Seguir contando hasta siete

N7. agencia de comunicación, publicidad y marketing online

Según la mayoría de expertos económicos hay varias fechas clave en la vida de una empresa, con infinidad de variables que afectan a su nacimiento, crecimiento, madurez y declive, las fases que habitualmente se tienen como naturales en un proyecto corporativo. Inicialmente la falta de experiencia y de acceso al crédito, tener mucha competencia, pocas ventas o estar situado en el lugar erróneo son las primera vallas que saltar en esta carrera de fondo que supone criar, en mi caso, al tercer hijo (con permiso del perro).

El caos inicial del despegue pasa poco a poco a ser atenuado por el enfoque de la dirección y delegación, sin olvidar la administración, pero con un ojo constante en los clientes, pues sin ellos la teoría solo vale para encuadernarla y revisarla con ojos llorosos mientras echas el cierre. Algunos datos: El 74% de las empresas españolas no supera el primer año de vida, sólo el 29% sobrevive al quinto año y a la década llega un escaso 10% de las ideas empresariales.

En perspectiva y por tamaño llama poderosamente la atención que el 95% de las empresas actualmente activas en España son micro pymes (menos de diez empleados), lo cual arroja luz sobre la importancia que tenemos los pequeños empresarios en este país, tan poco cuidadoso a veces de su tejido productivo, especial y curiosamente muchas veces el más olvidado a la vez que puntero tecnológicamente… “¡Que inventen ellos!”

Ya lo intuía en la universidad, llena en aquella época de profesores teóricos, y buena nota tomaba aún inconsciente de que con el tiempo acabaría llevando las riendas de mi propio negocio. Un cariñoso pescozón a los estudiosos de salón que no han emprendido en su vida ni conocen el infernal papeleo y burocracia a los que nos enfrentamos a diario esos que un día decidimos intentar ser nuestros propios jefes.

Personalmente hubo varios grandes puntos de inflexión en la evolución de mi agencia de publicidad: El día que tuve la idea viniendo de donde venía, el que creé la sociedad limitada y el que decidí contar con grandes profesionales a mi lado. Sonará a tópico, pero el equipo lo es todo.

Alguien me dijo que si tu negocio sobrevive los cinco primeros años el proyecto es viable, y si pasa de los diez, además de viable es rentable. En ello estamos, en diez años internet ha cambiado mucho pero, aunque acabamos de alcanzar dos lustros, seguimos contando hasta siete.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
17 de junio de 2020

Vídeo 10º cumpleaños N7

New June Day

No sé qué tiene junio que me pone las pilas. Tirando para atrás la vista razones hay que parecen evidentes: final de clases, adiós a los exámenes, verano tras la esquina, tres meses de locura… Y septiembre de resaca general. Tiempos memorables. ¿Pero y ahora que trabajo hasta bien entrado julio y con los hijos en casa desde ni se sabe, qué sentido tiene activarse igualmente? Será que en junio cumple años mi madre, tenemos la noche más corta del año y el sol abrasa que da gusto. Sí, dadme calor, no soporto el frío.

Junio como argumento. Junio como respuesta. Junio como lugar para quedarse ilusionado por lo que viene y satisfecho por lo que has hecho hasta la fecha. Junio como impulso, como refugio, como limbo. Porque todos sabemos que el año no acaba en diciembre. Acaba en junio y enero es una segunda parte. De las malas.

En junio compuse por primera vez una canción, con el ordenador y un programa que corría en MS-DOS, el sistema operativo precuela de Windows 95 (te veo asintiendo mientras me lees, viejales), la titulé “New June Day”, y bajo el seudónimo de Likuid como si de una premonición se tratara, pasó a formar parte de la vida de muchos amiguetes que teníamos en aquella época en el mIRC, un ensayo general de red social a modo mensajes en la que pasábamos varias horas al día, charlando por temáticas. La mía, música preferiblemente. Compartíamos bases rítmicas y otro le ponía la línea de bajo o el piano. Era la misma época memorable, finales de los 90, en la que podíamos tardar una noche entera en recibir un archivo que pesaba menos de lo que ahora ocupa una foto enviada por Whatsapp instantáneamente. Esos colegas virtuales que me decían que la grabaron en cinta de casete y se la ponían para salir de fiesta en sus coches noventeros.

