Que levante la mano quien no se haya metido con sus compañeros de colegio alguna vez en la infancia. Tirando de memoria y sólo en mi clase de tercero de EGB me vienen el gordo, la gafotas, el empollón, el pelota, la tonta, el dientes de conejo, la llorona y el curica. Alguno de esos era yo, lo pasé mal e imagino que mis amigos por aquel entonces, algunos lo siguen siendo, también.
Era una situación común en todas las clases, cada uno tenía un mote, lo asumía y usaba los de los demás como arma defensiva cuando era atacado. La cosa no pasó a mayores. O al menos que sepamos porque antiguamente las noticias no volaban. Antiguamente lo que pasaba en el cole se quedaba en el cole o como mucho llegaba a casa con tus hermanos o padres si es que sacaban tiempo y ganas para hablar contigo. También había otros casos más complejos, como los mini delincuentes que pululaban a la salida o en los recreativos en busca de pelea, de robarte el bocadillo o la paga semanal. A esos les teníamos más miedo. Pero con una salvedad, ellos tenían a su vez miedo a los profesores, a los padres y en caso extremo a la policía. A los gamberros se les advertía, a los reincidentes directamente se les expulsaba. No parecía complicado. Los maestros eran respetados por la familia al completo. Las explicaciones, en el remoto caso que fuera necesario, se pedían a los niños. Nunca al docente.
Parece ahora que las tornas han cambiado. No es raro encontrar canallas en miniatura con poder supremo sobre sus progenitores. Hacen y deshacen a su antojo. Y lo que es más curioso, organizan incluso las vidas de sus padres. Debe ser complicado lidiar con papás sobreprotectores y alumnos altivos. Normal. ¿Cómo van a mostrar luego un mínimo respeto a los demás compañeros si ningunean de ese modo a los que por naturaleza o lógica deberían obedecer y al mismo tiempo admirar?
Una chica se suicidó hace unos días con tan sólo 13 años. Trece. Me ha entrado un miedo visceral a que esto pudiera sucederle a mis hijos. Un miedo casi prehistórico. Pero es que también siento pavor a que ellos puedan ser capaces de provocar cualquier malestar en otros niños. Instruir en familia con alabanza y compromiso es totalmente compatible a hacerlo con espíritu de superación y compañerismo. Como padres tenemos la gran responsabilidad, además de disfrutar de nuestros hijos, de educarles en el respeto a todos sus compañeros o estaremos tuertos fabricando pequeños dictadores capaces de convertir esta preciosa vida en un lugar lleno de odio, amargura y tristes historias infantiles.
UN TUITERO EN PAPEL
Nacho Tomás
www.nachotomas.com
Artículo publicado en La Verdad de Murcia el 18 de Enero de 2017