Si todos tenemos dentro un seleccionador de fútbol es de recibo extenderlo a que todos somos un alcalde en potencia. Tengo la suerte de hablar a menudo con muchos de ellos. Reconforta escucharles convencidos del nuevo modelo de ciudad que nos viene. De la nueva movilidad. De los nuevos estándares. Del nuevo territorio. Hablamos de sostenibilidad, de eficacia, de contaminación, de retos interesantes. Porque a cualquier persona en sus cabales le gusta vivir en una ciudad sana. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha calculado que cada año mueren tres millones setecientas mil personas de manera prematura por culpa de la contaminación atmosférica, la gran mayoría en núcleos urbanos. Pero, ¿qué es una ciudad sana? Bajo mi punto de vista las urbes son entes vivos. Metafóricamente nuestra ciudad es un ser humano que palpita al ritmo de sus habitantes. El cerebro es el ayuntamiento. Los huesos y los músculos son las infraestructuras. La educación y la cultura son las leyes. Una ciudad, un cuerpo.
La ciudad enferma cuando cualquiera de sus órganos falla. Si la educación recibida es escasa y simplista nos encontraremos con múltiples problemas convertidos en descuidos de conducta y plasmados en aberraciones urbanísticas o carriles bicis incoherentes. La salud se deteriora si la normativa es demasiado férrea o las ordenanzas demasiado confusas. Al igual que nos vacunamos y hacemos ejercicio para cuidar nuestros cuerpos debemos revisar nuestras leyes y adaptarlas a los tiempos que vivimos. A las ciudades les falta calcio cuando no hay aceras suficientemente anchas y tienen el colesterol alto por culpa de los atascos. La artrosis se llama urbanismo oxidado. Un ciudadano es una simple célula, aislada e inútil por sí misma, una gota en el océano que se convierte en multitud operativa si se asocia convenientemente. Aunque cuidado, también puede extender un cáncer entre el resto.
Hace falta valentía, altura de miras y futuro en los ojos. Nuestros gestores pueden pasar a la historia cerrando los centros de las ciudades al tráfico motorizado. Ya hay más de uno que lo ha hecho, de todos los colores. Se deben afrontar las lógicas quejas iniciales. Aunque el ciudadano medio por lo general tiene aversión al cambio la mejora final para todos es innegable. No es sencillo, está claro. Pero está a nuestro alcance y si sabemos que nuestros niños pueden volver a las calles es un pecado no trabajar para ello. Sufrimos demasiadas normas cuando en una sociedad avanzada deberían hacer falta muy pocas, ejemplarizantes y fáciles de cumplir. Tenemos un problema en España cuando a todo pone nombre y sanción.
En el fondo no es más que aplicar el sentido común. Ese sentido que no es igual para todos ni en todos los momentos del tiempo. Evolucionamos nosotros, evoluciona la sociedad, evoluciona la tecnología. Que también evolucionen las ciudades. Vamos a trabajar para ello. Respeto a los demás, respeto a ti mismo. No hay más.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 1 de Junio de 2016
Fecha original de publicación:1 junio, 2016 @ 11:58