Relatividad o barbarie

Priorizar es siempre buena idea. Ahora, en el futuro o antes de esta locura. Nunca falla dedicar unos minutos a ordenar mentalmente por importancia cualquier cosa que se te cruza por delante antes de ejecutarla. La organización aparece después, como por ensalmo, si has sabido antes dar el paso previo, el del párrafo anterior a modo de impulso vital, de análisis de inicio, de puesta en marcha metódica y, posiblemente, eficaz.

Se convierte en arma de doble filo esta oportunidad de pasar tantas horas con nosotros mismos, algunos consiguen relativizar, otros derivan en comportamientos básicamente primarios. No resulta sencillo jugar en un filo que termina cortando si no hiriendo. Pero es momento de arriesgarse: relatividad o barbarie. ¿Qué eliges?

Es hoy un buen tiempo para hacer cosas diferentes. Cosas previamente dispuestas a un antojo propio, ordenándolas de mayor a menor lo-que-tú-quieras. Llámalo importancia, llámalo necesidad, llámalo placer. Dicen por ahí que si quieres llegar a un lugar diferente no debes hacer siempre lo mismo, el problema es que nos han cambiado de sitio la meta, o mejor aún, ya no hay meta a lo lejos, la tenemos aquí, la tenemos mañana, la tenemos ayer. No hay otra opción, es ya. A unos les ha dado por tocar la guitarra, cocinar o hacer pan, por comprar papel higiénico o criticar cualquier cosa. Parece que todo vale en esta situación caótica a la que o cogemos por los cuernos o nos mete una cornada con tres trayectorias como la que muchos hemos sufrido y nos afanamos en taponar como buenamente podemos. Y no sólo económica, oiga. Las heridas más graves siempre son otras. Aunque parece que duelan menos.

Es momento de tener tiempo y de saber aprovecharlo. Es tiempo de tener momentos y saber degustarlos. Llegó la hora de priorizar. Por mi parte he tenido la suerte de tirar de un hilo que parecía ilusorio en inicio y ha acabado resultando una acción recibida con entusiasmo por el mundillo murciano. Las charlas en directo en mi canal de Instagram que comenzaron como prueba se han convertido en una tradición diaria, a las siete de cada tarde, antes de los aplausos y contando con un elenco de altura y de muy diversos sectores: ciencia, arte, cultura, moda, cómics, literatura, deporte, humor, música, radio, prensa y televisión. Una conversación en directo que luego cuelgo en YouTube y os invito a disfrutar, para escuchar cómo el confinamiento ha afectado a todos estos profesionales.

Entre relatividad y barbarie hemos elegido lo primero. Aunque a veces cueste, es lo que nos mantendrá humanos.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
22 de abril de 2020

Arriba esas persianas

Suelo salir pronto a sacar al perro, bajo a una calle en la que hasta hace nada se oían coches, gritos, cláxones y despertadores. Ruidos urbanos que en estas extrañas mañanas de cuarentena han sido sustituidos por uno diferente al que no habíamos prestado atención hasta ahora: el de las persianas subiéndose. Todo está tan en silencio que esta melodía llega continuamente, a arreones pero pausada, unas veces cerca, otra lejana, siempre vigorosa en un estéreo envolvente modo vecindario. Reconforta escuchar cómo seguimos queriendo meter con fuerza la luz a diario en nuestras casas. Nos vamos despertando, poniéndonos de pie en nuestras habitaciones, quitándonos de encima la sábana, levantándonos y cogiendo con ansia el tirador de la persiana, generando esa fantástica sinfonía mientras sacudimos el brazo hacia abajo. Nos ponemos en marcha cada jornada quedándonos paradójicamente en nuestra casa y con una mezcla de rabia, resignación y responsabilidad afrontamos los días, las vidas, las necesidades y las ausencias.