Con esa canción comenzaba el primero de los tres discos (por llamarlos de alguna forma, más bien eran un recopilatorio de temas terminados entre los miles que se quedaron a medias), que publiqué entre 2001 y 2007 y que fueron utilizados para cortometrajes, páginas web y vídeos corporativos.

Vuelve junio y vuelven mis ganas de componer música, pero esta vez dejo de lado el teclado MIDI y los secuenciadores digitales, lanzándome a la guitarra acústica como signo de la madurez que sin remedio nos llega a todos.

Disfruten de junio, que el año se acaba.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
10 de junio de 2020

Noches en llamas

Ahora que ha pasado un tiempo prudencial, la policía está informada y tenemos constancia de la veracidad de lo sucedido, por fin me atrevo a contaros la terrible historia que sufrí una interminable noche de aislamiento.

Es cerca de la 1 de la madrugada. Mediados de marzo, tras la cena y la serie, como cada día, bajé a sacar al perro. Suelo tardar unos quince minutos, la vuelta a la manzana. Casi nunca llevo el móvil. ¡Qué gran error! Paseaba pensando en mis cosas cerca del río, ni un alma en la calle, ni un coche, ni un sonido. A lo lejos, muy levemente, entre edificios y la oscuridad de esta fría noche de finales de invierno, veo la silueta en penumbra de la Catedral con la que normalmente me quedo minutos embobado.

Algo distrae mi vista súbitamente, las dos moles entre las que asoma la figura gótica más famosa de mi ciudad son un nuevo hotel, cerrado a cal y canto en esta cuarentena, y un antiguo Palacio, deshabitado hace años y prácticamente en estado de ruina. Todas las ventanas de ambos edificios están apagadas, por eso el destello en una de ellas llama tanto mi atención en plena noche. Un barrido visual rápido me lleva a localizar el fogonazo, el típico chispazo provocado por un fallo eléctrico.

Mi perro comienza a gruñir.

Intento fijar la vista entornando un poco los ojos y no doy crédito a lo que veo, parece una silueta humana, aunque es difícil confirmarlo dada la continua intermitencia y variable intensidad de la luz. No es posible. La planta en la que está no tiene debajo más que escombros. No ha podido subir de ninguna forma. La fachada cayó en su momento, dejando a la vista una estancia en la planta superior con un espejo, el marco de una puerta que no lleva a ninguna parte y poco más.

Conforme voy acercándome mi perro comienza a ladrar, provocando más ladridos de otros perros del vecindario. El chispazo ha cesado súbitamente, pero antes me ha vuelto a parecer ver una cara humana acercándose rítmicamente a la fuente de luz.

Me paro. Hace mucho frío pero estoy sudando. Se oye un coche a lo lejos. Sigue sin haber un alma en las calles. Decido irme a casa y pasar de líos cuando de repente comienza a escucharse el llanto de un recién nacido y la luz empieza de nuevo a centellear.

Cruzo el puente del río y ahora sí que lo veo de cerca, es una persona balanceándose hacia delante y hacia atrás en un ritmo acompasado y tranquilo. Cada fogonazo me permite verle en una posición distinta. Parece un enfermo. ¿Pero cómo demonios ha subido hasta ahí?

Me cuesta calcular el tiempo que ha pasado, la luz a ráfagas me ha dejado hipnotizado por momentos. La silueta parece querer decirme algo. Y por un momento creo que me ha mirado de reojo. No sé qué hacer. Dudo. Me echo la mano al bolsillo buscando el teléfono, pero lo dejé en casa. Me sale de dentro, casi sin quererlo, un grito seco y fuerte: «¡Eeeh! ¿Hay alguien ahí?»

Una persiana cercana sube repentinamente, seguida de una señora mayor que, asomada desde su habitación, me pregunta si pasa algo. Le pido disculpas, está ya bien metida la madrugada, y de paso aprovecho para indagar un poco:

– ¿Vive alguien en el Palacio? –

– Muchacho – me responde – ¿Qué tonterías dices? ¡Deja de gritar o llamaré a la policía! –

Mi mujer, muy asustada de que no haya vuelto, ya lo ha hecho y una patrulla se dirige hacia mi barrio. Mientras tanto yo estoy al otro lado del río, abriendo como buenamente puedo un hueco en la valla oxidada del recinto que rodea la edificación e intentando introducirme mientras mi perro se eriza y ladra como loco. Huele mi miedo. Pero yo huelo otra cosa. Un intenso olor a quemado se apodera poco a poco del ambiente y comienzo a escuchar el ruido que hacen las maderas al resquebrajarse. El fallo eléctrico ha provocado un incendio. El llanto del bebé suena tan fuerte que me duelen los oídos.

