El antídoto

Lo único cierto en la vida es que estamos de suerte. Continuamente.

Respiramos. Pensamos. Decidimos. Controlamos nuestros instintos más primarios. Elegimos. Andamos. Paramos. Continuamos. Un sinfín de actos reflejos que nos llenan el día sin que nos paremos a pensar en ello.

Pasé un puñado de meses de mi adolescencia en un centro para discapacitados intelectuales. No voy a entrar en la manida discusión de aquella época: que si la mili (el servicio militar obligatorio que los abueletes como yo teníamos que cumplir) te hacía más hombre o menos que la objeción de conciencia. O incluso más machote aún de los que a base de prórrogas consiguieron sortear aquella situación. Sea como sea, nadie será capaz nunca de discutirme que aquel periodo me transformó como persona. Ver todo lo que puedas imaginarte de primera mano, las situaciones más profundas del ser humano. Sintiendo en cada momento la profesionalidad de los cuidadores y la sobriedad de los familiares. Su elegancia, mi impotencia.

Iba desde casa a aquel lugar en el mismo autobús que ellos y conservo tanto hilarantes anécdotas como momentos de tensión y agonía. Lo mío era temporal, acababa mi jornada y salía disparado a la universidad a estudiar. Ellos se quedaban allí. Sus padres se quedaban allí. Sus amigos se quedaban allí. Sus vidas se quedaban allí. Y allí siguen.

Lo mío era temporal, acabó mi prestación pero el poso siguió dentro, madurando. Continúo cruzándome con algunos por la calle y nos seguimos reconociendo. Mantengo de aquel trayecto vital recuerdos imborrables. Físicos y sobre todo psíquicos. Qué etapa más reconfortante. Cuántas lágrimas. Cuánto aprender. ¿Cómo es posible que unas miradas tan perdidas consigan transmitir tantísimas emociones?

Hoy he pasado la mañana en un hospital. La sala de espera en la que me ha tocado hacer tiempo estaba junto a la entrada de la zona de salud mental y he revivido prácticamente todas aquellas sensaciones.

De todas las maldades que nos rodean en el mundo, pocas me dejan tan destrozado como las personas con este tipo de problemas. No sabemos la suerte que tenemos. El antídoto a cualquier mal trago en nuestras vidas al alcance de la mano. En los ojos de cualquiera de estos enfermos.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
20 de junio de 2018

 

 

De continentes y maratones

A veces la mejor manera de sobrellevar una lesión es fijarse un objetivo a largo plazo. Qué digo largo, larguísimo. Y siempre es bueno hacerlo en grupo. Quedan casi dos años para la próxima etapa deportiva que he marcado a fuego en mi calendario. Miedo me da pensarlo viendo cómo tengo las rodillas actualmente: a la rotura hace poco del menisco izquierdo se ha sumado la misma avería en el derecho. Serán los cuarenta o será lo que sea, pero estoy jodido deportivamente hablando. Es curioso cómo el cuerpo puede acostumbrarse a pasar tan rápidamente de entrenar todos los días (incluso muchas veces doblando) a no hacer nada de nada durante semanas. Los kilos vienen tan rápido como las ganas se van. Por eso es ya momento de visualizar, de continuar la recuperación con un puntito más o esto se me va de las manos. Para colmo se ha juntado el hambre con las ganas de comer: Un volumen de trabajo bestial colándose por todas las rendijas del día a día. De septiembre no pasa, cada cuatro años toca priorizar, lo veo venir.

Pero volvamos a los objetivos. Tokio es uno de los míticos “6 Majors” internacionales junto a Boston, Londres, Berlín, Chicago y Nueva York. Tres maratones en América, dos en Europa y uno en Asia. Realmente no me atrae demasiado hacer los seis, pero de uno por continente sí que no pasa. En 2014 fuimos a NYC y en 2015 al de Alemania, en 2020 no podemos faltar a la cita japonesa que además será sede de los Juegos Olímpicos.

Recuerdo perfectamente la organización del primer viaje, donde cincuenta murcianos (la mayoría novatos en la distancia de 42 kilómetros) zarpamos hacia la Gran Manzana con una ilusión en la mente: cruzar la meta de Central Park. Ese 2 de noviembre de 2014 hizo un frío y viento criminales. Aquello no es una carrera, es una peregrinación. Juré, y por ahora mantengo, que no me volverán a ver correr por esas calles. Conseguimos tantos patrocinadores y repercusión que al año siguiente repetimos en Berlín. Nada que ver a ningún nivel: Recorrido, clima ni organización. “Si el Maratón de Nueva York es como Vietnam, el de Berlín es un paseo por la Casa de la Pradera”, dije en alguna entrevista.