Las persianas subiéndose son la música matinal del aislamiento, sonando armoniosamente en una perfecta distribución como si de una orquesta se tratase alrededor de nuestro barrio. Es un momento clave y no lo sabíamos hasta ahora en el que al tiempo que danzamos con el mobiliario nos activamos a un ritmo diferente y al que no acabamos de acostumbrar el cuerpo.

Son días extraños en los que hemos sufrido entierros sin duelo, sin ver la cara por última vez a nuestros seres queridos que se van para siempre, hemos celebrado los cumpleaños de nuestros hijos estando confinados, hemos conocido a nuestros vecinos, hemos dejado de tocarnos y hacemos quedadas virtuales que antes veríamos con algo de vergüenza ajena, hemos hecho cola en la puerta del supermercado y hemos visto comportamientos (cerca y lejos) que nunca hubiéramos imaginado. Para bien y para mal.

La vida nos ha cambiado tanto que en un mismo día sentimos que aprovechamos y que perdemos el tiempo más que nunca, pensamos que ya nos hemos acostumbrado y que esto nos supera en intervalos tan cortos que duele mentalmente, sentimos que podríamos seguir en casa durante el tiempo necesario y que o salimos ya a la calle a retomar nuestras vidas o nos explota la cabeza. Son días en los que queremos pedir explicaciones, obtener soluciones y criticar echando espumarajos por la boca. Pero son días en los que demostramos más entereza que nunca, más capacidad de sacrificio que nunca, más compromiso social que nunca. Volveremos a juntarnos, volveremos a nuestras rutinas, volveremos a escuchar despertadores por la calle. Ya llegará la hora de buscar culpables, si es que los hay.

Mientras tanto lo importante es que sigamos levantando la persiana de nuestra habitación cada día con la fuerza de siempre. Las ganas no nos las han robado. Arriba esas persianas.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
15 de abril de 2020

Lo que nunca olvidaremos

Habían pasado escasos veinte años cuando contra todo pronóstico se volvió a repetir la situación más dantesca vivida hasta entonces en la Historia. La Primera Guerra Mundial acabó en 1918, involucrando principalmente a países europeos, provocando millones de muertos civiles y militares, dejando naciones al borde de su bancarrota o desaparición y consiguiendo un destrozo de proporciones bíblicas a todos los niveles. Pues en 1939 la cosa se puso en marcha de nuevo. Pero a peor. La Segunda Guerra Mundial enfrentó a los mismos y otros muchos más estados en la contienda, generó infinitamente más bajas (que ya es decir) y originó unas secuelas en forma de consecuencias sociales y económicas que perduran hasta nuestros días, casi un siglo después.

Porque está comprobado que el ser humano olvida todo, lo cual por un lado es una bendición, pero por otro también es capaz, como lo expuesto arriba, de repetir lo patético. Quedémonos hoy con lo primero: Antes o después todo esto que estamos viviendo pasará, como siempre sucede y siempre ha sucedido. El pasado se deja de lado y seguimos a lo nuestro con mayores o menores destrozos interiores y exteriores, persiguiendo un futuro que desfila ante nuestros ojos mientras suelta la mano a la mente y los recuerdos.

Escribo esto recién llegado a casa de hacer la compra mensual y me siento en el teclado algo afectado tras dejar el carro en cuarentena y cargado hasta los topes en la puerta. Solo vi caras tristes por la calle, gente separándose unos de otros, algo irreal en este país de los abrazos (esta ciudad, esta familia), qué difícil la distancia social aquí, queridos compañeros de viaje mundial. El guardia de seguridad de la entrada nos va dejando pasar poco a poco, los compradores nos evitamos en los pasillos, los cajeros y reponedores se lavan las manos compulsivamente, todos somos sospechosos. Afortunadamente no hay desabastecimiento y adquiero sin problemas prácticamente todo lo que iba buscando. Lo que no esperaba encontrar era este escenario de realidad distópica y peliculera. Cuesta creer que estamos realmente viviéndolo.

