Diario de un congreso de directivos.

Ayer asistí a mi primer acto «oficial» como nuevo miembro de la junta directiva de ADIMUR (asociación de directivos de la Región de Murcia), el Congreso de Directivos de CEDE (confederación española de directivos y ejecutivos). Nos trasladamos en grupo al impresionante Auditorio de la Diputación de Alicante para disfrutar de diversas ponencias, mesas redondas y otros actos englobados bajo el título «Oportunidades y Riesgos del Directivo en la Sociedad Digital», un tema en el que me siento especialmente cómodo. Como decimos en mi agencia hace años: Estar al día ya no es un valor añadido y las empresas que no realicen pronto el cambio digital se van a quedar atrás muy rápidamente.

Pude sacar buen provecho de las interesantes y productivas intervenciones por parte de personas de la talla de Luis de Guindos, ministro de Economía, Industria y Competitividad, Isidro Fainé, presidente de CEDE y de la Fundación Caixa, Kim Faura, director general de Telefónica en Levante, María Dolores Dancausa, consejera delegada de Bankinter, Helena Herrero, presidenta de HP España, Chema Alonso, Chief Data Officer de Telefónica, Shlomo Ben-Ami, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz, José Luis Bonet, presidente de la Cámara de España y del grupo Freixenet, Tomás Fuertes, el murciano presidente del Grupo Fuertes, Javier Fur, presidente del Círculo de Economía de Alicante, Antonio Garrigues Walker, presidente de honor de Garrigues o Fernando Ruiz, presidente de Deloitte.

Resulta muy curioso ver cómo todo el mundo aplaudía al Ministro, alabado de manera conjunta como persona preparada y formada, que intervino sin leer, sabiendo perfectamente de lo que hablaba, demostrando ser muy convincente. Una pena que los requisitos mínimos para un cargo de esa envergadura sean motivo de sospresa generalizada.

Este Congreso Anual de CEDE se vertebra en torno a unos ejes principales basados en la innovación, la tecnología, las sociedades conectadas, los nuevos clientes y cómo una empresa debe adaptarse a ellos. Tomé el evento como un entrenamiento para las tareas empresariales diarias, la mente también se entrena. La meta no es el objetivo, el camino es lo divertido.

El programa fue paseando por diversas temáticas como la situación y perspectivas de la economía española, los retos para el desarrollo del turismo para los próximos años, la innovación tecnológica para la generación de nuevas oportunidades de empleo, los retos del sistema financiero, el ecosistema empresarial español, el nuevo consumidor y el directivo frente al mundo que le rodea. Todo ello aderezado con pinceladas de la situación económica global y su impacto en nuestro país, sin dejar de lado la ética y los valores que deben estar por encima siempre en esta época del cambio. Algo que no deberíamos olvidar nunca entre tantos tiburones. ¿Se puede ser correcto sin ser prudente?

El Congreso fue clausurado por el mismísimo Rey Felipe VI, al que ya tuve el placer de saludar tras el terremoto de Lorca. Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 22 de Noviembre de 2017

 

 

Descansa en paz, fistro.

Dicen que el humor no tiene lenguaje, no tiene idioma, no tiene sexo ni tiene edad. El humor te atrapa, te rodea, te emborracha y te eleva cuando menos te lo esperas. Hay humor inteligente, humor estúpido, humor previsible, humor negro y humor sin ninguna gracia. También rizando el rizando tenemos el humor mezcla de varios de los anteriores, como ese examen tipo test en el que la respuesta D era la correcta, afirmando que todas las anteriores eran verdaderas. Qué pillín ese profe que usaba siempre este recurso. Qué risas, ¿eh? No.

