Es muy posible que las noticias falsas sean uno de los grandes problemas de las redes sociales en la actualidad. Junto a la carencia de un mínimo de dignidad de gran parte del personal, que no duda en hacer el ridículo día sí y día también, y a los problemas de privacidad que a buen seguro darán la cara en el futuro si no vamos poniéndole remedio individuamente desde ya mismo. Pero estos últimos aspectos afectan a las personas más que a la sociedad así que lo dejaremos para otra columna. Bueno, realmente lo he comentado en otras ocasiones: urge educar a la sociedad en el uso consecuente de estas poderosas herramientas. El precio a pagar en caso de ignorancia puede ser altísimo.
Hoy quiero escribir sobre las tan mencionadas “fake news” que nos rodean por todas partes con su gigantesca capacidad de viralización. No sólo me refiero a esa mentira que le cuelan a un medio. Debe ser dificilísimo controlar estos extremos en un mundo dominado por la inmediatez y la exclusiva. Que le pregunten a El País y su foto de portada en papel con un Hugo Chávez agonizando y entubado que resultó ser un montaje. Me refiero a los bulos que son creados con la intención de conseguir forjar o cambiar las opiniones de una gran parte de la sociedad que solo se informa a través de Facebook o Twitter. Es triste sí, pero es una realidad que se desprende de datos oficiales como los de Reuters, según los cuales el 30% de los jóvenes se informan a través de redes sociales y no de la televisión. Y después difunden esas “noticias” a través de Whatsapp.
El asunto es espinoso, diseñar una web y llenarla de mentiras con un formato visualmente atractivo es algo francamente sencillo. Muchos incluso sólo leen el titular y se lanzan a compartir. Entonces comienza la rueda: los algoritmos de las redes sociales nos mostrarán, paso a paso y a través del aprendizaje al que les sometemos, solo lo que nos gusta, eliminando el resto. Y entonces nos reafirmaremos en nuestras ideas y, aunque sean falsas, seremos más proclives a realizar tal o cual acto posterior: ya sea comprar un producto o introducir una papeleta en un sobre y éste en una urna. La sofisticación y personalización es tal que se puede generar una noticia falsa individual para cada usuario concreto, creando una mole de impactos a la que es difícil resistirse. El negocio de los volúmenes de visitas a webs en países de laxa legislación y el movimiento de compra-venta de datos personales hacen el resto. Círculo vicioso. Pescadilla. Lío.
Es hora de ponernos a trabajar en hacer ver a los usuarios la diferencia entre una fuente contrastada y un bulo. Entre un vídeo trucado y uno original. Es hora de ilustrar a nuestros hijos.
Las máquinas pueden crear contenidos e incluso comentarios falsos, pero nosotros somos más inteligentes. Al menos por ahora. Es hora de demostrarlo.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 24 de Mayo de 2017