¿Hay alguien ahí?

Si miras una noche de verano al cielo estrellado, me refiero a una de esas veces que se te cae encima, te sentirás pequeño, muy pequeño. Y eso que sólo se ve una minúscula parte de las estrellas que contiene nuestra galaxia, la Vía Láctea, una de las infinitas que componen el cosmos. Se estima que hay unas 10.000.000.000.000.000.000.000.000 de estrellas. He querido poner todos los ceros de 10 elevado a 24 para que el numerito impacte aún más. Hay más estrellas allá afuera que granos de arena en todas las playas del mundo.  ¿Cómo es posible entonces que no se haya desarrollado vida inteligente en ellas? Bienvenidos a la paradoja de Fermi.

Soy de los que piensan que sí hay otras vidas en otros mundos, pero no hemos conectado todavía a saber por qué. Investigando las causas científicamente posibles, obviando caza ovnis, charlatanería barata y conspiranoicos existen varias teorías al respecto, expuestas entre otros por investigadores de la talla de Carl Sagan o Neil deGrasse Tyson.

Puede que haya civilizaciones tan avanzadas que no seamos capaces ni de intuir su existencia. Imagina un hormiguero con sus pequeños habitantes y estructura social perfectamente establecida, excavado arduamente con sus patitas unos centímetros bajo tierra, justo debajo de un aeropuerto internacional con intenso tráfico diario de aviones. Si las hormigas no entienden lo que es el asfalto o las señales de las pistas, ¿cómo van a comprender siquiera lo que es un avión o las motivaciones humanas para usarlo en un viaje transoceánico? Si sólo un 2% de diferencia de nuestro ADN con el de los chimpancés nos permite ser infinitamente superiores a ellos, imagina una diferencia del 50% en la misma dirección de inteligencia hacia otra especie superior a nosotros.

Otra opción es que aún no hemos tenido la suerte de coincidir en el preciso instante necesario para poder entendernos, no sólo a nivel temporal sino tecnológico y conceptual. ¿Y si estamos recibiendo señales pero los emisores “hablan” mucho más rápido o lento que nosotros? ¿Qué pasaría si necesitan 100 años para decir sólo “hola”?

Imagina que un investigador de los setenta aparece en una ciudad actual a las tres de la mañana y saca su radio para establecer contacto. Fracasaría estrepitosamente, porque no captaría el wifi o el bluetooth por el que nos estamos comunicamos actualmente y pensaría que no hay nadie cuando la ciudad está a rebosar. Y solo han pasado treinta años.  Recapacita ahora en escala cósmica. Cuando los pies se te llenen de arena en la playa. Cuando veas un hormiguero.

Mis devaneos sobre la existencia de Dios suelen discurrir por estos complejos caminos astronómicos. Pero de poco vale torturarse, haya vida extraterrestre o no… ¿Qué tal si mejor nos centramos en ser felices en la nuestra?

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 14 de Marzo de 2018

 

 

No tengo yo la suerte

A nivel personal no tengo yo la suerte de saber disfrutar de momentos de relajación tirado en el sofá. Sólo los nerviosos extremos entenderán a lo que me refiero. La inexorable necesidad de tener que estar haciendo algo. Siempre. Continuamente. Me obsesiona la idea de perder el tiempo. Lleno la jarra de agua mientras pongo la mesa, controlando con el rabillo del ojo que no rebose. Caliento la leche en el microondas jugando a cargar el lavaplatos en ese rapidísimo minuto. Me lavo los dientes poniéndome el pijama y soy capaz de secarme el pelo, atándome los zapatos mientras me visto. Algunos intentan convencerme de los beneficios de la relajación, el yoga y todo eso que veo tan cercano como la fisión nuclear. Lo he intentado una o dos veces con fracaso estrepitoso. No valgo para descansar y eso al final pasará factura. Pero es superior a mis fuerzas. Envidio a los que se quedan embobados mirando al infinito, absortos en su rica vida interior.

A nivel laboral no tengo yo la suerte de saber desconectar. Iba a escribir «poder». Mira, ya es un paso. Me despierta gran curiosidad saber qué sentirán aquellos a los que se les cae el boli a las tres de la tarde y no lo cogen hasta las ocho de la mañana del día siguiente. Esos que pulsan Inicio y Apagar su ordenador varias veces por semana. Tampoco tengo la suerte de respirar hondo y pensar que los marrones en el trabajo pasarán por arte de magia. Todo lo contrario, los llevo encima hasta que se arreglan. No acepto una cosa a medias, no dejo un correo sin responder y devuelvo las no pocas llamadas que recibo de números que no tengo guardados. Envidio a los que los viernes dicen «hasta el lunes».