Aquí tienes las crónicas de las dos gloriosas aventuras pasadas y toda la información de la próxima, por si quieres acompañarnos al periplo asiático que además de deporte siempre incluye otros notables momentos.

Maratón de NYC 2014

Maratón de Berlín 2015

Será, como los anteriores, un viaje memorable. Ya tenemos las primeras inscripciones y las plazas suelen volar… ¿Te animas a acompañarnos?

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
13 de junio de 2018

 

Una comedia política

Uno de los regalos que recuerdo con más cariño de mi infancia fue un pequeño librito con la fecha de mi cumpleaños en la portada. En sus hojas detallaba, a modo de efemérides, distintos eventos, momentos históricos. Que si tal país atacó a otro, que si fulanito tomó posesión de tal cargo, que si tal deportista ganaba por séptima vez un torneo. Que si nacía uno, que si murió otro. En aquella época este era el ensayo general de la futura hemeroteca. Mi madre tenía otro de estos curiosos libros de tomo brillante con, curiosamente, el día de hoy en su anverso.

Vivimos tiempos interesantes, en los que a golpe de clic puedes consultar el pasado. No me refiero al pasado plasmado por pseudo-periodistas de medio pelo que mienten más que hablan. No voy a poner nombres, ya los conoces. Estoy hablando del pasado que uno mismo va dejando como rastro de baba de caracol en sus declaraciones reales, en sus intervenciones en la tele, en las entrevistas radiofónicas, en sus redes sociales. Hace tiempo que no me fío de los titulares mediáticos, me fijo en los tuits de los protagonistas, saco conclusiones, leo entre líneas, no necesito que nadie analice por mí. Hace tiempo que no me fío de las cadenas de whatsapp, de los comentarios de unos hablando de otros, de los estudios estadísticos, de los análisis económicos, de las cifras del paro, de las previsiones del banco central. Estamos tan manipulados que la única manera de encontrar luz entre tanta sombra es hacer examen de conciencia y eliminar prejuicios. No es sencillo pero merece la pena.

En 24 horas hemos cambiado de Presidente del Gobierno y las mentiras de unos y otros, con los portavoces al frente de lo grotesco, hacen que aquellos que nos preocupamos un poco por la elegancia educativa, por la mínima clase, por la vergüenza propia y ajena, nos tengamos que echar las manos a la cabeza. No son cambios de opinión, todos tenemos derecho a ellos, se trata de un ridículo continuo al estilo de la mítica declaración de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros.”

Quizá el culpable sea la estructura mastodóntica de los partidos políticos, en los que saliéndote del redil te expones a quedar como traidor o como mentiroso. Debe ser imposible dar un paso con el continuo miedo a que lo que hoy es A, ayer era B y mañana será C. Y lo peor: los que dijeron A han cambiado a C  sin pasar por B y sin informar al resto de actores protagonistas de esta cutre comedia.

Una comedia que hace reír al público. Pero la gran carcajada está aún por resonar.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de junio de 2018

 

 

Copenhague, bahía de mercaderes

Es curiosa la etimología. Esa derivación filológica que se encarga de estudiar de dónde vienen las palabras, cómo han evolucionado y, al fin y al cabo, qué significaban antes de tener sentido propio. A la parte estudiosa de este campo se le suman retazos de conexiones mentales e incluso apuesto que por momentos juega su parte la directa imaginación. Me explico, una palabra llega a nuestros días tras haber vivido evoluciones portentosas. Dublín viene de “laguna negra”, Bruselas de “ermita del pantano” y España es “tierra de conejos”. El significado de Copenhague da título a esta columna y cuerpo a lo que hoy escribo.

Dinamarca es un conjunto complejo, geográficamente hablando. A sus 407 islas (imagínate en sexto de EGB aprendiéndotelas) se suma el mágico territorio de Groenlandia y las míticas Islas Feroe. Llegar por los aires a lomos de un avión, sobrevolando este paisaje de verde y agua con la guinda de los molinos eólicos en pleno Mar Báltico es una experiencia memorable.

Es el país menos corrupto del mundo según Transparencia Internacional y tiene la población más feliz y satisfecha del planeta según Forbes. Imagino que será un buen sitio para vivir y para trabajar, aunque los precios pueden parecer por momentos desproporcionados. Para visita de trabajo sí es un buen lugar, tuve la suerte de pasar allí unos días la semana pasada y doy fe de las afirmaciones. Al menos su capital es un sueño hecho urbe. Me olvidé de hoteles y canté bingo con el apartamento de cuento que encontré en Airbnb. Alquilé una bicicleta y recorrí lo que pude entre reunión y reunión.

