Nunca en la vida se me había pasado por la cabeza participar en un Campeonato de España. De ningún deporte. De ninguna forma. Tras catorce horas de autobús los 21 componentes del Tri Impulso llegamos el viernes noche a Pontevedra con el objetivo de sufrir y del triatlón por equipos sprint. Es una distancia muy corta para mí (750 metros a nado, 20 kilómetros en bici y 5 corriendo), a un diesel rondando los cuarenta años le cuesta alcanzar la punta de velocidad de los chavales de veinte. Este formato es pura táctica, amoldando el ritmo de cada miembro en cada disciplina para que ninguno se descuelgue. O que al menos queden cuatro para cruzar juntos la meta. Por lesiones y bajas de última hora en mi equipo somos los justos. No hay más opción que apretarnos las tuercas.
Nos tiramos al agua desde una plataforma sobre el río Lérez. Un equipo cada minuto. Las manos y pies se congelan, el agua está helada. Voy en cabeza de los míos, guiándoles cuando las corriente y la marea lo permiten. Adelantamos a varios que han salido antes, esta modalidad es como una contrarreloj por equipos del Tour de Francia: pura adrenalina. Bajamos el ritmo, uno se nos queda. Salimos del agua con la bici en el punto de mira. Mientras corres te quitas el neopreno. Descuelgas. Mientras corres te pones el casco. Me trastabillo con las calas, no consigo comenzar a pedalear y por un momento pienso que pierdo el equilibrio. Por fin ajusto y me lanzo al asfalto acelerando como loco. Hechos por fin una piña, concienciados en darnos relevos de manera organizada los dos más fuertes sobre ruedas. Aceleramos, frenamos, muchas rotondas. Adelantamos de nuevo a varios equipos. Un puntito menos, se nos queda otra unidad y si llegamos sólo tres a la T2 nos descalificarán. Vemos a un amigo del club de otro equipo caído en el suelo, el resto ayudando, se me corta la respiración cuando oigo que piden una ambulancia. Pienso en parar, me dicen que siga, todo controlado. Nos hemos salvado de la lluvia por los pelos. Con el miedo en el cuerpo seguimos dando pedales por las calles de Pontevedra hasta que comienza el último sector: la carrera a pie que tanto había temido por el nivelazo corriendo de mis tres compañeros. Ahora les toca esperarme a mí. Me animan sin parar, no puedo responderles. Comienzo lento pero subo ritmo conforme me caliento. Volamos en el último kilómetro. Disfrutando y sufriendo. Nos hemos compenetrado de maravilla durante toda la prueba. Posición 15 de España en Categoría Open (no Élite). Tremendo. Subidón y mucho Ribeiro. ¡Menudo club!
El domingo también competimos, en relevos, pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión. Llegamos a casa a las 6 de la mañana del lunes, a las 8 estoy en pie ejerciendo de padre y a las 9 trabajando.
Somos triatletas, somos currantes, somos felices.
Fecha original de publicación:25 mayo, 2016 @ 17:55