Las primeras veces que recuerdo reírme de modo consciente fue con Martes y Trece. Esas nocheviejas míticas. Más tarde, en plena adolescencia, un amigo me contaba que otra pareja lo estaba partiendo, eran raros y de primeras costaba cogerles el punto, pero luego, joder luego, estos tíos marcaron un antes y un después: Faemino y Cansado con su hombre impuntual, Kierkegaard, el subiditas y un eterno repertorio «Orgullo del Tercer Mundo» que por mucho que vuelvas a ver te volverás a desternillar. Redescubrir los chistes de Eugenio que aún disfruto alguna vez. El Informal y sus doblajes de películas con el enorme Florentino Fernández. El desparpajo e incorrección de Ignatius Farray (envidia poder decir muchas veces las burradas que dice mi tocayo) o la murciana Raquel Sastre, ejemplo de «humor del negro». Un puesto de honor debería tener “Una altra cosa” con Edu Soto, Buenafuente y Pasalacabra. Cierro con el podio, los manchegos de Muchachada Nui, La Hora Chanante o Smonka. Estos tíos han tocado el cielo en mi opinión, y será por la tierra y por la sangre, pero su humor me vuelve loco, sus imitaciones son verdaderos clímax: Ahmadineyad, Bono, Lars Von Trier, Donald Trump… Solo de recordarlos me da la risa. Corre a YouTube y desconecta un rato.

Ahora también tenemos risas a diario con algunas cuentas de Twitter que debo reconocer que merecen saltar de los 140 caracteres (ahora 280) a algún escenario en el que se ganarían la vida mejor que la basura que suele poblarlos.

Y luego está Chiquito de la Calzada. Quizá con la gran diferencia de haber ideado un lenguaje propio, imitado hasta por Mariano Rajoy. Quién no ha llamado «Pecador de la pradera» a su compañero de piso, quién no ha soltado un «¡Jarl!» en un momento dado. Quién no ha usado un «No puedoorrll» incluso más veces de las que podría recordar. La gracia de Chiquito es que cuando salía al escenario te pillaba descolocado: un tipo normal, con su traje de chaqueta y esa pose de abuelo despistado. Te pillaba descolocado y entonces te desmontaba. Y mira que hace años. Luego pasó el tiempo y cayó en un olvido que ahora queremos saldar con homenajes cutres, en columnas como esta. Chiquito, reconozco que ya no me acordaba de ti, pero tu muerte ha servido para desempolvarte, para volver a disfrutarte y para desearte un: «Descansa en paz, fistro».

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 15 de Noviembre de 2017

 

Puentes, puentes, puentes.

Iba a comenzar esta columna con un rollo metafórico. Algo así como si tal idea congenia con esta otra o si este pensamiento en principio solitario hará saltar la chispa del que realmente quiero transmitir. No tengo la capacidad literaria suficiente para ello y me arriesgo sin duda a no ser entendido convenientemente. Por ello cambio el tercio y voy a enumerar directamente algunos de los puentes más importantes de mi vida como introducción al último párrafo. Todos los he cruzado. Todos los recomiendo. Todos tienen su historia.

Comienza el periplo con mi primer viaje al extranjero y el Pont Neuf (puente nuevo) de París, paradójicamente el más antiguo de la capital francesa al que he vuelto siempre que regreso a la Ciudad de la Luz. Seguimos en Portugal con el más largo de Europa, el Vasco de Gama en Lisboa. Sin salir del país vecino no hay que perderse la obra de un discípulo de Eiffel, el Don Luis I en Oporto, ciudad que cuando visité, en plena decadencia cuajados los años noventa, daba incluso algo de miedo. De Dublín el Ha’penny Bridge (puente del medio penique) y en Berlín hay que pasar por el de Friedrichs (con la imponente torre de comunicaciones y emblema urbano de fondo). Siguiendo la ruta por Europa central, de Ámsterdam escojo el curioso Magere Brug (puente estrecho) y aporto dos más de otras ciudades holandesas, Nijmegen y Arnhem: el de la Operación Market Garden en la Segunda Guerra Mundial y el exclusivo para bicicletas que me enamoró este verano.

Continuamos en Europa donde cinco construcciones destacan en mi opinión sobre el resto: el fantástico y fantasmagórico Karluv Most (puente de Carlos) en Praga, el mítico Rialto de Venecia, el inigualable Tower Bridge de Londres, el entrañable Ponte Vecchio en Florencia y el húngaro de Las Cadenas que abrazan Buda y Pest. Cruzando el charco me quedo con las tres joyas neoyorquinas: el de Brooklyn (la más típica estampa de la capital del mundo), el de Verrazano – Narrows (punto inicial del maratón de esa ciudad) y el de Manhattan (especialmente recomendable su visualización a través de los edificios cercanos).

