. El flato se va. Aprieto un poco. Poco. El pueblo sigue volcado, las abuelas en las puertas de sus casas nos animan como si fueran nuestros familiares, me siento en volandas y corro un poco más rápido, intentando exprimirme. Ahora sí que voy a darlo todo hasta el final. Un diez para la gente y otro aplauso para la organización, que nos refresca las calles con mangueras, el calor del que todos se quejan es agobiante, aunque para un murciano es casi brisa, todo hay que decirlo. De repente veo la meta. ¡Horror! No puede ser, no llevo ni 12 minutos corriendo cuando diviso el final de mi primer triatlon. Me he debido saltar una alfombra (las que controlan con el chip el paso de los corredores) y he acortado dos o tres kilómetros el recorrido. Ha sido sin querer. Nadie me ha avisado. Llegaré descalificado, pero bueno, no ha sido con mala intención. En el fondo es un placer acabar, las fuerzas me faltan. Aunque sea descalificado, por fin acabaré. El año que viene me fijaré mejor. Giro la calle hacia la meta y… ¡SORPRESA!
Una chica de la organización me grita: «¡Te queda otra vuelta!» mientras me da una pulsera roja para justificar mi primer paso. Dos sentimientos al mismo tiempo: No me descalifican, pero… ¡me quedan dos kilómetros y medio! Saco fuerzas de dónde no quedan y hago el segundo parcial aún más rápido que el primero. Incluso adelanto a algunos corredores. Veo a mi padre. Entro en meta con una sonrisa: 1 hora y 32 minutos.
Estos son los tiempos oficiales:
Natación 0:17:02
Transición 1 05:06
Bicicleta 0:45:29
Transición 2 01:08
Carrera 0:23:48
Total 1:32:33
Aún siendo un tiempazo para lo que me había planteado, acabo en la posición 240 de 325, lo que quiere decir que mi nivel es todavía muy bajo, y el de la prueba en cuestión está mejorando sustancialmente año a año.
Desde estas líneas doy mis más sinceras gracias a Raúl, Lolo, Marisa, Oscar y Pakito. Gracias por sus consejos y por estar ahí. Y en especial a Tito, por tratarme como un amigo de toda la vida. Me quedo sin calificativos.
Acabo con esta foto, la cara es el espejo del alma. Os aseguro que ha sido la mejor experiencia deportiva de mi vida. Muchos fallos de novato, muchas cosas que mejorar, pero lo recordaré siempre.
Y encima cumplí, con creces, los tres objetivos que me había marcado.
El año que viene por debajo de la hora y media..