Pero todo mejora a las ocho de cada tarde, la España de los balcones dando la vida, organizándose de manera ejemplar, sacando magistralmente partido a los dos metros cuadrados más cálidos de cada casa en estos tiempos. Aplaudiéndose unos a otros, saludándose y deseándose un buenas noches, hasta mañana, mucho ánimo, un día menos.

Sobreviviremos a esto, conseguiremos una vacuna, saldremos del aislamiento y renaceremos económica y socialmente.

Pero nunca olvidaremos la distancia, el miedo y sentimiento de culpabilidad. Eso se queda.

Pero eso no mata. Y lo que no mata nos hace más fuertes.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
25 de marzo de 2020

Generación Coronavirus


NOTA:
Leer con la siguiente música de fondo: “Host of Seraphim – Dead can Dance” (LINK)


¿Cuántas veces habíamos sentido hasta hoy que algo sucedido en nuestra vida nos había cambiado profundamente? ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos que esta o aquella situación nos hizo crecer como persona, nos dolió como nunca, nos pasó por encima? Qué cosas, ¿eh?

Echando la vista atrás parece que cualquiera de aquellas historias se pierde en la niebla del recuerdo, pasando a un escalón menor de importancia en comparación con lo que estamos viviendo en nuestras carnes estos días, momentos de irrealidad que parecen sacados de una película, calles vacías a las que volver llenándolas, familiares y amigos a los que se nos acumulan los abrazos que les debemos, cervezas que se calientan pendientes de tomar en compañía, un Sol que pagaríamos por minutos, paseos que ahora valen oro…

De repente, porque el leñazo ha sido de tal magnitud y velocidad que aún estamos en shock, estamos obligados a priorizar, todo pasa a un segundo nivel. Ni en el mejor de nuestros sueños pensaríamos en estar encerrados en casa con nuestros seres queridos, aprovechémoslo, teniendo comida y compañía, pudiendo rescatar antiguos hobbies y haciendo en familia todo lo que no teníamos tiempo de hacer antes, porque trabajábamos tanto que necesitábamos demasiado ocio para compensar. Ha parado el ruido que no nos dejaba escucharnos a nosotros mismos. Es nuestro momento.

La metáfora perfecta de estar a distancia, asomados al balcón aplaudiendo a unos sanitarios que se están comportando a su habitual y altísimo nivel, saludando a gritos a los vecinos del barrio, apoyando a unos políticos que súbitamente cogen unos galones que no esperábamos, bravo por ellos. Bravo por todos. Bravo por nosotros que hace cuatro días estábamos planeando el típico futuro ajenos a todo. Bravo por nuestros hijos que siempre van por delante, disfrutando más que nadie de esta situación, y por nuestras mascotas que tienen claras las prioridades. Es tiempo de valorar lo que realmente merecía la pena de lo que teníamos, de lo que seguimos teniendo, de lo que no hacía falta. Hemos podido parar todo y no ha pasado realmente nada. La crisis de valores que teníamos deja en mantillas a la económica que viene, ya tendremos tiempo de echar números, de sufrir las inclemencias laborales, empresariales y todo lo que nos espera.

Recibo con los brazos abiertos la filosofía de la distancia, las creaciones culturales y el baby-boom que nos viene, ojalá, recibo encantado la nueva organización y la futura generación Coronavirus: personas nacidas de esta cuarentena, nuevos modelos de empresa y pensamiento generados tras este aislamiento, los niños del Coronavirus, los empresarios del Covid-19, la nueva sociedad.

Que venga, lo torearemos como siempre.

Saldremos reforzados y espero que cambiados.

A mejor y en mejor compañía.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
18 de marzo de 2020

Cabeza, rodillas, muslos y cadera

A veces algo explota y se contagia (con perdón) a través de estratos tan diferentes que asusta, salta plataformas, cruza canales, atraviesa medios y te pega de lleno en la cara. Casi nunca tienes la suerte de que sea algo bueno, digno de ser recordado, casi siempre pasa sin pena ni gloria de consumido a olvidado. Un fogonazo y ya, fin del asunto.