De vuelta a España la oferta es inmensa, a veces no sabemos lo que tenemos aquí mismo. El puente de Isabel II en Sevilla, más conocido como el de Triana, en la ciudad (me disculpen) más bonita de España, el de Piedra en Zaragoza, que tantas veces he cruzado corriendo bajo un cierzo salvaje, el Viaducto de Segovia en Madrid, sobre todo visto desde abajo y de noche, el inmenso puente de Rande en Vigo y el de La Salve junto al Guggenheim de Bilbao. Y a tiro de piedra, nunca mejor dicho, el de Vizcaínos en Yeste, estilo Indiana Jones y el Puente de Hierro en Murcia, muy cerca de donde nací, donde me crié y donde actualmente vivo. Posiblemente el puente que más he atravesado en mi vida.

Los puentes unen personas, enlazan ideas, fusionan ciudades. Quiero puentes en mi vida, quiero construirlos, quiero cruzarlos y llegado el caso, por qué no, quiero destruirlos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 8 de Noviembre de 2017

 

 

 

Rodeados de muertos.

Hasta que murió mi abuela no era yo de visitar cementerios. Me daban ese repelús que dan las cosas que te rodean pero no quieres tener cerca. Esas cosas que conforme creces vas temiendo entender pero te haces el loco para no afrontarlas. Desde pequeños la muerte se trata como un negro tabú generando un innecesario miedo, una angustia incontrolable. Qué diferente México.

Recuerdo agobiarme sobremanera elucubrando sobre la posibilidad de que mis padres murieran antes de tiempo. Y ahora a mis hijos les pasa lo mismo. Debe ser algo genético, instintivo, porque a fuerza de golpetazos la muerte entró en mi casa con nervio hace unos años y aún así no te acostumbras nunca. Ni nosotros los adultos, ni mucho menos los niños. Quizá cuando ya la ves venir directa y decidida a por ti la cosa cambia. Quizá no. ¿Cómo saberlo?

En poco tiempo se nos murió mucha gente, familiares cercanos, demasiado cercanos incluso. Y mis hijos preguntaban. ¿A los muertos les salen alas? ¿Y les duele cuando les salen? ¿Y les sale también pico como a los pájaros? Y es que la muerte atormenta siempre. Porque cada muerte es diferente y para eso no está uno preparado nunca.

Hasta hace bien poco no entendía que la gente acudiera a los cementerios. La parafernalia del negocio de la muerte me generaba un rechazo tremendo. Siempre pensé que cuando muriera querría que se deshicieran de mí lo más rápido posible, sin dejar rastro. Y que la huella que dejara en vida fuera mi legado. Sólo morimos cuando ya nadie piensa en nosotros. Pero como en tantas otras cosas mis gustos han cambiado. Ya escribía en esta misma columna hace unos meses que antes de los cuarenta iba a hacer todo aquello que siempre había criticado. Pues venga, otra muesca al revólver de mis incongruencias. Y eso que ya los he cumplido.

Visito mucho a mi abuela en su tumba. Y la tranquilidad que me transmite no es de este mundo. ¿Cómo iba a serlo? Cuando muere alguien al que estabas tan unido en vida el vínculo no se rompe nunca.

Por eso es triste vivir rodeados de muertos, de personas que no tienen vida. Desechar lo que no te sirve y enfocar lo verdaderamente importante es otra de las lecciones que nos dan los ausentes. Y mi abuela me lo recuerda cada vez que me siento un rato a hablar con ella. Si alguien me viera: un escéptico como yo charlando con la cálida inscripción en el frío mármol de un nicho. Y saliendo de allí invariablemente con las pilas puestas. Puestísimas.

Porque al otro barrio te llevas lo que no pesa, los lazos que estás entretejiendo en vida para no morirte nunca del todo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 1 de Noviembre de 2017

 

 

Un mundo por el que moverse.