Ato el perro a una farola de la calle y entro corriendo, dando una patada a la puerta que se rompe en mil pedazos, carcomida y antigua. No hay escalera, todo son ruinas, miro hacia arriba y veo de nuevo la luz, lejana, destelleando intermitente mientras se acerca. El ruido es ensordecedor, todo cruje a mi alrededor, la luz se hace más intensa, oigo llorar al crío de forma atronadora, me duele la cabeza a horrores, veo cómo se me acerca un rostro descompuesto, comienzo a quemarme y… ¡Zas! Todo se vuelve negro.

Desperté al día siguiente en el hospital, la policía encontró mi perro atado a la puerta de una Iglesia, llamada del Milagro, recién restaurada y en perfecto estado. No tengo lesiones. No ha habido incendio, no hay ruinas y no hay aislamiento. La calle está a rebosar.

Me cuentan que la flamante y reformada iglesia, a la vista desde la habitación del hospital en que me encuentro, fue construida a finales del siglo dieciocho y se erige imponente sobre las antiguas ruinas de un palacio, llamado del Recuerdo. Ya olvidado, qué paradoja. La historia dice que la dueña mató a su hijo recién nacido a principios del diecisiete. Prendió fuego al palacio con una yesca en su habitación, con ella y su hijo dentro. Dicen que le costó horas encender la mecha. Después todo se derrumbó. Estaban solos.

La casualidad es que la protagonista de esta historia tenía el mismo nombre que mi madre, su hijo se llamaba igual que yo y mientras escribo me están saliendo quemaduras en los dedos.

Relato escrito durante la cuarentena
Mayo 2020

Contento de haber nacido (aquí)

Hace 43 años muchas de las actuales calles de Murcia no tenían ni nombre. Quizá donde vivas ahora mismo ni existía. Apple comenzaba a andar, Maradona debutaba en el fútbol, el Concorde cruzó los cielos por primera vez, se estrenó Star Wars y los españoles votaron por fin en democracia.

En estas más de cuatro décadas ha pasado de todo a nuestro alrededor y tenemos la suerte de contarlo aún pudiendo haber rozado la tragedia en más de una ocasión. Pero es que antes de esto, como dice el brillante Bill Bryson, durante millones de años tus ancestros, por ambas ramas (madre y padre) han tenido que sobrevivir, llegar a la edad de procrear (algo que hace milenios no era tan normal ni fácil como actualmente), ser lo suficientemente atractivos como para encontrar con quien aparearse, hacerlo y conseguir que su prole siga sus pasos. ¿Parece harto complicado si echas la vista atrás, verdad? Pues sí, pero no. Aquí estoy yo escribiendo y aquí estás tú leyendo. Gracias, ya de paso.

Tengo la infinita suerte de poder resumir los 43 años que, precisamente hoy 27 de mayo, me caen con el que probablemente será mi epitafio: “Contento de haber nacido”, una frase de cabecera que robé a mi padrino en su momento y que sigue tan vigente como siempre en mi vida. Tengo una familia que no merezco, mujer de bandera, hijos ejemplares y padres sanos. Tengo unos hermanos que, a base de fuerza, están haciéndose un hueco en la vida, una empresa que me da ya casi más satisfacciones que quebraderos de cabeza y unos amigos con los que pasar buenos ratos.

Esta mañana he pasado por la gasolinera del Rollo y, como siempre, se me ha caído el mundo al suelo viendo los grupos de inmigrantes suplicando solamente por echar más horas que un reloj en el campo, posiblemente sin papeles ni seguridad ninguna, y una vez más he sentido la necesidad de agradecer la educación que he recibido, alejándome de esos falsos sueños que te acaban atando o esos falsos hobbies que te acaban matando.