Otras veces en cambio suena la flauta de tu interior y se pone en marcha el ciclo oídos, cerebro, recuerdos y pelos de punta, sabes desde el principio que algo te va a dejar KO una larga temporada, algo se te va a mover por dentro un tiempo. Estás de suerte.

Sin duda “René” de Residente ha sido el último ejemplo de esto que hablo: un bombazo que se ha difundido por tierra, mar y aire. Me ha llegado por todo tipo de gente, de muy distinta edad y orientación musical. Y menos mal, porque tenemos una joya delante y la capacidad de poder disfrutarla como del Cometa Halley: muy infrecuentemente.

Una canción que nos ha conquistado a todos por lo que cuenta, que aun siendo a modo autobiográfico, hace pupa personal a cualquier alma dispuesta a sentirse identificada. Pero también nos ha ganado por la música y el vídeo que le acompaña, una obra maestra, finalizando en una fusión con la percusión de Rubén Blades entrando y saliendo con una majestuosidad digna de ser analizada en clase de Arte. Todo aderezado por la voz de una madre a modo de nana infantil que rebusca en ese rincón lejano de tu mente para sacar de los pelos la melancolía, entre lagrimillas y dolor de garganta. De allá a aquí. De ayer a hoy.

Una canción para echar la vista atrás sopesando cuántos errores nos han hecho falta para estar hoy donde estamos. Cuánto duelen algunas cosas y cuánto alegran otras. Cuánto ruido y cuánto silencio. Cuántos años y cuántas vidas. Cuántos miedos y valentías que no sabíamos ni que teníamos. Qué precio estamos dispuestos a pagar. Qué orígenes y qué destinos. Qué duro y real es el aquí.

Decía alguien que no hay más verdad que la felicidad que proporciona la infancia. Quizá por eso nos ha llegado tan al alma. Qué idealizado tenemos el allá. Allá en la niñez no hay problemas, no hay prioridades, no hay objetivos. Allá no hay errores ni hambre, no hay más que fiestas de cumpleaños, bicicletas, amigos y un número de teléfono al que llamar en caso de emergencia y desde el que si me contestan, quiero decirles, que a veces me sube la presión y tengo miedo que se caiga el avión.

Nos has dejado tocados, René. Touché.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
11 de marzo de 2020

Los umbrales de tolerancia

Ojo a esta historia.

La Policía Local de Murcia hizo el otro día uno de sus múltiples controles rutinarios de tráfico. Esta vez en la Avenida Primero de Mayo, arteria medianamente grande de la capital que cuenta con una densidad de coches a primera vista importante. El control duró 45 minutos aproximadamente y lo que pasó a continuación te sorprenderá: Se inmovilizaron 3 automóviles por carecer de seguro obligatorio, se detectaron 7 ITV caducadas, se multaron 2 vehículos por circular con el automóvil dado de baja, a 5 por no llevar el cinturón y a 1 por carecer de permiso. ¡18 infracciones en 45 minutos! Y eso que no se hizo control de alcoholemia esta vez, los siguientes días un pieza sextuplicó la tasa permitida.

Hasta que encontré esta información oficial (disponible públicamente en el Twitter de @murciapolicia) siempre había pensado en la injusticia con la que la sociedad trata cualquier medio de transporte que no sea el coche, haciendo en muchos casos la vista gorda a sus temerarios comportamientos, quiero pensar que por desconocimiento aunque a veces intuyo que la pereza y la comodidad juegan su parte. Es fácil desmontar bulos si investigas un poco.