A nivel psicológico no tengo yo la suerte de saber hacer de tripas corazón. No sé tener «tragaeras», como dice mi madre. No sé dejar pasar ciertas cosas. No soy de los que sufro por dentro esperando que el tiempo las ponga en su lugar. No tengo sangre fría, me parece algo incluso mitológico de lo que quema la mía. Porque cuando tengo que decir algo lo digo en el momento. Cuando creo que debo hacer algo lo hago en el momento. Quizá muchas veces antes de lo adecuado. De decir o de hacer. Envidio a los gánster y sus frías venganzas. Las mías, de llegar alguna vez, se servirán ardiendo.

No tengo yo estas suertes en estos niveles y aún así me considero una de las personas más afortunadas de este mundo. Un completo Lucky Man, como decía Richard Ashcroft en el inmenso Urban Hymns de The Verve.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Marzo de 2018

 

 

España según Google

He estado un buen rato dándole vueltas al título de esta columna. Normalmente lo primero que hago es pensar en un tema, me sale una frase rápida para poner como cabecera a la redacción y me lanzo a escribir. Pero hoy ha sido diferente, he dudado hasta el último momento si debía ser como puedes ver ahí arriba o mejor al revés: “Google según España.” La verdad es que aún no tengo claro si el orden de los factores altera en este caso el producto, lo deja parecido o no tiene nada que ver una cosa con la otra.

El caso es que en el pasado 2017 lo que más buscamos los españoles en Google fue lo siguiente: Cataluña, Atentado Barcelona, Bimba Bose, Puidgemont, Ángel Nieto, Eurovisión, HBO, Carme Chacon, iPhone 8 y Despacito. En este orden. Una buena radiografía de la situación actual, ¿no?

Pero antes de sacar precipitadas conclusiones, vamos a analizar el mismo ranking en los dos años anteriores. En 2016: Juegos Olímpicos Río, Eurocopa, Pokemon go, iPhone 7, Elecciones EEUU, Donald Trump, Diana Quer, Eurovision, David Bowie y La Veneno. En 2015: Gran Hermano, Eurovisión, Supervivientes, Elecciones, La Voz, París, Charlie Hebdo, Eurobasket, Jurassic World y Elecciones Municipales. La cosa se va clarificando, ¿no?

Echar la tarde en Google te permite encontrar joyas enormes. Puedes, por ejemplo, analizar las preguntas más habituales que se lanzan a este buscador que por momentos debería cobrar un extra de psicólogo-psiquiatra-colega de barra de bar.

Desde las superficiales: “cómo ser popular”, “qué hacer cuando estás aburrido” y “cómo ser guapa” hasta las más pragmáticas: “cómo evitar la caída del cabello”, “qué pasaría si no hubiera Luna” y “cómo saber si me roban el wifi”. Todas ellas pugnan en el escalafón de lo más buscado en los últimos años con otras perlas estilo: «qué es hacer la cobra», «cómo hacer torrijas» y «qué es la CUP».

Si somos lo que preguntamos no hay duda que el internauta español es morboso por naturaleza (varios muertos en las listas) y zoquete por antonomasia (telebasura a cascoporro). Tampoco hay duda de que Steve Jobs estaría orgulloso de nosotros. Justo lo contrario que cualquiera de los responsables de educación y cultura nacionales que hemos tenido en nuestra joven democracia.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 28 de Febrero de 2018

 

 

Sentido propio

Volvemos a casa conduciendo desde el quinto pino en un coche alquilado con la música a toda pastilla. Hablando de lo bien que ha ido todo, de lo cansados que llegamos siempre como precio a pagar, de cómo ha evolucionado nuestra idea en estos últimos años. También de lo bien que lo pasamos juntos. Qué suerte y qué necesario. Y ya estamos pensando en la próxima parada, en unas semanas volvemos a la carga en otro punto de España. Es el momento. Hace diez años no teníamos la capacidad y dentro de diez no tendremos la fuerza. Que siga.

Van fluyendo todo tipo de estilos desde mi móvil hacia los altavoces del automóvil, a través de ese maravilloso invento llamado Bluetooth, dicen que en honor a un navegante que conectó diversas tribus vikingas, unificándolas.

Suena la M.O.D.A. Son la última sorpresa musical que he descubierto gracias a esa genial lista conjunta en Spotify llamada (supéralo) “Escucha esto”. Letras gloriosas e instrumentos extraños, mezcla de intensidad épica y rollos celtas aderezado con una de las voces más originales que he escuchado nunca. La Maravillosa Orquesta del Alcohol es el curioso nombre oculto en esas iniciales. Por deformación profesional me da por pensar que no les pega nada. Voy divagando en otras hipotéticas opciones de branding para el grupo cuando mi tocayo me propone parar a tomar algo. Un par de refrescos y unos cacahuetes. Lujo asiático siempre.