Pero por encima de todo, y nunca se nos olvide, debemos agradecer cada día la inmensa suerte de haber nacido aquí y en estos tiempos, porque todo lo demás no valdría de nada si hubiéramos tenido otro destino. Puede ser un buen momento para actualizar la frase de cabecera: “Contento de haber nacido aquí.” En el fondo ese es todo el mérito que tenemos.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
27 de mayo de 2020

El último baile

Antes de que Andrés Montes y Antoni Daimiel renovaran la manera de ver el baloncesto NBA para la audiencia española de este siglo, hubo una figura llamada Ramón Trecet que a los del pasado nos sacaba de la cama a deshoras con su “Cerca de las estrellas”. Suelen venirme a la mente habitualmente esos rótulos sobreimpresionados a prácticamente pantalla completa con el nombre de los contrincantes, marcadores y tiempo de juego. Qué arte gráfico el de los 80.

Pasaban por nuestras televisiones de tubo a intempestivas horas los míticos equipos y jugadores con los que forrábamos nuestras carpetas y queríamos imitar en los recreos mediante rudimentarios concursos de mates y triples: Lakers, Celtics y Pistons, principalmente. Había otros, sí, pero en mi opinión estaban lejos, muy lejos. Quizá los Atlanta Hawks y como mucho Utah Jazz. Pero por encima de todos estaba el irrepetible Michael Jordan y sus Chicago Bulls. Más aún para un crío de 14 años como tenía yo en su primer anillo.

Netflix ha lanzado “The Last Dance”, un documental que trata magistralmente todo esto, desde diversos ángulos narrativos, con el deporte como hilo conductor pero aderezado con todo lo que no ven las cámaras a pie de cancha: dramas familiares, problemas personales, envidias, celos, anécdotas, peleas, dinero, desgracias propias y ajenas, lucha de egos y muchos complejos orbitando alrededor de la enorme figura nacida en Brooklyn. Y yo sin saberlo cuando el año pasado me compré su gorra en NYC.

Sorprende en primer lugar que este infinito metraje de abismal calidad a nivel relato haya estado oculto todos estos años, hablamos de un periodo de tiempo que principalmente abarca desde 1991 a 1998, aunque los saltos necesarios para entender ciertas tramas laterales pueden llevarnos muchas décadas atrás. Se trata de una delicia visual, no solo por la calidad y definición en sí unas las imágenes grabadas hace treinta años, sino por la inmensidad cinematográfica de escenas, tomas, planos y secuencias, dignas del mejor director actual, que dibujan a “His Airness” afrontando su último baile con tanto paso firme como tropezones. Diez capítulos que valen su peso en oro, mostrándonos qué diferente es lo que se vive dentro y se siente fuera de la cancha. Una joya como pocas en los últimos años. Solo por estas diez horas merece la pena pagar un año entero de esta plataforma de streaming.

Aún temblando tras disfrutar la última entrega, lanzo esta moraleja: Qué bueno debe ser saber cuándo será tu último baile. En cualquier faceta de la vida.

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
20 de mayo de 2020

Twitter: renacer en plena pandemia

Debo confesar que yo he sido el primer sorprendido con los cambios de hábitos y comportamientos online durante este confinamiento. Y no me refiero únicamente al aumento del uso generalizado de internet derivado del aislamiento que ha provocado un considerable aumento de casi todo lo tocante a este asunto virtual: compras, visitas a las web o tasas de aperturas de correo electrónico. Las redes sociales, en concreto, están viviendo un renacimiento digno de analizar, con unos contenidos mejorados y unas conductas acordes a la situación. Posiblemente una parte de la culpa de esta mejora esté en el lado propio, en la capacidad de selección original que tiene cada usuario, pudiendo liberarse de esa marabunta provocadora y mamporrera que nunca aporta y siempre mete mierda. Hace tiempo que la estabilización del social media, dedicando sólo unos minutos diarios a cribar, ha revalorizado lo que nos ofrece a cambio de lo que le damos, lo cual en estos momentos cobra un protagonismo especial.

Twitter vuelve a estar en auge, viviendo una especie de renacimiento que a mí personalmente, y como tuitero hace casi una década, me reconcilia con esta plataforma de microblogging que tantas alegrías me ha dado a nivel personal y sobre todo profesional. Percibo una mayor calidad del contenido que recibimos (lo dicho anteriormente de unfollow/bloquear/silenciar ayuda bastante, por supuesto) donde parece que por fin se ha entendido que la forma de estar en la red del pajarito azul es diferente a las demás: no hace falta tuitear mucho sino hacerlo con calidad, escuchando a los usuarios e interactuando. No hay más secreto. Bueno sí, pasar por caja de vez en cuando, como en todas las redes sociales.