A la preciosidad física de sus decenas de iglesias, los canales de Nyhavn, los infinitos parques, el palacio de Christianborg, sus cientos de plazas, la antigua estación central, el nuevo edificio de la Ópera, el renovado distrito del Meatpacking, la archifamosa Sirenita, la ciudad libre de Christiania o el fabuloso Tívoli, se suman la limpieza, el orden y la educación que, llamadme vejestorio, tanto echo de menos en ciertos comportamientos típicamente españoles. Y qué decir de la movilidad en una ciudad pensada para la bicicleta y el peatón en la que eliminando carriles para coches se consiguió reducir el tráfico en un 57% aumentando en cambio un 20% la movilidad general suma de gente andando, a pedales y en transporte público.

Hay varios puentes exclusivos para que esta opción activa de desplazamiento salve las numerosas calles acuáticas en las que hacía tanto calor que los copenhaguenses incluso se bañaban. Todos y todas, guapos y guapas, musculosos y musculosas, rollo vikingos o forzudos mercaderes de esta imponente bahía. Si alguna vez hubo una raza aria esa sería la danesa. Alemanes, ni a la suela de los zapatos, oiga.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
30 de mayo de 2018

El hotel que no

Cuando viajas hay que dormir. Si lo haces mucho tienes experiencias de todo tipo. Pero lo sucedido esta vez en Valencia ha sido tan kafkiano que merece ser contado. Mi mala costumbre de ordenar hoteles por precio, mirar por encima la puntuación y confiar en el instinto. Me he equivocado alguna vez pero nunca me había sentido estafado de esta forma.

Congreso de tres días. Madrugón desde Murcia. Entiendo que no pueden darme la habitación tan pronto así que solicito por email que me permitan dejar la maleta. Sin problema, dicen. Desde el tren llamo varias veces pero no cogen el teléfono en ninguno de los números. Qué raro. Me planto en la puerta y nadie abre, recibo un whatsapp una hora más tarde diciendo que me esperan a la hora prevista. Primera mentira. Estoy paseando la maleta por la ciudad.

A medio día quedo con el chaval que está en recepción (solo un rato cada jornada) y no doy crédito. Antiguo piso convertido en cochambroso alojamiento. Pido factura. Me la enviarán por mail. Me dan habitación “deluxe” por las molestias (no quiero imaginarme las normales) en la que no cierra la persiana, no hay nada de la lista que aparece en la ficha y las almohadas/sábanas están dudosamente limpias. El primer día la ordenaron, los siguientes ni aparecieron. Me quejo por whatsapp (recordad que no cogen el teléfono) y dicen que se le ha debido pasar al encargado. Joder, son 8 habitaciones, no el Palacio de Buckingham. Intento desayunar pero no hay platos. Siete de la mañana y todos sucios. Me vuelvo a quejar y dicen que han debido almorzar muchos. Otra mentira: el comedor estaba igual de sucio la noche anterior. Intento conectarme al wifi y tampoco. Inaccesible tres días. Pido de nuevo la factura.

Hay cuatro baños compartidos para ocho estancias. Dos tienen váter y dos tienen ducha. Toca elegir. Toalla de manos comunitaria, nada en el suelo y fregona sin cubo. El baño está tan encharcado que el agua sale por el pasillo. Después de ducharte, tienes que cambiar de cuarto si quieres hacer pis. O viceversa. Dicen que lo limpian dos veces cada día. Otra mentira: apuesto a que no lo hacen ni una vez cada semana. La ducha está asquerosa, el resto del baño mejor ni recordarlo.

En la última mañana no queda ni café. He tenido que usar el bar de abajo los tres días. La factura llega al fin pero va sin IVA. Estaba cantao. Salgo a mirar la terraza/solárium antes de despedirme y veo cuatro sillas de plástico en el fondo de un oscuro y andrajoso patio interior.

Y todo esto por nada menos que 197€ tres noches. Amigos de Booking, habéis perdido un gran cliente. Que el dueño de un establecimiento sea pirata y quiera metérmela pase, que vosotros seáis cómplices me repatea.

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
23 de mayo de 2018

 

 

Eurovisión y lo previsible

O la música de Eurovisión está mejorando a pasos agigantados o mis gustos musicales se han relajado con la edad. No hay otra explicación para el hecho de habernos tirado varias horas en familia frente a la televisión escuchando una por una las veintiséis canciones que este año formaban parte del certamen. Con lo que yo he criticado esto, madre mía. Una muestra más de mis contradicciones. Jóvenes negaciones convertidas en adultas decisiones. Un palito más en la pared de la celda que conduce a mi libertad condicional mental. Lo que hay que escribir.