Entonces la historia se sigue hilando por sí sola. Se acerca un hombre a la barra en la que nos hemos acomodado y pide algo para su mujer y su hija de unos cinco años, que están en una mesa, sentadas, esperándole. Sus movimientos son raros y veo que quiere decir algo por gestos al camarero. No es que sea curiosidad, que también, lo tengo en línea recta, justo detrás de mi colega, así que sigo atento la extraña situación. Por fin encaja todo, ha pedido un par de dedos de whisky para mezclar su Coca-Cola sin que se entere su familia. Me quedo atónito inicialmente. Qué pena. Perplejo más tarde, cuando le veo coger las llaves del coche y arrancarlo con todos dentro, camino a su destino. A su perdición. Podría haberle dicho algo, pero no fui capaz. Ahora me arrepiento aunque de poco iba a servir, también es verdad.

Entre los abismos mentales más profundos debe encontrarse el autoengaño. Seguro que tiene un espacio en propiedad allá abajo. Baja y baja. No digo que mentir a los demás esté bien, que está fatal, pero hacerlo a uno mismo roza lo patológico. Y lo hacemos a diario casi todos. En mayor o menor medida. Deberíamos mirárnoslo.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 21 de Febrero de 2018

 

 

Una hora sentado

Lo he hecho. Típica mañana de lunes que te pasa por encima. Basta. Me he visto con fuerzas y he salido corriendo. Sin mirar atrás y dejando el móvil en la mesa de la oficina. A lo Fernando Fernán Gómez. Con más ganas que intención me he sentado en la terraza de una cafetería en una céntrica calle de mi Murcia. Tan cercana y cada día más lejos.

He decidido ganar una hora de mi vida. Ganar tiempo es más de una vez perderlo. Tres cafés tomando notas mentales de lo que veo. Trescientas personas.  Hojeo el periódico y miro con descaro a los transeúntes oculto tras mis gafas de sol de espejo. Ojeo el periódico y me propongo profundizar en la cantidad de desinformación que nos llega cada día. Leo que «una prenda se usa en promedio sólo cuatro veces» y me miro los gastadísimos vaqueros con una cara mezcla de sorpresa y de desencanto con la raza humana.

Desde mi privilegiada posición veo venir a la gente desde lejos. Con suficiente tiempo para analizar sus movimientos al menos un rato. Y sin que sea esto un experimento sociológico me atreveré a dar porcentajes estimados de las personas que he examinado: Todas han mirado el móvil en este corto trayecto. Bastantes andaban en solitario. Muchas llevaban bolsas con, supongo, compras recientes. Casi nadie paseaba, iban directas a algún sitio, sólo hay que fijarse en cómo cambia el gesto de la cara y la mirada de unos y otros. La mayoría de los que iban acompañados no sonreían. Un par de despistados han estado a punto de tropezarse y me ha parecido ver a una chica llorando. Menudo panorama. Tengo que repetir esto una tarde, con niños, quiero convencerme de que el espectáculo será distinto. Los adultos no tenemos remedio.

La vida pasa chascando los dedos por delante de nuestras narices y nos empeñamos en estar siempre ocupados. Nos llama pero estamos comunicando. Parece fría pero si te acercas calienta. Pongamos otro leño y juntémonos un poco. Tras el invierno siempre llega la primavera pero el que puede que no llegue a la siguiente estación eres tú, así que cuelga y aprovecha lo que tienes delante.

Entonces he sentido un fogonazo, me he quitado las gafas mirando al cielo y he visto un Tesla descapotable de color rojo surcando el firmamento con Bowie sonando a toda pastilla. Me ha venido a la cabeza su papel en «El truco final»  y me ha quedado por fin claro que los únicos magos aquí somos nosotros, los seres humanos. Saquemos las varitas mágicas. Ganemos tiempo. Perdiéndolo si es necesario.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
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Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 14 de Febrero de 2018

 

 

Mensajeros, alergias y copilotos

A menudo cuento una graciosa anécdota que sufrí cuando un mensajero me entregó los billetes de un avión media hora después de la hora de salida. Eran otros tiempos, los «pasajes» se compraban por teléfono y te los entregaban físicamente en mano. En una semana como la que me viene, donde se me ha acumulado trabajo en media España, me da por pensar en cómo demonios se podían organizar en el pasado las personas que se movieran tanto como yo. Bueno, realmente ha sido culpa mía, que aprovechando actos y eventos a los que acudo en unos y otros sitios, añado reuniones de trabajo en lugares cercanos. Esto de vivir en una esquinita es lo que tiene: o matas varios pájaros de un tiro en los desplazamientos o vives viajando. Y más si tienes alergia a conducir, como el que escribe estas líneas.