Este apogeo, espero que no transitorio sino permanente siguiendo una estela segura, tiene muchos ejemplos cercanos que me gustaría considerar, aunque la limitación de espacio de esta columna me lleve por ahora, a meramente listar: hilos de altísima calidad, formaciones punteras, curiosos conciertos en directo, acciones de apoyo social a gente que lo está pasando mal, concursos de bandas de música y bares modo encuesta que nos han alegrado la cuarentena, entrevistas originales, torneos virtuales, charlas agradables, contenidos más personales que nunca e incluso la ampliación de capital de un equipo de fútbol que nunca habría soñado conseguir si no fuera por redes como de la que hablamos. Grande Twitter.

Empresarialmente parece que los datos económicos también demuestran un repunte en los ingresos publicitarios y número de usuarios, lo cual ha desembocado en una revalorización continua de las acciones de la compañía en la Bolsa de Nueva York desde el inicio de la pandemia. Quizá sea un buen momento para invertir.

Ay, si tuviéramos unos millones, ¿eh?

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
13 de mayo de 2020

El futuro de las ciudades

El gran astrofísico Stephen Hawkins decía que la inteligencia no es más que la habilidad de adaptarse al cambio. Y si ha habido en la historia una época de cambios profundos tengo serias dudas de que alguna pueda compararse en intensidad a ésta que tenemos hoy frente a nuestros ojos.

Toca evolucionar por dentro, por fuera, empresarialmente, conceptualmente. Va a cambiar la música, el arte, el cine, la cultura y los medios de comunicación. Está cambiando nuestra cohesión familiar, nuestra forma de trabajar y de relacionarnos. Y también van a cambiar nuestras ciudades. O más nos vale.

Es probable que la movilidad sea inicialmente la primera de nuestras acciones recurrentes afectada. Me temo que el teletrabajo, que tan buenos resultados está demostrando, vaya perdiendo protagonismo en algunas empresas con ciertos jefes y empleados obsesionados con el presencialismo, conocido archienemigo de la productividad.

La contaminación, que actualmente se encuentra en mínimos históricos, podría volver a repuntar con una fuerza inusitada provocando, como está ya demostrado, devastadores efectos multiplicadores en la letalidad del Covid-19. Antes de volver a subirte a tu coche el próximo día que vayas a trabajar, piensa si pudieras realizar ese mismo trayecto andando, en bici o en transporte público, los tres grandes olvidados. Esos gestos cotidianos que deben repensarse alejándolos de la anterior inercia.

Sé que no siempre es algo sencillo o fácil en el inicio, por ello es un momento clave para que ciudadanos y  entidades públicas locales, regionales y nacionales miren fijamente hacia delante y nos los pongan a todos más fácil. Desde la Red de Ciudades por la Bicicleta hemos lanzando un plan de choque consistente en los siguientes puntos, que te invito a leer con tranquilidad y afán constructivo.

Ampliar las redes ciclistas, reabrir los sistemas de alquiler, coordinar los semáforos para priorizar peatones y ciclistas, conseguir ciudades 30 y hacer respetar los límites de velocidad, facilitar espacios de aparcamiento seguro, impulsar los servicios de ciclo-logística, puesta en marcha de ayudas para la compra de bicicletas, actualización de la normativa, planes locales y regionales de impulso económico de este sector, formación vial en las escuelas e institutos y, como guinda y si fuera posible, nombrar una figura responsable de la coordinación interadministrativa de todo lo anteriormente expuesto.

Porque la bicicleta no contamina, no hace ruido ni provoca accidentes graves, es flexible y no ocupa espacio público, que tan necesario y escaso ha demostrado ser en nuestras urbes estos días, totalmente desbordadas de gente saliendo a la calle. La bicicleta además genera salud física y emocional, es económica y, en estos momentos y aunque duela decirlo, facilita el distanciamiento físico.

Es la hora de la bici. ¿Te apuntas?

UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
Twitter: @nachotomas
Artículo publicado en La Verdad de Murcia
6 de mayo de 2020