Pero es que no sólo estoy disfrutando (y mucho) con algunas de las composiciones musicales, es que estoy boquiabierto con la espectacular puesta en escena. Si no has trabajado en el sector es difícil que te hagas una idea de lo increíblemente complicado que es coordinar luces, sonido, láser, fuego y demás parafernalia. Y qué decir de la acojonante realización televisiva. A ojo debe haber siete millones de cámaras. Qué barbaridad. Qué mérito. Planos, zooms, entradas, salidas, cortes y empalmes en directo. Una delicia visual.

Elijo mentalmente mis preferidas mientras van actuando: Lituania tirada líricamente en el suelo, Francia con un punto melódico-electrónico, el cantante de Albania dando solos de heavy metal o Bulgaria con una especie de trance a cinco voces. Mención especial las que habrían sido mi podio: el estilazo de Holanda y su rock country, España con una delicia armónica y, por encima de todas, Portugal con una absoluta obra maestra. Afortunadamente (respiro aliviado, llamadme snob) nada que ver con las posiciones finales, me toca entonces intentar entender el asunto de las puntuaciones. Lo previsible de los twelve points como moneda de cambio entre países. Y de qué sirven estas previsiones si luego el voto del público sacude las telarañas políticas del intercambio de cromos dando la vuelta a los marcadores aparentemente estilo calcetín, para no variar realmente nada.

En resumen, una tarde noche de sábado para disfrutar y desengrasar. Para pasarla en familia riendo y discutiendo sobre gustos musicales aunque nos diera la madrugada esperando el resultado final. Muchas canciones buenas, bastantes del montón, algunas joyas y un par de chavales de nuestro país que, aunque desafinaron, me ganaron desde la primera vez que los vi. Qué queréis que os diga, me representa totalmente la cultura musical de Amaia y Alfred, saben tocar varios instrumentos, tienen estudios y además son frescos e inteligentes. Justo lo contrario a lo que ha sido hasta ahora nuestra caspa eurovisiva. Al menos eso había pensado siempre. Quizá mañana cambie de nuevo de opinión mientras la ceguera política de unos y otros los deja estancados viendo lo que no hay y sin enterarse de lo que realmente es.

 

 

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
16 de mayo de 2018

 

Vida perra

Hace tiempo vi una ilustración de un hombre y su perro paseando al atardecer. Ambos de espaldas, dirección al horizonte durante una preciosa puesta de sol. Cada uno tenía un pensamiento en forma de la típica nube en la que visualizarse de forma gráfica. El internacional lenguaje del cómic. El hombre llenaba su espacio de situaciones familiares, económicas, laborales. Problemas y alegrías. La cabeza repleta de historias, escenarios, movidas, futuros, angustias. El perro pensaba en ese preciso paseo con su dueño, al atardecer, directo al horizonte en una preciosa puesta de sol.

Me marcó bastante ese dibujo. Los perros son animales inteligentes. Más que eso, son listos. Disfrutan de cada momento sin tener que repetirse «carpe diem» y tonterías semejantes de forma autómata. Para ellos no hay un mañana. Viven y punto. Capaces de estar tumbados al sol durante horas, sentarse a tu lado el tiempo que haga falta, tirarse a la calle enloquecidos como si fuera la primera vez que lo hacen en la vida o estar esperando en la puerta a que entres y echarse en tus brazos. Todo es una fiesta para ellos. Sol y necesidades fisiológicas. No necesitan más. Su Pirámide de Maslow sería una línea. Envidiable, ciertamente.

Hace poco llegó «Coco», un cachorro que no sabía casi ni andar. Mis hijos querían perro desde siempre, como todos los niños, pero yo me negaba en redondo. Cacas, sacarlo tres veces al día, pipís, pelos, olores. ¿Estamos locos? Pues se ve que sí, porque llegó y nos ganó ipsofacto. Lo que más me gusta de nuestro perro es su estilo de vida. Suena a cursilada, pero es la pura verdad. Un ser vivo que no levanta un palmo del suelo nos va dando ejemplos de vida a cada momento. Pasea por la casa como si llevara aquí desde siempre. Le faltan nuestros apellidos.

Coco tiene seis meses y nos entiende perfectamente. Más aún, se hace entender. Nunca me había fijado en la profunda mirada que tienen estos animales. Sus ojos hablan. Se mete en nuestras camas, se sienta a ver la tele en nuestro sofá, besucón y abrazador, nos cuida la casa (bueno, esto es un futurible, por ahora se encarga más bien de poner todo patas arriba). Encima es guapo rematado y tiene estilazo.

Juré a mis hijos que se tendrían que encargar ellos de todo pero les mentí sin saberlo. Es un placer sacarlo a pasear y disfrutar con él esos momentos de pensar intensamente en lo que estás haciendo justo en cada instante.  Si esto es la vida perra, yo me la pido.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
9 de Mayo de 2018