Me encuentro infinitos coches cada mañana aparcados en doble (o triple) fila, que se saltan a toda pastilla semáforos en ámbar, no respetan los límites de velocidad, que van hablando (o toqueteando) por el móvil mientras conducen o que no ponen los intermitentes jamás. Hasta aquí es mi visión personal y quizá subjetiva, caminando o en bici mientras miro a mi alrededor.

Pero es que, atentos, según datos de la propia Dirección General de Tráfico circulan sin seguro dos millones de vehículos en España y dos millones y medio lo hacen con la ITV caducada según la Universidad Carlos III de Madrid.

No digáis que no es para echarse las manos a la cabeza.

Se buscan culpables erróneamente y se hace la vista gorda con un medio de transporte que ha colonizado nuestras calles, provoca contaminación ambiental y acústica, atascos y accidentes, tiene una bajísima tasa de ocupación y es totalmente ineficiente en distancias cortas. ¡Pero que no me lo toquen que muerdo!

Es curioso lo bajo que está el umbral de tolerancia con los ciclistas imprudentes (totalmente repudiable que una bicicleta se salte un semáforo o circule por la acera por supuesto, estos son los dos grandes delitos que cometen) pero sea tan alto con los coches. Posiblemente porque estemos tan acostumbrados a ello que ya ni lo veamos.

Miremos un poco a nuestro alrededor antes de seguir criticando sin criterio.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
4 de marzo de 2020

#VamosAMorirTodos

Me encanta Twitter. Fue un total descubrimiento cuando hace más de nueve años me abrí la cuenta y comencé a conocer su potencia. De hecho, alejada del resto de redes sociales al menos inicialmente, te abría un campo de conocimiento tan vasto que a veces daba vértigo, permitiendo establecer conversaciones con personas lejanísimas, no sólo físicamente. En el fondo, como en otras, todo depende de las personas, empresas u organismos que sigas, pues la gran ventaja de esta red, aunque últimamente los cambios de algoritmo nos traen de cabeza, es que no hay dos Twitter iguales.

Por eso especialmente en momento como este, con un Coronavirus que nadie sabe todavía cómo terminará, la única opción saludable es informarte por los medios de comunicación oficiales para obtener la información veraz, aunque esto es totalmente compatible con el ingenio tuitero en clave de humor que te arranca una carcajada, a veces sin querer y a destiempo, que te sorprende a ti mismo el primero rezando para que nadie te haya visto mientras el café te sale por la nariz.

Anoche tuvimos un buen ejemplo de lo que me refiero con el hashtag #VamosAMorirTodos que se convirtió en trending topic mundial y con el que, reconozco, pasé un buen rato riéndome y sintiéndome culpable a partes iguales. Seguro que os pasa lo mismo, que no te quieres reír por la gravedad del tema pero siempre hay alguien que te provoca esa risa tonta y pegadiza que además, cuánto más se agranda, más difícil de controlar.

En un minuto pasas de vídeos coña repescando en la hemeroteca cualquier cosa que pueda servir hoy para la marabunta a diversas elucubraciones estilo pandemia terminal, que si los chinos tenían todo controlado desde hace años, que si el comercio internacional, geopolítica mundial, que si Trump, que si aranceles, que si Huawei, LG, que si tengo un libro que lo intuyó todo, que si el libro es un fake pero no, que yo lo he visto, que si muere más gente en las guerras o con la gripe normal, pero este es más letal que hasta murió el que lo descubrió, que si la cocaína y la orina infantil te protegen, que lo transmiten los mosquitos, que si el frío o el calor son letales para el 2019-nCoV (así se llama oficialmente el bicho), que la mascarilla no vale para nada, pero por si acaso te enseño cómo hacerte una casera, que si los Simpsons ya lo predijeron…

Y entre medias, como metáfora infinita, el pobre Mike Hughes, defensor de la teoría del terraplanismo, palmándola en directo en un lanzamiento con un cohete casero.

Vivimos tiempos locos.

Y que no sea nada.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
26 de febrero de 2020