Lo que ayuda sentirse ayudador.

Recuerdo perfectamente la primera vez que impartí una ponencia. Estaba nervioso y se notaba a la legua, tanto en mi cuerpo como en mi voz.

Cuatro años después sigo con ese gusanillo, el miedo escénico que producen las tarimas. Pero ahora es diferente. Ahora no me preocupo tanto de los gestos, el tono de voz y la comunicación no verbal en general, imagino que será gracias a la experiencia adquirida que ha interiorizado esta parte. Ahora lo importante es únicamente el contenido y las necesidades de los asistentes.

Formación Nacho Tomás

Intento mejorar en cada nueva parada de este trayecto en la formación en el que me he embarcado. Dar una charla, seminario, taller o clase de máster es, en el fondo, como tocar en un concierto, como competir en una carrera.

Analizo las caras, los gestos, las preguntas. Y siguiendo el guión de las diapositivas, improviso si es necesario.

Termino.

Y últimamente más que nunca, me felicitan, aplauden, se quedan hablando conmigo un buen rato, me cuentan sus proyectos y me piden consejo.

Luego voy a Twitter y me sonrojo leyendo tuits como estos del taller en el Centro de Emprendedores de Alicante:

Y me enorgullezco de haber servido para algo.

Es paradójico lo que ayuda sentirse ayudador.

 

 

 

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