Si nada falla saldré el jueves de Murcia en el Altaria dirección a Madrid, el viernes un AVE a Sevilla y el sábado vuelvo a casa en coche desde la capital andaluza. El lunes me desplazo de nuevo, esta vez a Alicante en autobús para volar a Bilbao. Desde allá en transporte compartido hasta Vitoria. Al día siguiente otro coche compartido, si tengo suerte, dirección San Sebastián terminar esa misma tarde cogiendo un avión de vuelta a Alicante, haciendo antes escala en Barcelona y poder llegar casi de madrugada a dormir el miércoles de nuevo en Murcia. ¿Tremendo eh? Pues no lo es tanto si tienes abiertas las páginas web de Google, de varias aerolíneas, las operadoras de tren y autobús, la agencia de reservas de hotel y el portal de compartir coche. Un inmenso rompecabezas que con algo de experiencia tardas en resolver pero al final resuelves. Y luego lo vuelcas todo al móvil sin gastar ni un papel.

En días como este agradezco eternamente disponer de estas nuevas plataformas que promueven estos diferentes movimientos, que facilitan este trabajo de locos que algunos tenemos de manera que podamos gestionar por nuestra cuenta las agendas de transporte de una manera eficaz y eficiente. Para continuar viajando. Para continuar viviendo.

Y ahora imagino una semana así de complicada laboralmente en, por ejemplo, los ochenta. Y visualizo a aquellas personas que se recorrían la península de cabo a rabo a través de unas carreteras a años luz de las que podemos disfrutar ahora, sentados en unos vehículos que nada tienen que ver con los que actualmente circulan por las mismas, ni en seguridad, ni en comodidad, ni en conectividad. Sin móvil y con la Guía Campsa como fiel copiloto. En el fondo era romántico, eso seguro. Deberíamos probarlo.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 7 de Febrero de 2018

 

 

 

Letras desde Barcelona

Cada pocos años aparece alguien que destaca en su parcela. Cada muchos años aparece un genio. Cada muchos siglos se juntan varias mentes portentosas en el mismo momento espacio temporal. Plumas que, reconozco encantado, me generan envidia. De la mala, sí.

Sumemos sus cabezas y dejaremos a la altura del betún a cualquiera. A cualquiera que intente escribir, como el aquí presente, o a cualquiera que intente leer con imaginación y frescura. Textos que bailan libres, que encajan como ese puzle que en el dibujo de la caja parece fácil y cuando intentas montar te ríes por no llorar.

Con temática diversa y un denominador común: hacerte sentir, que se dice pronto, ya sea con sus libros o columnas, escuchando uno de sus poemas o una de sus canciones. Algo debe tener Barcelona que cataliza talentos de este tipo. Bueno, un murciano se ha colado en la lista, aunque ahora esté viviendo por allí. Por aquí más bien, porque desde el aeropuerto de El Prat me ha dado por pensar en ellos.

Eduardo Mendoza trapicheando con Onofre Bouvilla en «La ciudad de los prodigios», protagonista de «Una comedia ligera» mientras es perseguido por el archifamoso detective sin nombre de «El laberinto de las aceitunas» en plena «Riña de gatos» un día más «Sin noticias de Gurb». La historia hecha disfrute.

Enric González tramando historias de todos los colores, ciudades y deportes, de paseo por Roma, Nueva York o Londres pensando en Calcio. Ensayos que combinan a la perfección con el disfrute que producen cada una de sus señoriales intervenciones como corresponsal u opinador político en los principales diarios nacionales. La palabra hecha arte.

En el lado opuesto tenemos al prolífico y ácido Juan. Me voy a permitir tutearle porque tuitearle ya lo hago. Juan Soto Ivars es miembro del consejo asesor de Fundeu. ¡Un murciano! Hablar no sabremos, pero… ¿qué apostamos escribiendo? Sus columnas serán algún día expuestas en los tablones de anuncios de las facultades. Aquí un fan declarado de sus «pajilleros de la indignación.» Buscadle. De nada.

Acabo con Manolo García, barcelonés de la Sierra del Segura, posiblemente el mayor poeta musical que haya dado nuestro país. Que me perdonen los herejes. Y lo meto aquí por sus letras, en solitario sus músicas nunca fueron lo mismo. Ya me entienden. El Último de la Fila creció con nosotros. Tejió sus textos cosiéndolos a nuestras mentes. Para siempre quizá.

Sus letras nos sobrevivirán, como esas mil vidas grises de gente gris.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 31 de Enero de 2018