La calle está llena siempre, en la ciudad que quieras, en el país que quieras, en el continente que quieras. Cierra los ojos y vuela. Recuerda los mejores momentos que has vivido a lo largo de tus viajes. En tus memorias siempre hay gente, mucha gente.

Ahora ábrelos y mírate. Apuesto a que has llegado en coche al lugar en el que ahora mismo estás leyendo esto. Saliste de tu casa esta mañana y para recorrer la pequeña distancia que te separa del trabajo te has metido en un contaminante amasijo de hierros y has tardado y gastado tanto o más de lo que tardarías o gastarías andando. O en bici.

En tus memorias no hay atascos.

La calle está llena siempre y tú te lo estás perdiendo. Te estás perdiendo la vida metido entre cuatro latas que emiten un humo infernal y usas mucho más de lo necesario. Tienes que hacer la prueba, seguro que ya no vuelves. El coche sólo para los fines de semana.

Ir al trabajo en bici te abre la mente y es el complemento perfecto para un trabajador completo, feliz y, como acaba de salir demostrado en un estudio de BMJ Open, menos estresado en estos agobiantes días en los que nos movemos en nuestras ciudades. Ya tenemos bastante agonía laboral habitualmente en nuestras oficinas como para salpimentarlas a la hora de transportarnos de un lugar a otro.

Los beneficios son enormes a nivel personal y comunitario. Mejora tu salud, te pones en forma, no contaminas, no generas atascos, haces la ciudad más limpia y disfrutable para el resto de los ciudadanos, sobre todo para los niños y mayores. Y si todo esto no te convence, además te ahorras una pasta en gasolina, parking, seguros y tiempo perdido.

Hay un mundo que oler, que tocar y por el que moverse.

Sal a por él.


Nacho Tomás
Director de N7
Agencia de comunicación y marketing online
Colaboración para la revista Alicante Fashion Week AFW
Octubre 2017

 

 

¿Lejísimos?

Para dormir al raso hace falta irse lejos, muy lejos. Por ello tuvimos que salir el sábado muy pronto, un viaje interminable en coche con infinitas curvas y mis hijos preguntando a cada minuto «Papá, ¿cuánto falta? Mi mujer conduce, yo les voy tranquilizando al tiempo que planeamos la excursión. Nos vamos de acampada con unos amigos y muchos niños más. Doce adultos y trece niños. Veinticinco personas buscando un lugar dónde dormir juntos al aire libre y comer con «tupers» compartidos y bocadillos variados. Sin cocina. Sin agua. Sin aseos. ¿Lejísimos?

Para sentirse rodeado de animales nocturnos, zorras, jabalíes, búhos y otra variada fauna hace falta irse lejos, muy lejos. Al fin llegamos y tardamos una eternidad en montar la tienda de campaña prestada. Somos muy de campo, pero lo de dormir en el suelo es otro cantar. Hacía fácil veinte años que no me metía en un saco sintiendo la tierra bajo los riñones. Los niños emocionados no, lo siguiente, construyeron entre las piedras un castillo imaginario con almenas, calabozos, aldea y reyes y princesas y malos consejeros. Cazaron abejas, arañas y hasta una mantis religiosa. No ducharse en dos días siempre es motivo de alegría para los enanos. Y para los mayores, qué demonios, cuando no hay más opción que las toallitas, el desodorante y el lavado del gato. ¿Lejísimos?

Para no tener cobertura en tu móvil, dejándolo en la tienda sin ni tan siquiera mirarlo, hace falta irse lejos, muy lejos. Pasamos junto a un abandonado hospital de tuberculosos, recorrimos el sendero de que se interna en el bosque, cruzamos un puente colgante y vimos la huella de un dinosaurio. Hicimos «fuego» de campamento con un «chistófano», los niños cantaron canciones y los mayores tomamos gintonics. Todos contamos historias. Sentimos el vendaval en mitad de la noche, oímos ruidos que dan miedo y escuchamos cantar a las copas de los árboles. No pegué ojo entre las sombras pero mereció la pena. ¿Lejísimos?

Para llegar a este lugar perdido del mundo, rodeado de perpetuos árboles y con montañas que superan los mil quinientos metros de altura hace falta irse tan lejos como a Sierra Espuña, a escasos tres cuartos de hora de viaje desde cualquier punto de la Región de Murcia. Un lugar rodeado de magia, la naturaleza en estado puro a un parpadeo de nuestros hogares. El nirvana si te gusta el senderismo, la escalada, la bicicleta o simplemente pasear. El paraíso que a punto estuvo de convertirse en desierto si la mano de Ricardo Codorniú no lo hubiera impedido. Sí, el de la estatua bajo el ficus de Santo Domingo y abuelo de Juan de la Cierva, el inventor del autogiro. Para que luego digan que no es importante la educación que damos a nuestros vástagos en casa.

Sierra Espuña, un lugar que tenemos tan cerca que no lo conoce casi nadie.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 25 de Octubre de 2017

 

 

 

La vida empieza a los cuarenta.

Hace cinco años crucé en Agramón la meta de mi primer triatlón. Me tuvieron que prestar una bici y terminé casi arrastrándome el doscientos y pico de trescientos participantes. El sábado pasado por fin subí a un podio. La guinda a una evolución lenta pero segura de la mano de Jorge, mi hermano y entrenador, que saca petróleo a mis escasas cinco horas semanales de entrenamiento.

Tenía una corazonada para este Triatlón de Guardamar, marcado en rojo como gran objetivo de la temporada. Los que me conocen saben que iba en serio, convencido de que había llegado el momento. Suena a cursilada pero visualizarlo a diario durante semanas se convirtió en una pequeña obsesión que compensó la mezcla de lesiones, muchísimo trabajo, parones y priorización de otras facetas de mi vida durante este año. Toca tirar de fuerza mental, especialmente en competición. Los hay que con un dorsal se acojonan, a mí me pasa justo lo contrario.

Afronté la prueba con confianza. Convencido de que, aunque no era mi distancia favorita, el formato me beneficiaba: Contrarreloj (salidas individuales cada veinte segundos) sin drafting (prohibido ir a rueda). En mi opinión de esta forma se premia al triatleta más equilibrado en las tres disciplinas. No es tan decisivo ser buen nadador o pillar un buen grupo en bicicleta. Aquí vas solo, sin más referencias que tu respiración y tu pulso.

Llegué convencido de mi buen momento nadando y un gran pico de forma en bici, aunque muy justo para la carrera a pie, por lo que tendría que exprimirme aún más en el agua y dando pedales. Y vaya si me exprimí: gran natación y maravilloso sector en bicicleta. Luego cambió la cosa y tocó sufrir corriendo a unos ritmos peores de lo esperado. Iba cayendo en picado kilómetro a kilómetro hasta que recordé aquellos fatídicos cuatro segundos que me dejaron sin podio la vez que más cerca antes había estado. Apreté los dientes y esprinté más que nunca en mi vida. Por la cabeza desfilaban pensamientos contrarios: «Si no lo consigo me retiro del deporte» o «Nacho, si pillas metal te dejas el triatlón». Curioso cómo funciona el cerebro rondando las doscientas pulsaciones por minuto.

Lo malo de este formato es que cruzas la meta y no sabes nada. Silencio. No alcé los brazos como suelo hacer. El resultado final aguanta escondido hasta que terminan todos. Y la espera se hace eterna. Ducha, hidratación, recoger material. ¡Y sorpresa! Por únicamente 39 segundos conseguí la tercera plaza de mi grupo de edad en el año del estreno en la categoría de veteranos. Un podio compartido con dos fueras de serie como Mateo Pesquer (campeón del mundo de acuatlón) y Moisés Vidal (ganador de varios Ironman).

El único borrón del día fue que no pudieron acompañarme mi mujer y mis hijos. Pero quién sabe, quizá vuelva a subir al cajón más adelante pues como dice la camiseta que nos regalaron a los amigos de la quinta del 77: «Life begins at forty.»

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Octubre de 2017